Desvertebrada.Paliza a la pelona

Wilson Dibujo de Lesly, la niña que con sus tres hermanitos sobrevivió al accidente aéreo en la selva del Guaviare.

Por Óscar Domínguez G.

Cuatro niños indígenas entre  uno y  trece años golearon 5-0 a la muerte. ¿Sus  nombres? Los repetiré así lo sepan el papa Roma y el rabino de Jerusalén. Si no los saben, que vendan o empeñen lo que tengan. 

Si me lo preguntaran de la centenaria revista Selecciones, les diría que  mi personaje inolvidable es Lesly Mucutuy, de 13 años, responsable de que sigan con vida sus hermanitos Soleiny, de 9, Tien Noriel, de 5 y Cristin, una migaja de ternura  que cumplió su primer año  protegida por una tupida  selva que le lleva siglos  a los pecados capitales.  Lesly es de lejos ya mi personaje del año 2023. 

“Alegría, alegría, alegría” habrá que recitar con Barba Jacob porque desde que me desconozco es la primera vez que los colombianos nos unimos alrededor de un objetivo que fue posible gracias al trabajo en equipo de indígenas y  soldados de mi patria colombiana. Mayor milagro, imposible. 

En la parábola del retorno los acompañó la magia que encierra el cabalístico número cuarenta. Según el libro gordo, la Biblia, los israelitas  comieron maná durante cuarenta años;  durante los cuarenta días que anduvieron perdidos, la selva les deparó a Lesly y hermanos su propio maná, la fariña, y frutos varios; cuarenta días tentó el diablo a Jesús, pero no le hizo ni cosquillas; igual tiempo pasó Moisés en el monte. Cuarenta días duraba la dieta de nuestras madres y abuelas, antes de salir para el nuevo petacón.

Los cuatro niños le hicieron respetuosa pistola hasta con los dedos a una selva que describió Rivera en La Vorágine. Parodiando al fabulista opita diría que los cuatro le jugaron su corazón al azar de la azarosa manigua, y le ganaron.

A los citadinos nos da una inocente tos y ya estamos pidiendo pista en urgencias del hospital. Casi exigimos que nos apliquen los santos óleos.

“Dios tarda, nunca olvida”, repetían los acristianados rescatistas indígenas que encontraron a los chicos. Supimos de los rituales realizados que incluyeron consumo de yagé y el chimú, otra pócima medicinal.  El mayor José Rubio, el líder indígena que comandó la parte mitológica de la expedición contó que  “aportamos sabiduría ancestral sobre cómo andar en la selva, cómo pedirle permiso, cómo honrarla”.

Por el lado del establecimiento que  llamarían los socialbacanos, el salomónico general Pedro Sánchez, con léxico de profesor de literatura, le dio a la guardia indígena lo que es de ella, y a su tropa  lo suyo. Se declaró apenas humilde vocero de sus hombres. Se merece ser el padrino de Cristin.

Por el canal oficial RTVC, el mayor  Rubio  narró que antes del encuentro se toparon con un morrocoy al que le dio la orden de conducirlos a los niños. Sin chistar, el morrocoy le obedeció  al hijo de “ nuestra madre tierra”. 

Solo falta encontrar a Wilson, el pastor belga que tiene poderosas acciones en este desenlace que nos tiene güetes.  Que todos los dioses con mayúscula y minúscula hagan gavilla para encontrarlo. 

Lesly dibujó en su cama del Hospital Militar a Wilson, el perro pastor belga que acompañó brevemente a los cuatro héroes infantiles en la selva del Guaviare.

Lesly lo inmortalizó en el dibujo que hizo en la habitación del Hospital Militar donde se recupera con sus hermanitos. Ojalá algún emprendedor organice el camino de Lesly en la selva caqueteña para perpetuar la odisea.

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