Por Simon Romero y Jody García
Reportando desde Ciudad de Guatemala
Este domingo, en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales de Guatemala, se registró la victoria aplastante de un activista anticorrupción, lo que significa un impactante castigo al establishment político conservador de la nación más poblada de Centroamérica.
Bernardo Arévalo, un sociólogo políglota de un partido emergente compuesto en su mayoría de profesionales urbanos, obtuvo el 58 por ciento de los votos, con el 98 por ciento de los votos escrutados el domingo, según anunció la autoridad electoral. Su rival, Sandra Torres, una ex primera dama, obtuvo el 37 por ciento de los votos.
Alejandro Giammattei, el actual presidente, a quien la ley le prohíbe buscar la reelección, felicitó a Arévalo y lo invitó a organizar una transición ordenada del poder.
Los resultados oficiales completos se esperan en los próximos días.
La victoria de Arévalo marca un punto de inflexión en Guatemala, una de las principales fuentes de migración a Estados Unidos y una de las naciones aliadas de Washington en la región desde hace mucho tiempo. Hasta el momento en que Arévalo logró colarse a la segunda vuelta tras un sorprendente resultado en la primera vuelta realizada en junio, lo que había moldeado la convulsa campaña había sido la descalificación por parte de las autoridades judiciales de muchos otros candidatos percibidos como amenazas para las élites en el poder del país.
Defendiéndose contra esas tácticas, Arévalo hizo de la lucha contra la corrupción el enfoque central de su campaña. Se dedicó al escrutinio de cómo la frágil democracia de Guatemala, plagada en repetidas ocasiones de gobiernos envueltos en escándalos, ha pasado de implementar estrategias anticorrupción innovadoras a clausurar dichos esfuerzos y forzar a jueces y fiscales a huir del país.
La noche del domingo, Arévalo declaró que una prioridad de su gobierno sería poner fin a la “persecución política” contra distintos empleados gubernamentales y personas que trabajan en materia de corrupción, derechos humanos y medioambiente.
Un votante, Mauricio Armas, de 47 años, dijo que había votado por un candidato en el que creía por primera vez en décadas. Armas, actor y pintor de casas de la capital, Ciudad de Guatemala, afirmó que Arévalo y su partido, Movimiento Semilla, “me parece que es gente que no tiene nexos con el crimen”.
Arévalo, de 64 años, un moderado que ha criticado gobiernos de izquierda como el de Nicaragua, es percibido de todos modos en el entorno político conservador de Guatemala como el candidato más progresista en llegar hasta estas instancias desde que se restableció la democracia en 1985, tras más de tres décadas de gobiernos militares.
Obteniendo gran parte de su apoyo de votantes en las ciudades, la campaña de Arévalo contrastó con la de su rival, quien se enfocó en gran medida en la delincuencia y prometió emular en Guatemala las medidas severas contra las pandillas que ha aplicado Nayib Bukele, el presidente conservador de El Salvador. Torres también resaltó temas sociales —oponiéndose a la legalización del aborto, el matrimonio igualitario y la marihuana— y apoyó el incremento de la asistencia alimentaria y monetaria a las comunidades pobres.
“Ella prometió seguridad, hacer lo mismo que está haciendo el presidente Bukele en El Salvador”, afirmó una simpatizante, Aracely Gatica, de 40 años, una vendedora de hamacas en un mercado del centro de Ciudad de Guatemala.
Estas elecciones marcan el intento fallido más reciente de Torres, de 67 años, quien es exesposa de Álvaro Colom, quien fuera presidente de Guatemala de 2008 a 2012. En 2011 se divorció de Colom, buscando eludir una ley que prohíbe que los familiares del presidente se postulen al cargo. (Colom falleció en enero, a los 71 años).
Aunque se le prohibió postularse en esas elecciones, Torres quedó en segundo lugar en las dos elecciones presidenciales posteriores. Después de las elecciones de 2019, fue detenida bajo cargos de financiamiento ilícito de campaña y pasó un tiempo bajo arresto domiciliario. Sin embargo, un juez cerró el caso a finales del año pasado, lo que le permitió postularse a estas elecciones.
A pesar de algunas diferencias obvias, Arévalo y Torres coincidieron en algunos temas. Ambos candidatos, por ejemplo, llamaron la atención sobre la escasez de infraestructura decente en Guatemala. Fuera de Ciudad de Guatemala, la capital, el país carece de carreteras pavimentadas. Ambos candidatos propusieron construir miles de kilómetros de nuevas carreteras y mejorar las existentes. Ambos también se comprometieron a construir la primera línea de metro de Ciudad de Guatemala.
Aun así, Arévalo simboliza un quiebre con la manera tradicional de hacer política en Guatemala. La contienda se desarrolló en medio de una represión por parte del actual gobierno conservador contra fiscales, jueces, organizaciones sin fines de lucro y periodistas como José Rubén Zamora, el editor de un periódico importante, quien fue sentenciado en junio a hasta seis años de prisión.
Si bien el presidente Giammattei, ampliamente impopular, tiene prohibido por ley buscar la reelección, las preocupaciones sobre un descenso hacia el autoritarismo se han agravado a medida que ha expandido su poder sobre las instituciones del país.
Esta fragilidad institucional se manifestó el domingo. Blanca Alfaro, una magistrada del Tribunal Supremo Electoral, órgano que rige las elecciones de Guatemala, declaró que planea renunciar en los próximos días debido a lo que, afirmó, eran amenazas en su contra. Gabriel Aguilera, otro magistrado del poder electoral, afirmó que también había recibido amenazas.
En Ciudad de Guatemala, un cuerpo de bomberos informó que había respondido a un incendio causado por la explosión de una pequeña bomba casera en un centro de votación en una zona clase media. Si bien no hubo ningún fallecido y el fuego fue apagado rápidamente, los bomberos declararon que habían asistido a varias personas que mostraron señales de estrés emocional. No se supo de inmediato quién fue responsable de la bomba.
Antes de los resultados de Arévalo en la primera vuelta, la victoria de algún abanderado del establishment parecía casi segura. Pero las descalificaciones de varios contendientes, en lugar de beneficiar a los candidatos predilectos del poder establecido, abrieron un camino para Arévalo.
Tras lograr pasar a la segunda vuelta, los esfuerzos consiguientespara evitar que siguiera postulándose a la presidencia por parte de un fiscal —a quién Estados Unidos ha ingresado en una lista de funcionarios corruptos— también fracasaron, ya que motivaron llamados de figuras políticas guatemaltecas de todo el espectro ideológico para que Arévalo continuara en la contienda.
Arévalo es hijo de Juan José Arévalo, un expresidente que todavía es reconocido por haber creado el sistema de seguridad social de Guatemala y proteger la libertad de expresión. Luego de que su padre fuese obligado al exilio en la década de 1950, Arévalo nació en Uruguay y creció en Venezuela, Chile y México antes de regresar a Guatemala siendo un adolescente. Era miembro del Congreso cuando su partido lo eligió este año como su candidato.
En los últimos días, el fiscal que intentó evitar la candidatura de Arévalo, Rafael Curruchiche, revivió su intento de suspender el partido de Arévalo. Citando lo que el fiscal describió como irregularidades en el proceso de recolección de firmas para la creación del partido, Curruchiche afirmó que podría suspender al partido después de las elecciones del domingo y emitir órdenes de arresto para algunos de sus miembros.
Una medida de este estilo debilitaría rápidamente la capacidad de Arévalo para gobernar. Otra señal de inquietud fue el alto nivel de abstención en la segunda vuelta; el 45 por ciento del electorado votó.
Ricardo Barrientos, miembro de un grupo de observadores electorales, dijo que tanto el índice de abstención como el amplio margen de victoria de Arévalo eran esperados y coincidían con las encuestas. “Es una mayoría abrumadora” para Arévalo, dijo Barrientos.
Arévalo se ha comprometido a mitigar la pobreza en Guatemala, uno de los países más desiguales de América Latina, a través de un programa de creación masiva de empleos destinado a mejorar las carreteras y otras infraestructuras. También prometió aumentar la producción agrícola proporcionando préstamos a bajo interés a los agricultores.
Arévalo ha enmarcado estas propuestas como alternativas para evitar que los guatemaltecos emigren a Estados Unidos, donde figuran como uno de los grupos migrantes más grandes. Varios factores alimentan la emigración, incluidas las bajas oportunidades económicas, la extorsión, la corrupción de los funcionarios públicos y la delincuencia.
Arévalo ha hecho de la lucha contra la corrupción y la impunidad el enfoque central de su campaña. Se ha distanciado de sus rivales que buscan emular el tipo de medidas duras contra las pandillas que ha implementado el presidente conservador del vecino El Salvador, alegando que los desafíos de seguridad de Guatemala son diferentes en tamaño y alcance, donde la actividad de las pandillas está concentrada en ciertas partes del país. Arévalo propone contratar miles de nuevos policías y mejorar la seguridad en las prisiones.
William López, un profesor de 34 años de Ciudad de Guatemala que trabaja en un centro de llamadas, dijo que veía a Arévalo y a su partido, Movimiento Semilla, como “la oportunidad de un cambio mejor, ha demostrado que no tiene cola que le machuquen”.
Simon Romero es corresponsal en la Ciudad de México, y cubre México, Centroamérica y el Caribe. Se ha desempeñado como jefe del buró de The Times en Brasil, jefe del buró andino y corresponsal internacional de energía. Más sobre Simon Romero