Dos Premios Nobel y una fotocopiadora

Drew Weissma y Katalin Karikó, premios nobel de Medicina 2023 Foto Peggy Peterson/Penn Medicine/Vía Reuters

Por Sabrina Duque

Fue un encuentro fortuito frente a una fotocopiadora en la Universidad de Pensilvania, donde ambos trabajaban. Era 1998, y ella le contó de su obsesión con el ARN mensajero; él le dijo que estaba buscando nuevos enfoques para una vacuna contra el VIH.
Veinticinco años después, Katalin Karikó y Drew Weissman ganaron el Premio Nobel de Medicina. Su trabajo, que avanzó durante décadas de varios fracasos y algunos éxitos, permitió desarrollar vacunas altamente efectivas contra el virus que causa la covid cuando aún no había transcurrido un año desde el comienzo de la pandemia.

Esta semana comenzó la temporada de los Nobel, ese momento del año en el que conocemos las vidas extraordinarias de personas que han dedicado su existencia a un oficio o una misión. El Nobel de Medicina es, quizás, el premio más poderoso en términos de narrativa: se entrega a pioneros que descubren maneras de salvar vidas o a quienes desentrañan los vastos enigmas del ser humano.

Leyendo las biografías de Karikó y Weissman hay un hilo común: no claudicar.

Karikó no se dio por vencida. No renunció cuando le cortaron los recursos al programa de investigación en su natal Hungría. Ni cuando le negaron becas y financiamientos. Ni cuando no le dieron un contrato académico permanente. Mucho menos cuando los científicos a su alrededor no creían que el ARNm era utilizable.

Weissman también tiene ese espíritu de perseverancia. Para entonces, había dedicado años de su vida a desarrollar un tratamiento para el sida. La científica que conoció frente a la fotocopiadora le renovó la esperanza: ¿por qué no intentar un enfoque diferente, utilizar el ARNm para desarrollar una vacuna?

El problema era que no lograban que el sistema inmunitario dejara de interpretar el ARNm como un patógeno invasor, por lo que lo atacaba. Pero, de pronto, se percataron de un detalle que lo transformó todo: identificaron una modificación química que hace que las células protejan su propio ARNm. El año pasado, los periodistas Gina Kolata y Benjamin Mueller escribieron esa historia: “Era una idea marginal que pocos científicos creían que fuera a funcionar”.

Y funcionó. Ese descubrimiento “cambió radicalmente nuestra comprensión de cómo el ARNm interactúa con nuestro sistema inmunitario”, declaró el jurado que concedió el premio. Ese hallazgo fue la base para que Moderna y Pfizer-BioNTech pudieran desarrollar, con una rapidez sorprendente, sus efectivas vacunas contra la COVID-19.

La dedicación de Karikó y Weissman salvó muchas vidas y ayudó a terminar con la peor pandemia en un siglo. “Vimos el potencial y no estábamos dispuestos a rendirnos”, dijo Weissman.

Y aunque la pandemia acabó, el virus se quedó para siempre. Mientras se acerca el invierno en el hemisferio norte y los casos de covid están aumentando, es prudente buscar el refuerzo de las vacunas. No imagino mejor manera de celebrar el trabajo de estos científicos.

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