¡94 años 94! Noticia del hombre Orquídea , Guillermo Angulo

Por Óscar Domínguez

Anorí, Antioquia, 9 de abril de 1928  (Oreja Press).- Felizmente, el método del ritmo no funcionó y por eso, desde hoy, gracias a un bogotazo de amor, “habemus” petacón en casa de la familia Angulo Peláez.  

El parto del chiquitín Guillermo fue normal. La comadrona anoriñense se fajó a la hora de cortar el cordón umbilical  y enterrarlo en la huerta. La Negra Peláez entró en  vacaciones forzosas (dieta) de 40 días en los que los platos rotos los pagarán aves de tacaño vuelo, también llamadas gumarras. Pasada la dieta, mamá saldrá para el próximo buchón. Papá Luis Eduardo Angulo alista la munición.

Su gracia será  Guillermo y su razón social o distintivo será el de maestro Angulo. Desde su condición de tal practicará a rajatabla el mandato del Dalai Lama: Comparte lo que sabes, es una forma de alcanzar la inmortalidad. A los 90 años será abuelo primerizo de Martín, hijo de Alejandro y Diana.

Tan pronto “acigüeñizó”, el mínimo  aries atacó la producción láctea de mamá, la Negra Peláez

Se gastará la vida en amor, periodismo, literatura, cine, música, amistad, diplomacia, la alegría de vivir, política, conversación, cocina, idiomas, la fotografía artística y yerbas afines. 

Su experiencia de vida la resumirá muy certeramente en su libro “Gabo + ocho”. El diseño de cubierta y páginas interiores es de su hijo Paolo. La obra está dedicada a su esposa: “A Vanna, en su laberinto”. El libro que recuerda a sus grandes amigotes, empezando por el Nobel García Márquez, debería ser de obligatoria lectura.

Descifrando el vuelo de los colibríes de Anorí,  una gitana vaticinó que en su finca (Orquidiócesis de Tegualda, en Choachí, Cundinamara) – que perteneció del presidente Abadía Méndez-, cultivará orquídeas, heliconias y  anturios. Que no falten la Victoria amazonica ni  la chilenísima Araucaria excelsa sembrada por el mentado Abadía. Cultivará por placer, no por negocio. 

Algunos de sus personajes inolvidables serán el ensayista mexicano Alfonso Reyes y el botánico francés Aimé Bonpland, compañero de ruta de Humboldt. 

Diez segundos después de abandonar el hotel de cinco estrellas de mamá la Negra Peláez, el menudo terrícola editorializó con berridos que escucharon hasta sus antepasados mineros, los indios noris.

Por la forma de atisbar su entorno, sus padres anticiparon que el principal oficio del crío será mirar, mirar, mirar.

Entrado en almanaques, el gourment-gourmand comerá quesos pornográficos y tomará vinos castos en París con amigos de sus aurículos y ventrículos, García Márquez y Rogelio Salmona, en cuyas Torres del Parque, en Bogotá, vivirá al alcanzar la condición de “noventennial”. 

Es de los poquísimos que figurará en la lista de invitados por un tal Gabo a México cuando cumpla años. Angulete será el hipocorístico que le colgará el primer Nobel que tendrá Macondo.

No dispondrá de un segundo para aburrirse. Poblará sus ocios cazándoles gazapos a los depredadores del idioma. Valió la pena vivir solo por cazar lapsus será su divisa.

En su lucidez de activista de izquierda zanahoria, se ganará la vida  al frente del periódico  “Ciudad Viva”, prótesis cultural de la alcaldía de Bogotá que descontinuó un despistado alcalde de cuyo nombre no vale la pena acordarse. Se puede rastrear en la red.

El párvulo reencarnará en orquídea en próxima andadura. Algo de su sabiduría botánica se la deberá a un forzoso sabático ecológico por cuenta de individuos que reducirán su libertad a su mínima expresión. En el cambalache con los cacofónicos alebrestados en armas de las Farc, el maestro Angulo les cocinará y enseñará inglés e italiano.

Esto hará que se produzca, al revés, el síndrome de Estocolmo: los pupilos de Tirofijo quedarán tan amañados con el de Anorí que casi no lo soltarán. 

Del secuestro quedará el escrito “Soledades”, que empieza así: “En reclusión, la primera sorpresa que nos depara la soledad es que el reloj biológico se descontrola y empieza a caminar más rápido, como tratando de llegar más ligero a la libertad…”.

Aunque hay 35 mil variedades de orquídeas, descubrirá una no clasificada que se llamará Sobralia mutisii en honor del sabio Mutis.

Su Beatriz en la vida real se llamará Vanna Brandestini, de Florencia, Italia, no Caquetá. Esta coyuntura  le permitirá leer en su salsa florentina la Commedia (nada de Divina, porque Dante no la bautizó así. Sostiene el políglota Angulo).

A cuatro manos, papá y mamá fabricarán a Alessandro, exitoso productor y director de fotografía, padre de su nieto, y a Paolo, talentoso diseñador de libros, taita  de tres gatos, los que elevarán a cuatro los nietos de los Angulo Brandestini. Los dos vástagos hicieron la primaria en sus oficios mirando la publicidad de la revista Play Boy, no las viejas ligeras de equipaje que poblaban sus páginas. La estética por encima de Onán.

De sus vástagos dirá Angulo que el mayor, Alessandro, dicharachero y descomplicado, fiel copia del original paterno, querrá ser millonario y le irá muy bien. El menor, Paolo, callado e introvertido como la “sua mamma”, soñará con ser pobre y le irá mucho mejor que a su hermano.

Los arúspices de la parroquia vaticinaron también que el pequeño llegará a la noventena con todas las luces encendidas y con el alias de Babbo, como lo llamará su” falsa hija” (nuera). Y con la alegría de vivir intacta.

Yo, Guillermo Angulo, me confieso

(Entrevista publicada en El Tiempo)}

 

No es fácil ser abuelo y bisabuelo primerizo al mismo tiempo. Pocos lo consiguen. Lo logró el maestro Guillermo Angulo, quien el lunes 9 de abril cumple sus primeros 90 años.

  

Óscar Domínguez (OD)¿Que 90 años no son nada?  

  

Guillermo Angulo (GA) Apenas un accidente matemático, que le puede pasar a cualquiera. Basta esperar un poco. 

  

OD: ¿Lo bueno, lo malo y lo feo de marcar empezando con el 9?  

  

GA: Lo bueno, nada; lo malo, todo; y lo feo, desde chiquito.  

  

OD: ¿Está preparado para envejecer?  

  

GA: Llevo entrenándome noventa años. Estoy preparado para todo, menos para que me llamen “adulto mayor”. Al que me diga así le rompo la cara, m… (Mi mamá me dijo que nunca usara esa palabra).  

OD: ¿Don Luis Eduardo, su padre, le enseñó a decir «malas palabras»? 

GA: En su vida estuvo a punto, apenas una vez, de cometer una «grosería»: dijo de alguien que era «un pendolo«. 

OD: Usted y la señora VannaBrandestini —su esposa—, casi no bajan bandera como abuelos de Martín Angulo Camargo…  

  

GA: Éramos estériles como abuelos (solo teníamos nietos gatos) y nos curamos. ¡Milagro! ¡Milagro!  

  

OD: De las disciplinas que domina ¿cuál desea que le herede el nieto-bisnieto Martín?  

  

GA: La de jardinero.  

OD: “Princesa etrusca de rara calidad”, bautizó a su esposa el maestro Santiago García. ¿Cómo la definiría usted?  

  

GA: Como “princesa etrusca de rara calidad”.  

  

OD: ¿Primer recuerdo que tiene de niño?  

  

GA: Mi abuela mandándome a prender su tabaco [sin chuparlo, mijo] para decir que mi madre estaba “enferma” (embarazada).  

  

OD: ¿Primer recuerdo que tiene de Anorí?  

  

GA: Mi tío Arturo mostrándome sus dados y diciéndome que se llamaban “muelas de santa Apolonia”.  

  

OD: ¿De qué material están hechos los anoriseños como usted?  

  

GA: De buen humor, mezclado con deleznable acero inolvidable.  

  

OD: ¿Quién lo metió en el camino de la fotografía, la corrección de textos, el periodismo, la traducción, las orquídeas, la andareguiadera, la diplomacia?  

  

GA: Los amigos y la curiosidad. (La misma que mató al gato).  

  

OD: ¿Mejor consejo que ha oído?  

  

GA: Para hacer buenas fotografías, lea cuidadosamente las instrucciones de la Kodak, y haga todo lo contrario.  

  

OD: ¿Su mejor foto? 

GA. La de una madre en una manifestación, en el Zócalo de Ciudad de México. 

OD: ¿Mejor consejo que ha dado?  

  

GA: Ni dé, ni oiga consejos.  

  

OD: ¿Propósito que siempre hecho y que nunca ha cumplido?  

  

GA: Dejar de fumar. No he podido (porque nunca he fumado).  

  

OD: ¿Cosas que se le han quedado entre el tintero?  

  

GA: Aprender mandarín.  

  

OD: ¿Fue traumático el tránsito de Anorí a Medellín-Bogotá-México-Roma-Cataluña-Nueva York?  

  

GA: Muy duro para el campesino. Todavía no me repongo.  

  

OD: De sus profesiones lícitas conocidas ¿con cuál se identifica más?  

  

GA: Con la de jardinero, que solo me ha llevado a dejar dinero.  

  

OD: ¿Mientras más conoce a los hombres más quiere a sus orquídeas?  

  

GA: No conozco a los hombres (a las mujeres, menos) y a las orquídeas las quiero sólo para fotografiarlas.  

  

OD: Aparte de una ‘nueva’ especie de orquídea ¿qué más le dejó el secuestro que ‘sufrió’ por parte de las Farc?  

  

GA: Conocer “la otra Colombia”, la abandonada de Dios y de los gobernantes.  

  

OD: ¿Por qué Belisario lo escogió a usted para seleccionar a los doce amigos que acompañarían a García Márquez a recibir el Nobel en Estocolmo?  

  

GA: Porque estaba cerquita.  

  

OD: ¿Frase de su amigo Nobel que no tengan los demás mortales?  

  

GA: Gabo me dijo: “Ser buen escritor consiste en escribir una línea y obligar al lector a leer la siguiente”.  

   

OD: ¿Objetos que siempre lleva consigo?  

  

GA: Un escapulario. Los ateos de Lasfar me dijeron que para las balas.  

  

OD: ¿Es hora de regalarnos un ateo como presidente? 

GA: No se puede, en un país consagrado al Corazón de Jesús. (A una víscera, decía Bernardo Ramírez). 

OD: ¿Le ha pasado algo que le cambió la vida?  

  

GA: Sí. Un milagro. Mi Victoria amazonica —que estaba agonizando—, el pasado Domingo de Resurrección de pronto “se levantuvo y andó”. O sea, resucitó.  

  

OD: ¿La virtud y el defecto que le gustaría tener?  

  

GA: Aunque ya es un poco tarde, diría con san Agustín (mirando al cielo): «Señor, dame la castidad, pero no todavía”. En cuanto a defectos, como decía antaño una propaganda de Pielroja: “No aspiro a más, ni me contento con menos».  

  

OD: ¿El fracaso más creativo que ha tenido?  

  

GA: No haber hecho buen cine.  

  

OD: ¿Lo que más le gusta regalar?  

  

GA: Libros y música.  

  

OD ¿Lo que detesta que le regalen?  

  

GA: Corbatas.  

  

OD: ¿Qué día de la semana odia y cuál le gusta más?  

  

GA: “El lunes, por ejemplo, es de cianuro”. Lo odio. Amo el viernes: me voy a jardinear.  

  

OD ¿Con qué amiga o amigo de juventud le gustaríareencontrarse?  

  

GA: Más a menudo: con Susan Flaherty y Rodrigo Moya, en Cuernavaca, México. 

OD: ¿Lo calumnia su paisano Moya cuando dice que usted fue su maestro de fotografía?  

GA: Yo digo que la fotografía no se puede enseñar, porque es una manera de ver. 

OD ¿Libro que desearía haber escrito?  

  

GA: Ni siquiera un libro; un ensayo: “Visión de Anáhuac”, de Alfonso Reyes.  

  

OD: ¿Disfruta a cabalidad de lo que tiene?  

  

GA: Apenas estoy terminando el inventario.  

  

OD: ¿Sigue a pie juntillas las sugerencias de su horóscopo?  

  

GA: Si lo leyera… A duras penas sé que soy Aries. 

 

OD: ¿Es más lo que sabe o lo que desconoce de usted?  

  

GA: Él y yo no nos conocemos. Apenas “nos distinguimos”.  

  

OD: ¿La habilidad manual que le gustaría tener?  

  

GA: Ser mejor carpintero que san José.   

  

OD: ¿Personaje que más admira?  

  

GA: Picasso  

  

OD: ¿Se sometería al detector de mentiras?  

  

GA: No, porque lo daño.  

  

OD: ¿De los años que tiene, cuál le ha gustado más?  

  

GA: El primero. Me dijeron que “tenía toda una vida por delante”.  

  

OD: ¿Su plato favorito?  

  

GA: Soy paisa: los frisoles.  

  

OD: ¿Se sale fácilmente de casillas?  

  

GA: Diurna y nochemente.  

  

OD: ¿De qué se arrepiente?  

  

GA: De no tener de qué arrepentirme.  

  

OD: ¿Primer libro que leyó?  

  

GA: El Catecismo del Padre Astete, el mejor de todos. 

OD: ¿Entonces cree que “Dios es un Señor infinitamente bueno, sabio, justo, poderoso, principio y fin de todas las cosas”? 

GA: Las enseñanzas de Astete son indelebles. Yo las recuerdo al salir de casa, al entrar a la iglesia, al comer y al dormir. 

OD: ¿Libro que está leyendo?  

  

GA: Releyendo: La tumba sin sosiego, de Cyril Connolly.  

  

OD: ¿Quién le gustaría haber sido?  

  

GA: Aimé Bonpland  

  

OD: ¿Qué es un amigo?  

  

GA: Alguien con quien se puede conversar.  

  

OD: ¿Personaje que más ha influido en usted?  

  

GA: El Sagrado Corazón de Jesús.  

OD: ¿El cuadro del Sagrado Corazón colgaba de la pared de la sala de su casa en Anorí?  

GA: Y en pared de la «Orquidiócesis de Tegualda», mi casa de campo. 

OD: ¿Qué le gustaría olvidar?  

  

GA: Don Alois me está haciendo prolijamente ese trabajo, en forma sistemática y gratuita. Nunca lo olvidaré.  

  

OD: ¿De qué le gustaría morir?  

  

GA: De avión, o de quirófano.  

  

OD: ¿En quién le gustaría reencarnar?  

  

GA: En un gato. Por esa frase que se oye en todo el mundo, menos en Italia:Il dolce far niente.   

  

OD: ¿Cree en el más allá?  

  

GA: Antes tengo que resolver la dualidad de significados de la palabra escatología.  

  

OD: ¿Qué piensa del más acá?  

  

GA: Que está muy cerquita.  

  

OD: ¿Cree en el infierno?  

  

GA: Yo sí, pero el papa Francisco, no.Una amiga, al saber la noticia de que el infierno no existía, exclamo: ¡Si yo lo hubiera sabido antes! 

 

OD: ¿Listo el epitafio?  

  

GA: Sí: The End  

  

OD: ¿Por qué desea que lo recuerden?  

  

GA: No quiero que me recuerden. Quiero morir de incógnito (con gafas oscuras) y sin obituario.  

Un texto de Angulo que también encontré

Más que lector soy –o mejor, quisiera ser– corrector de pruebas. Y no ejerzo, porque es el oficio más injustamente pagado de toda la cadena editorial. Mis libros están llenos no de inteligentes anotaciones –no he encontrado una sola en las relecturas– sino de correcciones. El goce de descubrir un error (donde menos se piensa salta el gazapo) va en natural proporción a la importancia del autor.

Ya Augusto Monterroso en su delicioso artículo “Sobre la traducción de algunos títulos”, que forma parte del libro La palabra mágica, había osado corregir a Borges, no sin cierta vergüenza, sobre el significado de la expresión The Sound and the Fury, por lo general traducida como El sonido y la furia:

El sonido y la furia de William Faulkner, que suena tan bien y sugiere tanto desde que alguien sin mucho amor al Diccionario tradujo literalmente el pasaje de Macbeth, en que éste propone que la vida es un cuento contado por un idiota, pero a quien jamás se le ocurrió que las palabras siguientes en que se apoya: “full of sound and fury” iban a ser traducidas por otro quizá no tan idiota pero quien ni de broma intentó preguntarse qué cosa fuera eso de un idiota lleno de “sonido y de furia”. […] Por ahora yo sólo me atrevo a proponer a ustedes que vean en su Concise Oxford Dictionary lo que “sound and fury” quiere decir en el texto de Shakespeare: únicamente «bla bla bla».

Pues yo voy a llover sobre corregido y me voy a meter nada menos que con el mismo Borges y su carnal Bioy (Casares era a Borges lo que Marcelo al cómico mexicano Tin Tan). En una entrevista cuenta Jorge Luis Borges que él aprendió italiano leyendo una versión bilingüe de La Commedia de Dante, mientras viajaba en tranvía al trabajo. Eso es como decir que un extranjero aprendió español leyendo el Mio Cid o al Arcipreste de Hita, que ambos necesitan traductor hasta para los que creemos saber español. ¿Cómo haría Borges, con ese idioma dantesco, para pedir un cappuccino o comprar un billete de avión? All&aa…

CANDIDATO A MEJOR EDITOR

Por medio de este texto, y a sus espaldas, lo propuse como mejor editor en el Festival de García Márquez que se realizó hace muchos aguaceros en Bogotá. No triunfé:


Ha sido fotógrafo, cinematografista, diplomático, periodista, cronista, orquideólogo, gocetas y editor…, el cargo en el que más a gusto se ha sentido a lo largo de sus días y sus noches. 

Lo conocí y “padecí” como director y editor de Ciudad Viva, periódico (q.e.p.d.) de la alcaldía de Bogotá. No parecía un periódico con tufillo oficial.

Es de los que corrige con tanta sabiduría y certeza que casi le pide perdón al gazapeado por haberlo pillado in fraganti. Enriquece y corrige de tal forma, con tal delicadeza, que parece que le dijera a su “víctima”: Esto lo sabes tú pero lo habías olvidado.

Fue encargado por el presidente Belisario Betancur de escoger a los doce mejores amigos de García Márquez para acompañarlo a recibir el Nobel de Literatura a Estocolmo.

De don Gabriel recibió esta cartilla: “Ser  buen escritor  consiste en  escribir  una  línea y obligar  al lector a leer la siguiente”.  

Ha aplicado esa receta a la hora de redactar sus textos que siguen apareciendo en revistas como El Malpensante. La receta Nobel la aplica también para los textos que enriquece de oficio ahora que no  ejerce adscrito a ninguna nómina.

Los textos que le llegan de sus amigos que somos alumnos suyos  en la sombra, este Clemente Manuel Zabala de Anorí, Antioquia, suele comentarlos y desguazarlos con humor de la mejor ley y con sabiduría y amor de abuelo, condición que alcanzó a  sus primeros 90 años. 

Si se entera de que lo estoy proponiendo como mejor editor, este joven nonagenario al que García Márquez no  bajaba de “Maestro” me retira el saludo y la mirada.

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