Los cambios demográficos de América Latina podrían frenar el crecimiento

Escasea la población joven para el empleo con graves consecuencias futuras para el crecimiento económico en América Latina. Cada vez hay más mascotas y menos gente. Foto Banca y Negocios

Según análisis del Fondo Monetario Internacional la población capaz de generar ingresos dejará de crecer y propone aumentar la edad de jubilación, adoptar políticas que faciliten el empleo de personas mayores y examinar el problema de la inseguridad y el crimen, factor importante detrás de la emigración y la disminución de la fuerza laboral en algunas partes de la región.

Gustavo AdlerRodrigo Valdes

La fuerza laboral de América Latina creció casi 50% en las dos décadas previas a la pandemia, lo cual contribuyó significativamente a impulsar el crecimiento económico. Hoy, las tendencias demográficas están dando un vuelco y dejarán de ser un impulso al crecimiento en los años venideros.

Según nuestras previsiones, el crecimiento de América Latina registrará un promedio anual en torno a 2% en los próximos cinco años; es decir, una cifra inferior a su promedio histórico, que de por sí fue bajo. Estas proyecciones también son considerablemente más moderadas que las de otras economías de mercados emergentes de Europa y Asia, que también se desacelerarían en los próximos años, pero que aun así lograrían una expansión anual de 3% y 6%, respectivamente. 

Este panorama poco alentador refleja problemas de larga data relacionados con el bajo nivel de inversión y el lento aumento de la productividad. A estos se les suma ahora que las tendencias demográficas están cambiando y que el crecimiento de la fuerza laboral se enfriará.

Cambio demográfico

El crecimiento de la población seguirá desacelerándose, y bajará de alrededor de 1% por año durante las dos décadas previas a la pandemia a un 0,6% por año en los próximos cinco años. Esto no es una mala noticia en sí mismo: el aumento de la población no incrementa automáticamente el ingreso per cápita —el indicador más pertinente del bienestar—, ya que aunque genera una expansión de la fuerza laboral y del producto agregado, también significa que el producto está repartido entre más personas. Aun así, el crecimiento económico derivado de crecimiento demográfico puede ayudar de otras maneras; por ejemplo, aumentando los ingresos públicos para hacer frente a elevados niveles de deuda.

Lo más destacado es que el dividendo demográfico está disminuyendo a medida que la población envejece y que el porcentaje de población activa llega a sus máximos, y eso significa que la proporción de la población capaz de generar ingresos dejará de crecer. Se trata de un cambio importante: hasta hoy, esa proporción iba en aumento, añadiendo anualmente 0,5% a la fuerza laboral desde el año 2000. Por el contrario, de acuerdo con nuestras previsiones, el porcentaje de población activa registrará, en promedio, cero crecimiento durante los próximos cinco años.

Promover la participación

Para que el motor de la fuerza laboral siga en marcha, será necesario estimular la participación en la fuerza laboral. Las previsiones indican que algo de esto ocurrirá en los próximos años, ya que la proporción de la población en edad activa que busca trabajo seguiría aumentando. 

Pero para que esta proyección se haga realidad, será indispensable que las mujeres estén más integradas a la fuerza laboral, ya que la participación femenina sigue siendo baja, llegando apenas a 52%, frente a 75% de la masculina.

Las políticas pueden ayudar. La participación femenina puede incrementarse ampliando los programas de cuidado infantil y ofreciendo más capacitación a las mujeres, como lo señalamos en alguno de nuestros últimos informes de países, como los de Brasil y México. También pueden ayudar tener un esquema de tributación de hogares que no desincentive un segundo sueldo familiar así como eliminar la asimetría hombre/mujer en el cuidado infantil y la licencia parental, que en última instancia desalientan la contratación de mujeres o las perjudican salarialmente.

Otras vías para expandir la fuerza laboral consisten en brindar oportunidades de formación profesional, subir la edad de jubilación, eliminar los desincentivos al trabajo después de la jubilación y adoptar políticas que faciliten el empleo de personas de mayor edad.

Tampoco se puede perder de vista el problema de la inseguridad y el crimen, factor importante detrás de la emigración y la disminución de la fuerza laboral en algunas partes de la región. 

Más en general, frente a una demografía que se torna menos favorable, los países deben redoblar los esfuerzos por fomentar el aumento de la productividad de la mano de obra, resolviendo sus problemas de gobernanza y de exigentes regulaciones empresariales, los cuales dificultan el crecimiento de las empresas y las consiguientes mejoras de productividad. Así podrán lograr niveles de vida más altos aun en medio de una evolución demográfica no tan propicia. 

Muchos años de gran esfuerzo en reforzar los marcos macroeconómicos han dado fruto en América Latina. Los países superaron las dos duras recesiones económicas mundiales recientes, evitando repetir crisis dolorosas. Hoy, deben aprovechar esta resiliencia para concentrarse en estimular el crecimiento potencial, un problema de larga data que se acentuará con los cambios demográficos.

Adicionalmente el Fondo Monetario se ocupó hace algunos meses del problema de la inseguridad y su incidencia en la economía de las naciones de la región.

América Latina: Reducir la delincuencia para estimular el crecimiento económico 

Reducir la delincuencia podría estimular considerablemente la inversión, la productividad y el crecimiento del PIB en América Latina y el Caribe 

Rafael Machado ParenteRodrigo Valdes

La delincuencia y la violencia son desde hace mucho tiempo una de las principales preocupaciones de los hogares de América Latina y el Caribe. Casi la mitad de las víctimas de homicidio intencional de todo el mundo provienen de esta región, pese a que representan apenas el 8% de la población mundial, según datos de las Naciones Unidas.

La tasa de homicidio media de la región es 10 veces superior a la de otras economías de mercados emergentes y en desarrollo y el doble que la de África subsahariana. En la región, América Central sobresale como la subregión más violenta. La inseguridad también ha empeorado con el transcurso del tiempo, sobre todo en ciertas partes de la región. Por ejemplo, América Central y el Caribe han registrado aumentos anuales de las tasas de homicidio de aproximadamente 4% en las últimas dos décadas.

La delincuencia incide de forma directa en la vida de millones de personas y genera enormes costos sociales. La interacción entre la actividad económica y la delincuencia es sutil, y por eso determinar los efectos causales no es fácil. Un aumento de la actividad económica reducirá la delincuencia, pero una reducción de la delincuencia, a su vez, impulsará la actividad económica. Y estos dos factores se ven afectados por otros, como la solidez del Estado de derecho.

Nuestro estudio reciente muestra que el aumento de las tasas de homicidio frena considerablemente el crecimiento económico. En América Latina, se estima que un aumento del 30% en las tasas de homicidio (equivalente a una desviación estándar histórica) reduce el crecimiento en 0,14 puntos porcentuales. La investigación se basó en estudios previos del FMI sobre América Central, Panamá y la República Dominicana que usaban datos sobre deportaciones de delincuentes desde Estados Unidos para así determinar el efecto causal de la delincuencia en la actividad económica. 

Nuestro estudio destaca diferentes canales a través de los cuales la inseguridad afecta el crecimiento económico. Según estimaciones, la delincuencia entorpece la acumulación de capital, posiblemente porque disuade a los inversionistas que temen al robo y la violencia, y merma la productividad, dado que tiende a desviar los recursos hacia inversiones menos productivas, como la seguridad de las viviendas.

Reducir la violencia puede generar enormes beneficios. De acuerdo con el estudio, reducir el nivel de delincuencia en América Latina al nivel del promedio mundial incrementaría el crecimiento económico anual de la región en 0,5 puntos porcentuales, lo que equivale a aproximadamente un tercio del crecimiento registrado en América Latina entre 2017 y 2019. Además, hacer frente a la inseguridad donde sea más prevalente parece arrojar los mayores beneficios. Por ejemplo, cerrar por completo la brecha de delincuencia en los países con las tasas más altas de homicidios podría elevar su producto interno bruto en alrededor de 0,8 puntos porcentuales.


Racionalizar el gasto en seguridad

Los gobiernos en América Latina ya están destinando una importante proporción de sus recursos al orden y la seguridad públicas. No debe sorprender que el gasto sea mayor en los países con índices más altos de delincuencia; países como El Salvador y Jamaica ya gastan más de 2% de su PIB en este rubro. 

Este considerable gasto puede ser importante para mitigar y disuadir la delincuencia, pero también sugiere que la adopción de estrategias más eficaces podría liberar abundantes recursos para otras prioridades de gasto. La Plataforma de Evidencias en Seguridad y Justicia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) es un valioso recurso de base científica sobre la eficacia de las soluciones existentes de seguridad y justicia. La plataforma destaca, por ejemplo, que hay pocos datos empíricos que demuestran que las tecnologías de reconocimiento de matrículas de vehículos reducen la violencia relacionada con el transporte, mientras que se observa que el impuesto al alcohol y las políticas de precios reducen claramente la violencia en ciertos casos.

La delincuencia es un problema económico y social que tiene consecuencias de amplio alcance y una diversidad de raíces entrelazadas. Si los gobiernos en la región pudieran dar prioridad a adoptar estrategias más eficaces para combatir la delincuencia, estas no solo mejorarían la seguridad pública sino que reforzarían el potencial económico de la región. De allí la importancia de que las autoridades, las instituciones financieras internacionales, el sector académico, las organizaciones no gubernamentales y el sector privado colaboren entre sí para encontrar maneras de hacer frente a este grave obstáculo para el crecimiento en la región.

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