Por Juan Carlos Rincón
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El vecino más ilustre de Saint Emilion es Pomerol, cuyos viñedos son considerados la cuna perfecta de la uva Merlot en el mundo y cuyo emblemático Gran Vino Petrus es el sueño dorado de reyes, gobernantes y millonarios. Y entre ellos, el colombiano Alejandro Santo Domingo es socio en un 20% de la bodega, de propiedad de Jean-François Moueix y de su poderosa familia terrateniente en Pomerol e influyente negociante en vinos de Burdeos.
Los mejores vinos de Pomerol se elaboran en general en las partes más altas de la planicie, en la que predominan terrenos de grava con capas intercaladas con arcilla y que se vuelven más arenosas al oeste en los límites con su vecino regional Lalande de Pomerol y donde se producen vinos más ligeros.
Como hecho significativo, en Pomerol no hay vinos llamados Cru, no hay una clasificación específica y los mejores se identifican simplemente en su etiqueta como Gran Vino (Grand Vin), aunque no es obligatorio. Su calidad la determina la tradición histórica respaldada por la demanda de consumo.
La magia de los vinos de Pomerol está en su subsuelo único y distintivo, compuesto de una mezcla muy firme y pedregosa de la llamada “Crasse de fer” (escoria de hierro) y de arcilla. Ese terreno con alto contenido de óxido de hierro le da a los vinos un sabor característico; a mina de lápiz (grafito) que es una señal de la mineralidad, aceitoso y con aromas de trufa.
En vista de la alternancia de la tercera etapa del Tour de France 2020 entre terreno plano y de media montaña, entre lluvia y sol, y la continuidad de la buena actuación de los ciclistas colombianos (cuatro entre los primeros 11), descorché hoy un Pomerol “generación millennial” y en plenitud: Château Petit Village de la cosecha 2001, el año en que regresé a vivir a Europa.
En mi primera época en Europa en los años 90 tuve la fortuna de vivir y seguir la evolución y transformación política y democrática desde el centro ejecutivo de la Unión Europea, Bruselas, donde se inició mi inmersión en los vinos del mundo. Y luego, a lo largo de este siglo he disfrutado de otra evolución que he seguido en permanencia; la acelerada transformación y modernización de los vinos de Burdeos. Uno de los que se ha renovado notablemente es Château Petit Village.
Su terruño está compuesto por grava profunda con arena, tiza y suelo arcilloso sobre mineral de hierro. Desde 2008, el vino ha mejorado en calidad y precisión técnica, con mayor fuerza en sus aromas frutales y minerales. Su composición se ha mantenido casi invariable con un 75-78% de la uva Merlot (dominante en Pomerol) y el resto Cabernet Franc y Sauvignon, cuya proporción depende de la añada. Entre las mejores cosechas figuran las de 2005, 2009, 2010, 2015, 2016 y la muy interesante 2017.
Comprobando un secreto
La propiedad la visité por primera vez en 2003 cuando el grupo internacional francés de seguros Axa lo había adquirido e invertía en la nueva bodega, su sala de vinificación y un centro de acogida turística. En 2004 cambió y depuró la etiqueta clásica que tiene el vino de la tercera etapa y luego en 2007 presentó la nueva estructura técnica durante la feria mundial del vino en Burdeos (Vinexpo), aunque sólo comenzó a operarla al siguiente año.
Recuerdo que me sorprendió que los nuevos tanques de fermentación de la uva eran en hormigón termorregulado (la moda del momento era el acero inoxidable) y estaban pintadas exteriormente de negro; algo inusual y que daba un contraste extrañamente moderno y espacial al interior de la bodega. Además, inauguraron una espaciosa sala de degustación en el segundo piso de las instalaciones, con vista panorámica sobre el viñedo. Debo anotar que el viñedo de Château Petit Village es en realidad una sola parcela de vides de forma triangular y la vista en altura es magnifica, especialmente en los atardeceres rojizos del verano francés.
La botella de Château Petit Village 2001 de hoy tenía además un objetivo muy personal. Comprobar las discretas pero serias recomendaciones de muchos de mis amigos viticultores en Pomerol que me habían confesado años atrás que para ellos la añada 2001 era superior a la 2000 que alcanzó notas y puntajes muy altos entre los críticos especializados, tal vez “emocionados” con el efecto comercial del cambio de milenio. Los enólogos hablan con la sinceridad de su experiencia técnica y hay que aprender de ellos. Siempre guardé en mi memoria sus conceptos con la idea de descubrir la calidad de la cosecha 2001 en plenitud. Tenían razón!
El Pomerol de Château Petit Village se recomienda empezar a beber después de 10 años y en grandes añadas entre 15 y 20. Este 2001 es el Pomerol más elegante, sedoso y amable que he disfrutado en los últimos años y al cual le otorgo 92 puntos en la escala internacional. Es un vino realmente fresco y suave que no seguía la moda de vinos amaderados y de alto contenido alcohólico que predominó durante buena parte de este siglo y que aún sigue. La calidad de un Gran Vino no la dan los aromas marcados de madera de roble y 14° o 15° de alcohol, sino su equilibrio, placer y persistencia en el paladar cuando lo bebemos.
En ese sentido nuestra botella (13°) respondió perfecto a nuestras pizzas hechas en casa con pimienta y orégano y a la tabla de quesos con que almorzamos este lunes festivo en Gran Bretaña. Lo encontré muy superior y más estructurado que el Château Petit Village 2004 (nueva etiqueta) que habíamos bebido en la Semana Santa y que me defraudó con molestas notas astringentes y ácidas.
Muchas veces, como en el ciclismo, vale la pena esperar hasta el momento preciso para conseguir la mayor satisfacción!
* Sitio web de Château Petit Village: www.petit-village.com
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CONFESION: Gracias a las atinadas y honestas observaciones de amigos cercanos y personas que no son especialistas en vinos, he reflexionado sobre el lenguaje que debo emplear en el Tour 2020 con Vinos de Francia. Ciertamente que no escribo para especialistas y probablemente en las primeras etapas olvidé limitar el lenguaje técnico al mínimo. Intentaré ser más casual y utilizar un léxico más comprensible para todos los lectores.