Por Orlando Cadavid Correa
Acaban de salir de la talentosa imaginación del notable escritor y crítico gramatical caldense Efraím Osorio López dos joyas literarias de gran factura sobre un par de eximios maestros de la lengua castellana: “La sabiduría de Don Miguel de Cervantes Saavedra” y “El pensamiento de Lope de Vega”.
La contraportada cervantina corrió por cuenta del erudito escritor y catedrático Germán Zuluaga Uribe y es del siguiente tenor:
“Luego de leer con sumo cuidado y cumplido deleite el libro “La sabiduría de Miguel de Cervantes Saavedra”, puedo asegurar confiadamente que se trata de una obra meritoria.
Es un abundante florilegio, casi que exhaustivo, de la producción literaria de esa cumbre de la literatura universal.
Y consta, además, de la oportuna explicación de algunos textos, no porque éstos sean de difícil comprensión, sino porque don Efraím aplica una enseñanza elemental de la teoría literaria que advierte que todo texto está dentro de un contexto. Y él lo explica desde su completo conocimiento de toda la obra de don Miguel, ayudándose a veces de los comentarios de autorizados cervantistas.
Las más de las veces, después de las afirmaciones y sentencias de esa alma generosa y sabia de Cervantes, añade una paráfrasis oportuna y discreta que corona y completa su esfuerzo de selección. Agrego que, al empezar la lectura del libro, me pasó por la cabeza pensar si no sería un reto insuperable poner después de los apotegmas cervantinos un texto personal. Y a fe que don Efraím sale airoso de tan exigente compromiso, pues no en vano es él un diligente catador de las obras completas de don Miguel, y pasa así a ser un miembro más de la selecta cofradía de los cervantistas”.
En tratándose de contraportadas, tenemos el gusto de abordar el texto que escogió el maestro Osorio López para su libro sobre el pensamiento de Lope Vega, su segundo parto editorial que nos ocupa, y que a la letra dice:
“No hubo escritor entre griegos, latinos, italianos y españoles que le igualasen en tener todas las circunstancias de perfecto poeta; porque, miradas con atención sus obras, es fuerza confesar que su blandura en los versos enamora, su agudeza en los pensamientos admira, su propiedad en los atributos satisface, su noticia en las imitaciones suspende, su verdad en los avisos aprovecha, su variedad en las materias deleita, y la facilidad con que todo lo hacía asombra; pues aun la pluma no alcanzaba a su entendimiento, por ser más lo que él pensaba que lo que la mano escribía. Hacía una comedia en dos días, que aún trasladarla no es fácil en el escribano más suelto (…) Mucho es esto, pero más es lo que sigue: perdonen los antiguos y tengan paciencia los modernos. Alcanzó por sus aciertos un modo de alabanza, que aún no pudo imaginarse de hombre mortal, pues creció tanto la opinión de que era bueno cuanto escribía, que se hizo adagio común, para alabar una cosa de buena, decir que era de Lope” (Juan Pérez de Montalbán, natural de Madrid y notario del Santo Oficio, 1636).
La apostilla: La patria de cada uno no es sólo el lugar donde ha nacido. Patria es el pueblo donde nos hemos formado, educado y consolidado las cualidades que constituyen nuestra personalidad (Francisco Canaro, músico y compositor uruguayo).