Réquiem por un bar

Por Óscar Domínguez Giraldo

Tiempos hubo en que para estar cerca del “volcán de tu pecho arriba de tu cintura” de la amada, tocaba esperar que en las fiestas sonara un bolero.

Para evitar que la amacizada se convirtiera en pecado y en muchachos, Dios creó a las suegras y a los hermanos mayores que monitoreaban – y distanciaban- a las parejas más audaces.

Muchos somos deudores morosos, amorosos, clamorosos y candorosos del género. El bolero siempre ha sido la voz de nosotros los pusilánimes.

Dice que los boleros, editoriales de amor con guitarra, son cursis. Falso: La frase: “Usted es la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos”, es tan contundente como la entrada del Génesis: “En el principio creó Dios el cielo y la tierra”

Hijos hay que se preguntan cómo sus padres se enamoraban con semejante cursilería. No es mi caso. Loado sea el Buda, pero entre los bienes intangibles que heredarán mis vástagos, en vez de muelles apartamentos en París, Madrid, Roma,  los dejo en la dulce compañía de boleros, tangos, salsa…

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Un bolerazo bailado al estilo de los años sesenta… (Álbum familiar)

Quienes andamos con el sol a la espalda, nos hacemos cruces con las letras de los reguetoneros. Cito de memoria una nada más:  tú pones los condones, yo me encargo del resto… J. Balbin, el Niño de Medellín, y Maluma, cantan canciones cuyas letras harían sonrojar una mapaná.

Prefiero letras de este corte: “Únicamente tú, eres el todo de mi ser”. O: “Dos gardenias para tí”. Porque tampoco se puede serenatear a la novia con sofisticados sonetos de Quevedo o de Shakespeare. Así no levantaríamos ni p’al  bus, sexualmente hablando.

El bolerista que llevo por dentro se me activó cuando leí en El Colombiano una crónica-réquiem-obituario de Sara Buitrago en la que anticipa el cierre a partir de abril de Bolero Bar, 40 años y una pandemia después de iniciar actividades. 

Desde que se supo la mala nueva, los nostálgicos de la primera línea iniciaron rogativas para evitar el cierre. 

Clausurar un lugar de culto como ese, es tan lamentable como dejar de practicar el sexto mandamiento. Jorge Buitrago Montes, fundador del Bar, decidió regresar a su terruño, Santa Rosa de Cabal.

Semanas atrás, Cuba declaró el bolero Patrimonio Cultural de la Nación. La inmensa  Omara Portuondo  interpretó la declaratoria como un “homenaje a tantos artistas y boleristas del mundo y de Cuba”, patria del bolero.

Menos mal sobreviven programas de radio que le rinden pleitesía. Como ”Conversación en tiempo de bolero” que César Pagano presenta en horarios imposibles – cuatro a cinco de la mañana- en las emisoras de la Pontifica Bolivariana  (92.4 FM) y la Universidad de Antioquia (1OO.4 FM). Y faltan datos.

“Corruptor de mayores”, llama el octogenario César al bolero. ¿Será por eso que Agustín Lara estuvo prohibido en México?

Se buscan mecenas que le den respiración boca a boca a Bolero Bar. Si no es posible salvarlo, interesados en echarse una canita musical pueden hacerlo entre jueves y sábado. Buses a todos los barrios. (No seré de la partida allí porque mi bohemia de agua aromática no da para esos trotes).

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