Por Gabriel Ortíz
A Colombia nada la conmueve. La polarización a la que hemos llegado conduce a 50 millones de habitantes, a pasar por encima de cualquier acontecimiento por importante o trascendente que sea.
Ni los más encumbrados personajes reaccionan, cuando los hechos nacionales o internacionales tienen que ver con la soberanía, la independencia, la vida de las gentes, la seguridad y la economía.
Que se recuerde, el último acontecimiento que movió masas fue la visita del Papa Francisco, que congregó físicamente a gentes en todas las ciudades, campos y regiones.
Otras, muy pocas reacciones localizadas, obedecen a rechazos a la inseguridad que parece no tener fin, porque una comunidad frágil, temerosa y escondida lo permite.
Los que no pierden la oportunidad para mostrarse y expresarse pública y violentamente, son los hinchas de ciertos equipos, cuando les resultan contrarios los resultados de los encuentros.
Es decir: somos el país indolente que apreciamos el jueves 13 de julio, cuando Colombia alcanzó quizás, el mayor triunfo diplomático y territorial de su historia. El litigio marítimo, que teníamos con Nicaragua desapareció de una vez por todas. No habrá posibilidad para que ese país, pueda volver a meter sus narices en nuestro mar. ¡Este mar es nuestro! Como dice la canción.
Infortunadamente hubo demoras. Una de ellas, cuando el expresidente López Michelsen pidió ser recibido por el entonces mandatario Uribe Vélez, para exponerle la fórmula salvadora del litigio, como la renuncia al Pacto de Bogotá. Su colega no lo recibió, pero le envió a su canciller Fernando Araujo, a quien le fue explicada la solución. Nadie sabe si Araujo no transmitió el tema a Uribe, o que a este poco le interesó el tema, y prefirió seguir en La Haya.
En el 2012, el Nobel Juan Manuel Santos, siendo presidente, con su Canciller Holguín, asumieron un fallo que reconocía la soberanía de Colombia sobre el archipiélago de San Andrés, pero afectaba 70.000 kilómetros de mar territorial. Santos fue enfático en desconocer la pretensión de Nicaragua, porque “los límites de Colombia solo pueden ser fijados o modificados por la Constitución”, ¡y punto!
Así las cosas, Santos y sus sucesores continuaron afrontando el litigio, hasta este 13 de julio, cuando todo quedó resuelto a favor de Colombia y sin apelaciones, ni reclamaciones. La generalidad de la población no entendido, lo sucedido. Tímidamente recibió la noticia. Ni siquiera Petro, quien anunció que esperaría el fallo en las Islas, cumplió la cita. Tardíamente twiteo el hecho sin decirle al país que era el mayor triunfo diplomático. La verdad, verdadera a pocos les interesó. Otra nación, se hubiera tomado plazas, calles y avenidas para celebrar.
Somos un pueblo inmerso en la polarización, al que solo lo motivan orientaciones, colores, tendencias de manipuladores de opinión.
El Oh Gloria y demás explosiones de júbilo y alegría, desaparecieron, al igual que la historia y la geografía del pensum escolar.
BLANCO: La caída del dólar: ¿seguirá, subirá, o continuará igual?
NEGRO: Nadie reacciona a nada: se censuró el libro de la periodista Laura Ardila y nada ha pasado.