Leonardo Villar preside el Banco de la República desde mayo de 2021 y, quizá, nunca haya pasado por una temporada más compleja que ahora. La alarma se centra en los sobresaltos inflacionarios en Estados Unidos, donde el objetivo de llevar el aumento de precios al 2% aún se ve lejano, con un incremento de 3,4% en los últimos 12 meses (en marzo se registró una subida mensual de 0,4%). Una señal borrosa como una onda expansiva sobre la evolución de la política monetaria del banco central colombiano, que empezó una senda de descenso gradual de los tipos desde el 13,25% de noviembre pasado hasta un 12,25% de finales de marzo.
Hoy se reúnen los siete miembros de la Junta Directiva del emisor colombiano, entre los que se halla el ministro de Hacienda, para decidir el alcance de una nueva intervención a los tipos. El proceso, que pasó de ser una terapia de choque para enfriar una economía recalentada tras la crisis sanitaria a una reanimación por la caída del crecimiento, podría verse condicionado por las noticias desde Estados Unidos. Más aún si se tienen en cuenta las persistentes tasas altas de inflación anual en Colombia, que en su lectura de marzo bajaron al 7,36%. Es decir, el costo de la vida en Colombia está aún a más del doble de la meta (3%) y el tratamiento escogido para revertirlo ha resultado lento y tortuoso porque impacta directamente asuntos como el exiguo crecimiento del país y el consumo doméstico.
Estados Unidos, por su parte, encadena ya 12 meses con niveles de inflación superior a sus expectativas. La economía, en todo caso, marcha bien y los analistas auguran que con las elecciones presidenciales de noviembre la Reserva Federal no hará recortes a los tipos antes de fin de año. Se trata de decisiones que tienen repercusión global, y los inversores y banqueros del Banco Central Europeo o del Banco de Inglaterra también han ajustado su hoja de ruta con los últimos movimientos en EE UU. En el caso de la economía colombiana, las cosas se agudizan por su alto grado de dependencia de la divisa estadounidense.
Cualquier retoque pronunciado al diferencial entre la tasa de interés estadounidense y la colombiana se puede traducir, por ejemplo, en una devaluación del peso. “Si Colombia hoy baja las tasas de interés y Estados Unidos las sube, será más atractivo para los inversores sacar sus dólares del país y llevarlos a otro sitio donde les dé mejor rendimiento”, explica el economista Eduardo Lora. “La gente querrá tener más dólares y los pondrá en Estados Unidos y el peso se debilitará”.
Lo anterior también ahondaría la deuda externa del país, que se paga en dólares y ya se está llevando casi una cuarta parte del presupuesto estatal. La lucha contra la inflación también se dificultaría. Razones de sobra para que la mayoría de los miembros de la Junta se inclinen por un recorte moderado de entre 25 y 50 puntos básicos, según las encuestas elaborada por la Asociación Nacional de Instituciones Financieras (Anif) y el mismo Banco de la República. Además, el cultivo o elaboración de múltiples productos de la canasta básica, o de piezas para la industria petrolera colombiana, por citar solo dos ejemplos, están muy atados a los precios de las importaciones denominadas en dólares.
Con todo, si la mayoría de los miembros opta a por la vía moderada, muy seguramente producirá preocupación en los circuitos empresariales. Pero también en el Gobierno, que a través del ministro de Hacienda, Ricardo Bonilla, ha presionado desde finales del año pasado para acelerar los recortes. Una situación singular, donde el poder público y privado confluyen como pocas veces en los últimos dos años para revertir con mayor celeridad una receta de política monetaria que ha encarecido los créditos, dificulta el consumo privado y ya empieza a afectar el empleo.
El doctor en Economía Hernando Zuleta apunta que el otro vector importante, además de la coyuntura estadounidense, será la tasa de inflación que viene “cayendo a buen ritmo en Colombia”: “Supongo que el comportamiento inflacionario en Colombia pesará más en la decisión, pero la reducción de la tasa de interés será leve”. Zuleta no desconoce que si desde el Banco de la República se contempla un eventual aumento al precio del dinero por parte de la Fed, es muy probable que el proceso de recortes en la escala local pueda echar freno en algún momento del año.
Una opción que el académico de la Universidad Javeriana Adrián Garlati descarta de tajo: “La Fed también se reúne mañana y lo que la mayoría de los analistas espera es que mantenga sus tasas en el nivel actual. Aunque hay algunos factores de incertidumbre, como el impacto del conflicto en Oriente Próximo sobre los precios del petróleo y la inflación a nivel global que tendrán que incorporar a sus cálculos”. Garlati argumenta, en ese orden de ideas, que el Banco de la República bajará la tasa en 50 puntos. “La inflación viene bajando, pero aún es más del doble del objetivo del banco, que es del 3% anual. Por eso creo que seguirá siendo súper conservadora para evitar un repunte”.
Garlati agrega otros riesgos, como el aumento del precio de los arriendos de este año, o los bandazos climáticos con la llegada de La Niña. Dos factores que podrían empujar el precio de la economía y que seguramente pesarán en las próximas decisiones de la Junta. “El otro punto, un poco incierto, es la decisión del Gobierno con respecto al aumento del precio del ACPM. Si eso sucede, se traduciría en el encarecimiento de todos los bienes asociados al transporte, que son prácticamente todos los bienes de la economía”. Por su parte, los pronósticos de inflación del banco central para final de este año son del 5,4% anual y el desempleo amenaza con volver a los dos dígitos. Por eso el optimismo es moderado y los adjetivos para describir el recorte en los tipos de hoy oscilan entre la apatía y la prudencia.