Por Hernán Alejandro Olano García.
Rector de UNICOC.
La palabra infantería proviene del latín infans (niño, joven) y en el contexto militar medieval denotaba a los soldados que aún eran muy jóvenes, inexpertos o no parte de la nobleza («muchachos» sirvientes) como para ser parte de la caballería. Precisamente, en el mundo castrense convergen símbolos y representaciones judeocristianas como hablar del “Dios de los ejércitos”.
Cicerón, en su “Discurso sobre la respuesta a los arúspices”, ya asevera que el pueblo romano en toda su actividad dependía del mandato y de la dirección de los dioses de Roma; esto significaba que, junto a la disciplina militar, la lengua común (el latín) y las formas de vida romanas, la religiosidad oficial del ejército romano se centraba en el hecho de que sus integrantes contarán con unos referentes que les diseñan perfectamente el papel a jugar en su cosmovisión, que casi nadie dudaba de que estaba regida por los dioses, como lo señala N. Santos, en: «Ejército romano y religiosidad en territorio de los astures durante el Alto Imperio», Aquila legionis # 9 (2007), y así Marte, el dios de la guerra, aparece relacionado con ejército y religión.
Sin embargo, independientemente de las creencias de los lectores, podemos traer a colación la Segunda Carta de Pablo a Timoteo, versículos 3 y 4. Saulo de Tarso o Pablo, el “Apóstol de las gentes”, después de haber sido encarcelado por el emperador Nerón, escribió para animar al joven pastor Timoteo, quien tenía un conflicto grave en su ministerio en Éfeso, pues se le oponían sus perseguidores, entre ellos los “apóstatas y herejes”, que buscaban debilitarlo.
Así, Pablo le recordó que todo buen soldado tiene que sufrir algunas penalidades y, le advirtió: “Tú, pues, sufres penalidades como buen soldado de Jesucristo. Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado”.
Así, encontramos que hay tres marcas de un “soldado de Cristo”, inicialmente del arma de la infantería:
1. Dispuesto a “sufrir penalidades” junto con el resto de los soldados.
2. No se “enreda en los negocios de la vida”.
3. Busca agradar a “aquel que lo tomó por soldado”.
Esa es la grandeza de la Infantería y, particularmente, la que nos muestra el editor Luis Alexánder Montero Moncada en su libro “EL EJÉRCITO NACIONAL: 200 AÑOS DE TRANSFORMACIONES Y RETOS”: Soldados sin coraza atravesaron la cordillera soportando la dureza de una campaña militar y el clima extremo con el único aliciente de la libertad de su nación, incluido en el prólogo del Mayor General Helder Fernán Giraldo Bonilla, director de la Escuela Superior de Guerra “General Rafael Reyes Prieto”.
Los integrantes de las unidades militares romanas, además de la obligación de cumplir las normas religiosas propias del ejército, gozaban de libertad para contar con sus propias creencias individuales y practicarlas a condición de que no fuesen contrarias a la legislación imperial existente y la restricción estaba en que no se podían ejercer esas libertades en los recintos campamentales.
Hoy en día, la condición de libertad religiosa del Estado colombiano, comporta la adaptación a diferentes creencias, cosmovisiones y cosmogonías en el Ejército colombiano.