Los Danieles. Más allá del remezón

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

Después del remezón ministerial la pregunta es: ¿cómo pinta ahora la gobernabilidad del presidente Gustavo Petro? La “gobernanza”, como prefieren decir los españoles.
   
Se le puede complicar; no cabe duda. Roy Barreras, influyente vocero petrista en aparente alejamiento, dijo que no recordaba en la historia que un gobierno que no ha cumplido nueve meses anunciara la muerte de una coalición mayoritaria que no había sido fácil construir. La cuestión es que estaba agonizando y Petro decidió darle el puntillazo final. Más que patear el tablero se anticipó a lo que se venía y precipitó la crisis. 
 
 Esta fue motivada por la reforma de la salud, pero el asunto es más de fondo. Tiene que ver con la propia concepción del Estado. Su discusión en el Congreso representará, como tanto se ha dicho, “una prueba de fuego” para el Gobierno. Y también para la oposición que puede salir fortalecida o más cohesionada tras el sacudón. En las circunstancias actuales al presidente no le quedará fácil construir una sólida gobernabilidad. A menos que resulte un genio en el menudeo y la repartija. Y tiene el recurso de la calle como presión popular, pero esto no garantiza mayorías parlamentarias.
 
  En el Congreso le hará falta un ministro del Interior eficaz y conciliador como Alfonso Prada. Su sucesor Luis Fernando Velasco es una persona fogueada y capaz pero quién sabe si tenga la ductilidad de su antecesor. De los cambios del gabinete, la más comentada ha sido la salida de José Antonio Ocampo, el minHacienda que tranquilizaba a los mercados. También las de la veterana Cecilia López, de Agricultura, y de la “ideologizada” Carolina Corcho cuya remoción podría facilitar un acuerdo sobre la reforma en salud. Entran personas con recorrido petrista y visión de Estado, como Velasco en el ministerio de la política y Guillermo Alfonso Jaramillo en Salud. Mauricio Lizcano en MinTic es una interesante incógnita.  
 
   No tengo elementos para opinar sobre los demás ministros, aunque supongo que la figura de la aguerrida Jhénifer Mojica en Agricultura generará más de una inquietud en el sector. Sorprendió la permanencia del MinDefensa Iván Velásquez —razones tendrá Petro—, pero no tanto la de la controvertida filósofa Irene Vélez en Minas, signo de que la estrategia en materia energética se mantendrá incólume. Es mejor, como dice Mauricio Cárdenas, que salga a flote el verdadero ADN del Gobierno, sin maquillajes.
 
   La popularidad de Petro sigue en descenso según la última encuesta Invamer (donde le va mal a todo el mundo) y aunque es evidente que se ha endurecido y está cerrando filas, la crisis ministerial no significó el revolcón radical hacia la izquierda que unos esperaban y otros temían. Su anuncio de que este gabinete será “la base de un acuerdo nacional sincero” debería apaciguar en algo un ambiente de incertidumbre que ya afectó el precio del dólar y el valor de Ecopetrol, cuyas acciones cayeron en la bolsa de Colombia (6.39 %) y Nueva York (15.4 %). Difícil que se recuperen tras las primeras tajantes declaraciones de su nuevo presidente Ricardo Roa (quien debería evitar micrófono y cámaras) confirmando que bajo este gobierno no habrá más exploración de petróleo y gas.
 
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     Aparte de la desbocada inseguridad que recorre todas las regiones de Colombia (tema de próxima columna), la atención política está concentrada en la suerte que corra en el Congreso el proyecto de la salud, que es el termómetro del momento para medir lealtades y rebeliones. Como la que enfrenta el expresidente Gaviria, jefe del Partido Liberal, que ordenó votar contra la reforma y ya se le rebelaron 18 de los 33 representantes de su partido en la Cámara, que piden una discusión más amplia sobre un tema fundamental.
 
  Petro provocó la crisis para reacomodar el gabinete y la cúpula del Estado en función de su plan de gobierno. Desbaratada la coalición falta ver, repito, cómo le va en el Parlamento con unas colectividades políticas donde no se sabe bien si priman la disciplina de partido, la solidaridad de bancadas, la objeción de conciencia o la tentación de la mermelada. El presidente podrá aplicar presión personal directa y tratar de brincarse a los jefes de los partidos, con tal de salvar un proyecto que él considera crucial. El abrebocas del paquete de 35 reformas que tiene preparado.
 
  Se vienen tiempos de agitación y frenesí político que no deben llevar a oposición y Gobierno a un “punto de quiebre” que agrave el desasosiego que ya se siente en el país.  La pauta que se trace desde la jefatura del Estado es decisiva. Mañana, primero de mayo, en una fecha emblemática para la izquierda, el presidente Petro regresará al balcón en la Plaza de Bolívar. Seremos todo oídos.
 
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   El asesinato del valiente periodista cordobés Rafael Moreno no puede quedar impune. Sería una mancha de deshonra para la justicia colombiana no castigar a quienes ordenaron la muerte de un investigador y líder comunal que venía denunciando con lujo de detalles el robo sistemático de dineros públicos destinados a obras comunitarias.

  Indicios y pruebas apuntan hacia dos clanes familiares con antecedentes del sur de Córdoba, en los que figuran exalcaldes y diputados, lo que confirmaría que políticos corruptos son los principales instigadores de la muerte de periodistas en sus regiones.
   Rafael Moreno advirtió que lo iban a matar por sus denuncias y lo mataron. Y sus asesinos materiales e intelectuales andan hace ocho meses sueltos y tranquilos. Una vergüenza.   
 

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