Por Óscar Domínguez G.
Ángel Romero o el Pupo Manjarrés como le decíamos fue tremendo cronista.
Y sabía conducir a sus pupilos que lo éramos todos. Como Roberto Vargas, también lo disfruté cuando era el jefe de redacción bajo la batuta de Orlando Cadavid, otro colega y amigo que tomó el camino de la eternidad.
Eran los tiempos de Colprensa en el barrio La Merced. Daba cartilla con tanta elegancia y discreción que el cuento nos entraba sin darnos cuenta.
«Hermano, creo que la noticia es por este lado», decía de pronto. Y tenía razón. No solo repicaba sino que andaba en la procesión: hacía las noticias o las crónicas en menos que se persigna un ñato.
En asuntos periodísticos no comia cuento. Imposible engañarlo. Se tenía confianza para las grandes chivas. García Márquez lo felicitó en alguna ocasión.
Chiviaba y se quedaba impávido como un queso pornográfico. Corregía con ternura de abuelo. Apenas sí se le oía la voz. Como para no incomodar,
Era un caribe que vestía de cachaco y chaleco, para más piedra. Para la rumba estaba solo en el patio. Creó el cartel del gozaderal .
Larga vida más allá de la vida para Romero Bertel Ángel Gabriel. Y mis condolencias para su mujer e hijos .Siempre lo extrañaremos.