Vidas para leerlas’, de Cabrera Infante

Guillermo Cabrera Infante. Foto RTVE

Por José Vanegas Mejía

He leído nuevamente el libro ‘Vidas para leerlas’ de Guillermo Cabrera Infante. Desde el título se adivina la intención del autor de crear cierta confusión entre los lectores, que indudablemente lo asociarán con ‘Vidas paralelas’, de Plutarco. Pero nada más distinto. En la obra de Cabrera Infante las vidas destacadas no corren paralelas; por el contrario, divergen claramente unas de otras.

Guillermo Cabrera Infante nació el 22 de abril de 1929 en Gibara, Cuba. Fundó en su país la Cinemateca Cubana, de la cual fue director hasta cuando el dictador Fulgencio Batista la cerró. Fue crítico de cine en la revista Carteles, entre 1954 y 1960. Dirigió la revista literaria Lunes de Revolución. Ejerció la diplomacia en Bruselas. Fue partidario y compañero de Fidel Castro, pero al romper con el régimen del líder de la Revolución cubana, se radicó en Londres, donde se nacionalizó.

A partir de ese momento, su crítica al régimen de Castro se acentúa, como puede observarse en la colección de ensayos ‘Mea Cuba’, publicada en 1992. Pero ese aspecto político de Cabrera Infante no lo tendremos en cuenta, por ahora. En cambio, destacaremos el carácter de “punster” o hacedor de retruécanos de este escritor cubano. 

Entre las obras de Cabrera Infante están: ‘Así en la paz como en la guerra’ (1960), ‘Tres tristes tigres’ (1966), ‘Vista del amanecer en el trópico’ (1974), ‘Exorcismos de esti(l)o’ (1976), ‘La Habana para un infante difunto’ (1979). Sobre cine escribió ‘Un oficio del siglo XX’, en 1963 y ‘Arcadia todas las noches’, en 1978; también escribió ‘Delito por bailar el chachachá’ (1995), y ensayos como ‘Vidas para leerlas’ (1998). Recibió el Premio Cervantes en 1997. Antes, en 1969, había ganado el Premio Biblioteca Breve.

Aunque Cabrera Infante es novelista, sus historias consignadas en ‘Vidas para leerlas’ se ciñen a la verdad conocida por él mismo, en algunos casos, o relatadas por allegados a sus biografiados. Cuando retrata al poeta García Lorca, el autor nos da a conocer las relaciones del poeta de Granada con el colombiano Porfirio Barba Jacob; sobre todo, nos señala las coincidencias homosexuales de ambos y un oscuro incidente al disputarse los favores de un fornido mozo en el malecón de la Habana. Pero se conoce también una faceta oculta del gran escritor cubano José Lezama Lima, autor de ‘Paradiso’, una obra explosiva anterior a la aparición del llamado “boom” literario latinoamericano. También nos sitúa Cabrera Infante frente a Virgilio Piñera, poeta, narrador e importante dramaturgo cubano nacido en 1912.

El ajedrecista José Raúl Capablanca pertenece a los recuerdos de infancia que Cabrera Infante incluye en su obra. En efecto, su madre lo llevó de la mano a ver el cadáver del rey del deporte-ciencia en el catafalco donde se lo expuso para que recibiera el homenaje del pueblo cubano. Dice el escritor, textualmente: “Cuando nos acercamos, con reverencia pude ver todo lo que se podía ver de Capablanca: solo su rostro. Estaba terriblemente pálido, gris más bien y en la nariz y en los oídos tenía torpes tapones de algodón. Capablanca se veía inmóvil y sin edad: estaba muerto, era evidente, aunque era un inmortal”.

Hay en ‘Vidas para leerlas’ una referencia al poeta y dramaturgo Calvert Casey. Es la parte más intimista de toda la obra y refleja el aprecio que sentía Cabrera Infante por este  atribulado cubano nacido en Baltimore, Estados Unidos. Es el momento para comprender que ‘leer’ en esta obra significa ‘conocer’ a los personajes referenciados.

El libro por el cual se recuerda a Cabrera Infante es ‘Tres tristes tigres’. Pero en conjunto, su obra es un compendio de buena literatura y un logrado intento para rescatar el lenguaje habanero sin abandonar el propósito de rendir culto a la lengua española. El malabarismo verbal de Cabrera Infante se patentiza en todas sus obras; pero en ‘Vidas para leerlas’ el autor da rienda suelta a su juego con la palabra y a cada momento nos sorprende con retruécanos y otros recursos literarios que llenan de humor este libro singular.

Son frases de Cabrera Infante: 1. “Donde empieza la música tienen que morir las palabras”. 1. “El arte, como la religión o la ciencia o como la filosofía, es otro intento de imponer la luz del orden a la tiniebla del caos”. 2. “Para mí, escribir, lo que usted llama literatura seria, es un juego. Los juegos de palabra son palabras cuyos significados dependen del juego; es el jugador quien dispone los movimientos”. Guillermo Cabrera Infante murió en Londres el 21 de febrero de 2005.
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