Los Danieles. Ya no importa

Ana Bejarano Ricaurte

Ana Bejarano Ricaurte

La catástrofe humanitaria en la franja de Gaza está llevándose consigo lo que quedaba del sistema internacional de los derechos humanos, del periodismo, en general de la decencia y la dignidad. 

Esta semana se inundaron las redes sociales con las imágenes de lo que parecía ser un ataque a población civil que se acercaba a recoger comida en vehículos de ayuda humanitaria. Pronto, medios de comunicación hablaron de por lo menos cien gazatíes muertos en el ataque. 

Lo que ocurrió después es ya el libreto ensayado a la perfección por quienes siguen defendiendo la salvajada de Benjamín Netanyahu. Negaciones sobre lo que ocurrió, peticiones de fact checking, teorías para explicar por qué los soldados dispararon a la población civil desarmada. Alertas sobre argumentos antisemitas y recordatorios sobre los israelíes aún secuestrados por Hamás, que usa a la población civil como escudo. 

Todo esto ya es insuficiente y, ante el horror, un gesto de cinismo inaceptable. Claro que el mundo entero, empezando por el Gobierno israelí debe clamar y propender por el regreso de las personas secuestradas por Hamás. Por supuesto que tienen derecho a defenderse de agresiones, a la reivindicación de la existencia de Israel y a pedir que no se empleen argumentos antisemitas para entender y pensar esta guerra. Pero nada de eso se opone a que también reclamen que se detenga la estrategia salvaje de los locos que están en el poder en Tel-Aviv. 

Ninguna de las artimañas empleadas para relativizar la verdad puede funcionar ante la evidencia que se acumula, literalmente, como cuerpos en fosa común. No hay análisis desde ninguna perspectiva, ni jurídica, moral o histórica, que pueda justificar lo que está pasando. ¿En serio seguirán diciendo que el regreso de las personas secuestradas por Hamás justifica semejante masacre? Como si después del asesinato de treinta mil personas pudieran seguir diciendo que lo que buscan es rescatar a sus ciudadanos raptados. 

Han convertido a Gaza en un moridero al que no entra comida ni agua ni servicios básicos, no sale la gente y en cada esquina los espera un ataque indiscriminado frente al cual no pueden defenderse. Asesinaron periodistas y bloquearon su entrada para impedir al mundo conocer el horror que planean y ejecutan; para intentar censurar la evidencia de crímenes contra la humanidad, en este punto ya demostrados. 

Por supuesto la situación no empezó esta semana, pero las imágenes del pasado jueves sirven para recordar que el mundo entero está presenciando y permitiendo la destrucción de un pueblo. Y tampoco importa si llamamos a esto genocidio o crímenes de lesa humanidad en masa, o crímenes de guerra sin parangón; todas categorías jurídicas que permanecen impávidas cual libros llenos de polvo en anaquel abandonado. ¿De qué nos sirven las discusiones sobre la categorización de esta porquería si igual nada pasa, nadie detiene a Netanyahu? 

Y el problema del antisemitismo que se cocina en todas partes empeorará y se agudizará con cada día de violencia ejercida por Israel sin clemencia alguna contra la población civil, incluso si en ella se esconden los maleantes. Se necesitan más voces judías sensatas y democráticas del mundo concentradas en denunciar las barbaries que cometen desde Israel en su nombre. 

No importa cuánto se explique que nada de lo ocurre justifica el resurgimiento del antisemitismo, que los desmanes de un gobernante no pueden ser imputados a sus ciudadanos o a una religión entera regada por el mundo. De nada sirven las explicaciones sobre los discursos de odio o la diversidad de ideas y posiciones dentro del judaísmo; o el resaltar los justos reclamos y protestas que provienen de miles de voces judías en el mundo. 

Dice Netanyahu que está defendiendo la existencia misma del pueblo judío, pero sus abusos están consolidando las bases con las que se justificarán siglos enteros de odio en su contra.   

Cuesta saber si lo más impresionante del video que se viralizó es el ataque a civiles o la avidez con la que se abalanzan a los carros esperando encontrar algún sosiego a la hambruna que impuso Israel sobre Gaza. Pero ya nada esto importa porque el mundo presenció la masacre de treinta mil personas y se espera cruzado de brazos a que se lleven a los demás. 

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