Un crítico sancionado por el amigo del presidente

El Superintendente de Industria y Comercio: Investigaciones con sesgo político. Foto Revista Dinero

Por Cecilia Orozco Tascón

Hacia las 11:30 de la mañana del viernes 7 de febrero, el avión oficial de la Presidencia de la República despegó de la base militar Catam, de Bogotá, con destino a Armenia. En el Focker 0002 iba la “primera dama”, denominada de esa manera pintoresca en la Colombia adulona; con ella viajaron sus tres pequeños hijos, cuatro amigos de estos y sus mamás, según se informó después. El grupo iba a pasar el fin de semana en el parque Panaca con el objeto de celebrar el cumpleaños de una de las niñas Duque. El presidente, que, según su oficina de prensa, “estaba desarrollando una intensa agenda”, se encontraría con su familia en ese lugar. La polémica general por el uso de un bien del Estado —de la Fuerza Aérea— para realizar una actividad privada fue de tal intensidad que hasta se oyeron, en transmisión en directo, gritos destemplados y acusaciones entre el jefe de Comunicaciones de la Casa de Nariño y su entrevistadora; también se escucharon otras discusiones, más analíticas y serenas.

El columnista de humor político Daniel Samper Ospina, que, simultáneamente, es un líder de opinión en el mundo digital, publicó en una de sus cuentas una foto-sátira de los Duque tomada del álbum de imágenes que la Presidencia incluye en sus sitios noticiosos. Samper, en un gesto claramente irónico, insertó la fotografía familiar dentro de otra foto de un juego de mesa que se ingenió para tomar del pelo a congresistas y políticos. Pues bien, el uribismo, tan enfermizo y obsesivo cuando ataca a sus supuestos enemigos, y tan laxo y relajado cuando defiende a sus aliados de causa, desplegó una propaganda de odio contra Samper similar a la de Uribe Vélez que tildó de “pedófilo” al periodista porque este mencionó, en una de sus piezas burlescas, el nombre de la hija de una senadora. Por orden de un juez de tutela, el expresidente tuvo que borrar sus trinos y rectificar la calumnia. Pero su ejemplo quedó como precedente.

Más taimados, Duque y sus funcionarios imitaron al jefe: primero movieron mensajes agresivos en las redes y pusieron a los parlamentarios de su bancada a hablar de “violación de datos personales” de los niños. Y, después, el subalterno del mandatario, Andrés Barreto, nombrado por él en la Superintendencia de Industria y Comercio, inició, a través de uno de sus delegados, una “averiguación de manera oficiosa” contra Samper, es decir, sin que mediara queja de un tercero, “para determinar el (in)cumplimiento de las normas de protección… frente a la gestión de ‘marketing’”. En pocas palabras, la Superintendencia inició una “investigación” contra el crítico del Gobierno del que ella es entidad dependiente, presuponiendo su culpa por dizque haber hecho negocios con las fotos de los niños, no obstante que Samper las retiró en menos de un día y se disculpó por no haber difuminado los rostros infantiles, sin duda, una precaución que debió haber tomado. La persecución oficial se constituyó cuando 1) desfiguró el uso de la fotografía publicada por la propia Casa de Nariño, como si fuera un robo de datos personales; 2) le abrió un proceso por la presunta comercialización de las imágenes, y 3) le impuso una sanción desproporcionada con interés de atemorizar y disminuir sus críticas.

Pero ¿quién es el “juez” de Samper Ospina? El superintendente Andrés Barreto, quien finge que no conoció el caso pues uno de sus funcionarios de menor rango le hizo la faena, fue el director jurídico y programático, además de tesorero, de la campaña de Duque en 2018. También fue el asesor legislativo del entonces senador Duque, en el Congreso. Ha estado vinculado a la entidad más poderosa de Colombia después de la Presidencia, la Universidad Sergio Arboleda, desde cuando su alumno ganó las elecciones: Barreto ha sido profesor y, quién sabe si con pago de matrícula o beca, cursa un exquisito programa para altos ejecutivos y presidentes de empresas, llamado Executive MBA. El superintendente, bajo cuya dirección se acecha a periodistas del estilo de Daniel Samper Ospina, para tratar de intimidarlos, ahora cobrará su premio. El amigo de infancia de Iván y Andrés Duque Márquez fue postulado por el primero de estos al puesto de juez de la Corte Penal Internacional (CPI), el tribunal penal más importante del mundo.

¿Por cuenta del castigo a la prensa independiente, por sus amistades o por ambas razones? Tal vez, esta última opción es la explicación verdadera porque la brillantez de su carrera es escasa. Lo único que le sobra es petulancia. Y, desde luego, no cuenta con la neutralidad ni sabiduría que se espera de un gran togado.

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