Japiberdi, señores locutores. Ñapa, el malpensante Ricardo Bada

El “Chiquito” Eduardo Aponte Rodríguez.

Por Óscar Domínguez G.

Los locutores no están hechos de carne y hueso sino de kilociclos o kilovatios-hora. 

En lugar de corazón o de manzana de Adán tienen un micrófono incorporado a manera de logotipo. El micrófono es el pretexto del que se valen  para penetrar en la intimidad de las casas y narrarnos lo que sucede en la desvirolada parroquia global.

Sacan pecho cuando abren el Evangelio de Juan (Jn. 1,1) y leen: “En el principio era el Verbo”. Asumen que les están haciendo el homenaje de reconocerles su vigencia perpetua.

Contaba Jim Morrison: “El abuelo decía que los lakotas se hacían esta pregunta: ‘¿qué les pasa a las historias si nadie las cuenta?”’. Los locutores fueron hechos para que las historias de todos los pelambres no se queden en el olvido que es el alzhéimer del tiempo. 

No pude saber qué tienen en común los locutores y Santa Catalina que preside el 24 de marzo su día clásico desde cuando se creó la Asociación que los agrupa en Locombia, la ACL. 

En todo caso, el patrono es el arcángel Gabriel quien le anticipo de viva voz a María la chiva de que sería mamá. El marido, José, no tenía ni veniales de lo que se veía venir. Sin confirmar sí lo digo: El arcángel tenía voz de locutor de la BBC de Londres.

Los locutores son juglares modernos de la historia. Se ganan el pan con el sudor de la rotativa que tienen en la garganta.

Todas las noticias van a un limbo o purgatorio reservado a los locutores. Cuando se duermen para siempre –porque los locutores “no mueren sino que quedan encantados”- se vuelven a encontrar con todas las noticias en el orden que las leyeron, padecieron o disfrutaron.

Con las lecturas que hicieron en vida construyeron el camino entre esta vida mortal y la eterna.

De niño escuchaba radio en onda corta en un Zenith Transoceanic que sobrevivió a los discursos nazis y a las bombas de la segunda guerra mundial. No sabía qué decían esas lenguas para mí hostiles, deliciosamente misteriosas. 

¿Cómo así que el mundo funcionaba también con gente que no hablaba nuestro idioma?  “Sorpresas te da la vida…”, diría ese locutor con orquesta que es Rubén Blades.

También me preguntaba a qué horas y por dónde se metían los locutores a los aparatos de radio. Es lo más agudo que recuerdo haber dicho en vida.

El Trío Matamoros le puso música a una inquietud de infancia: “Mamá yo quiero saber ¿de dónde son los cantantes?”. Yo hacía la misma pregunta … pero con los locutores. 

Todos tenemos nuestra propia lista de locutores: Jaime Tobón de la Roche, Guillermo Hinestroza Isaza, Pastor Londoño, Luis García, Gloria Valencia de Castaño, Pacheco, Judith Sarmiento, Bernardino Hoyos quien cargó ladrillo en la BBC y cerró su parábola al frente de la bogotana emisora de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Otto Greiffenstein, Juan Harvey Caicedo, Eucario Bermúdez, Armando Osorio, Hugo Alberto Muncker,  el chiquito Aponte Rodríguez, Becerra Ruiiiiiiz, Manolo Villarreal, Cristóbal Américo Rivera, los Sánchez Cristo, Niño Mendoza, Piedrahíta Pacheco…”. Hagan su propia lista, señores… Aponte, en el noticiero Todelar, fue el primero en leer una noticia redactada por mí. Era de este inofensivo corte: Contrabando por 25 millones de pesos incautó hoy la policía en una bodega al norte de Bogotá.

Otro locutor, periodista y escritor de todas las charreteras, Ricardo Bada, de La Voz de Alemania, me despertó durante varios años para que contara con qué despelote nos despertábamos en Colombia. Lo mismo hacía Ramón Chao, de Radio Francia Internacional. Como nunca me volvieron a llamar, renuncié. Le renuncie a nadie, pero renuncié, que es tan liberador.

Los locutores, sobre todo los de radio, disfrutan de ese obligado anonimato que consiste en contar historias sin dar la cara. Asumen, con Freud, que la inmortalidad consiste en ser amado por mucha gente anónima: quienes los escuchamos. O escuchamos y vemos, gracias a la imagen. 

Agradecidos muy, muy agradecidos por la compañía porque llegamos a casa y de una prendemos la radio o el televisor: se acabó la soledad.

Así como los perros fieles terminan por parecerse a sus amos, los oyentes-televidentes terminamos pareciéndonos a nuestros locutores preferidos. Los dioses guarden a estas privilegiadas gargantas profundas en cuyas voces jamás se oculta el sol. Felicitaciones, pibes en su día. Que el arcángel Gabriel los protega al atravesar la calle. 

 (Notas pasadas por latonería y pintura).

EL MALPENSANTE BADA

Enfant terrible del periodismo cultural, Ricardo Bada, “español ginecológico”, tiene más vida que el gato, el Opus Dei y una mujer fácil juntos. Con exactitud de reloj suizo el 10 de junio cumple años. Para venir a Colombia la última vez, este abuelo que ennietece en Colonia, Alemania, se olvidó del veto que se había impuesto de no atravesar más el charco. Sus cofrades de la revista El Malpensante, Andrés Hoyos y su esposa Rocío Arias lo invitaron al tercer festival donde compartió vivencias de inmigrante y habló de sus audacias literarias.

EAFIT lo tuvo en su jurisdicción hablando sobre la obra de Juan Ramón Jiménez. Y  en Otraparte, de  Envigado, donde manda el Tavo Restrepo, el irónico, sarcástico y perfeccionista andaluz dio una charla sobre uno de sus oficios: el de traductor-traidor. 

Mejor telonero que su amigo y anfitrión Héctor Abad no habría podido inventar.

Ricardo Bada, a sus ochenta y pico lúcidos años abandona la que fue su casa en Colonia, Alemania. A pesar de los pesares, Bada sigue con todas laas luces encendidas.

En Bogotá recibió un inesperado – para él- homenaje del director de la HJCK, Álvaro Castaño Castillo quien abandonó su biblioteca solo para confesar que en el sonetista libidinoso de Huelva, reconoce a su maestro en periodismo cultural. (Muchos le pusimos papel carbón al homenaje. Me pongo en primera fila pues he sido “víctima” de sus enseñanzas desde cuando era mi jefe en la DW (Voz de Alemania”. Le debo más de una llamada a las 4 de la mañana para que informara a la vieja Europa sobre algún despropósito nuestro. Mientras yo hablaba sobe las desgracias que Dios en su bondad nos deparó, ladraba Yiya, mi mascota. Nunca cobré por el aporte que hacía mi French Poodle).

Al reconocimiento de Castaño reviró Bada diciendo que “el asunto es al revés”. Y sabe por qué lo dice pues durante años fue su compañero de pilatunas en París. (También en París solían almorzar en la brasserie Lipp con Álvaro Mutis, quien lo condecoró con esta metáfora: “Eres un estajanovista de la amistad”). 

Castaño recordó que lo máximo que ha escuchado en reportajes de radio cultural, ha sido uno de Bada para la DW (Voz de Alemania) a la muerte del cronopio Julio Cortázar quien arrastraba la erre como si fuera una carrito de madera. El informe  incluye  la voz del fallecido  Cortázar en su contestador automático diciendo que no está, y pidiendo que le dejen la razón. 

Aparte de ser un lector consumado con una voz que rivaliza en sonoridad con la de Álvaro Mutis, Bada es colombianólogo feliz. Difícil encontrar alguien  que tenga tantos colombianos principales en su hoja debida.

De García Márquez, Bada revisó, dirigió la antología y publicó en alemán su obra periodística. El Nobel no es gallo que lo desvele con su prosa.

Nada se le ha quedado entre el tintero. Algo que rima con su condición de “republicano agnóstico” que no tiene interés en reencarnar… salvo en un cuento o un fandango, en su amada Jane Austen, la novelista inglesa, en alguna de las jijuemil películas que ha disfrutado como cinéfilo voraz, en una “doncella desdoncellada”, o  en su diario escrito en un  español siempre exquisito. No se permite el mínimo atentado contra la luenga lengua que domina al derecho y al revés, “en la periferia, en el fondo y en el subfondo”.

No sé pensando en quien (¿¡) dijo que “el amor consiste en envejecer junto a una persona, aguantándose las ganas de retorcerle el pescuezo, y de que se lo tuerzan a uno”. 

También sostiene que en este mundo “cada vez más ancho y CNN”, al lado de la revolución del euro, “la Revolución Francesa es una escaramuza”. 

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