Por Óscar Domínguez G.
Nadie sabe para quién trabaja: al crear el Eme, Jaime Bateman le estaba consiguiendo chanfa por cuatro años a su pupilo y paisano caribe Gustavo Petro, quien nació, abróchense los cinturones, un 19 de abril pero de 1960, años antes del chocorazo que llevó al poder al presidente Misael Pastrana, en detrimento del general Rojas, considerado indiscutido ganador por sus huestes anapistas.
La que sería la última entrevista que concedió en la clandestinidad el fundador del M-19, se realizó el abril 26 de 1983 y la convocó para anunciar, entre otras cosas, que viajaría a Panamá, a iniciar diálogos de paz con el gobierno del presidente Belisario Betancur. La paz total está en lugar privilegiado en el menú del nuevo gobierno.
Ese diálogo en Panamá tenía también el aval discreto del más ilustre paisano de Bateman, el Nobel García Márquez. El jefe guerrillero y sus compañeros de la revolución a bordo de la avioneta que los conducía, nunca llegaron a su destino.
La charla de este reportero con el fundador del M19 se realizó en un apartamento de El Rodadero, en Santa Marta, a plena luz del día. Por cuenta de las finanzas del Eme despachamos dos cervezas frías a manera de aperitivo, y un sancocho de sábalo. Les quedó “sabroso” dicho sea en la jerga de la vicepresidente Francia Márquez. Un periodista de Radio Nederland, amigo de Bateman, también asistió a la charla. Los dos viajamos desde Bogotá, pero solo en el camino supimos que íbamos a lo mismo. Él siguió a Centro América a entrevistar otros jefes guerrilleros. Yo regresé a casita con todos los huesos en su sitio.
“Hacer bien la política es como hacer bien el sancocho”, solía predicar el chef Bateman. Su forma de hacer el sancocho consistió en regresar a sus “guerrillos” a la civil en tiempos de Virgilio Barco.
Abril ha sido mes de buen y mal agüero para la hoy desmovilizada cofradía del Eme. Además de las coincidencias mencionadas, el fundador, Bateman, nació y murió en jurisdicción de abril.
Otro carismático comandante, Carlos Pizarro, quien condujo el proceso de desmovilización hasta el final, fue asesinado en pleno vuelo, el 26 de abril de 1990. Sus hija Maria José y María del Mar acompañaron a Petro en su posesión.
También en abril fue asesinado el “viejo” Afranio Parra, conocido como el “guerrero total” del Eme. (Otro 19 de abril, en plena alcaldía de Petro, se dio el concierto del Beatle mayor, Paul McCartney en Bogotá. Ese japiberdi solo lo supera el que le cantó Marilyn Monroe al presidente Kennedy, en la Casa Blanca).
Cyrano abre la puerta
Aquel día en El Rodadero, el propio líder subversivo me abrió la puerta. Era algo insólito que el hombre más buscado de Colombia, con su nariz a lo Cyrano de Bergerac, su estatura de basquetbolista y un sutil estrabismo, se propusiera celebrar su cumpleaños en su tierra natal (había nacido el 23 de abril de 1940, día de los santos Jorge, Adalberto y Aquiles),
Su madre, doña Clementina, mantenía en circulación a punta de cadenas de oración al hombre más buscado. Dicen las buenas lenguas.
En la entrevista que me concedió dos días antes de su muerte, le interesaba aclarar también que el C-130 libio retenido en Recibe, Brasil, con el buche lleno de armas, no era para la “guerrilla chévere” del Eme.
Del tema había hablado por esos días el general Fernando Landazábal, entonces ministro de Defensa, blanco de las diatribas del “Flaco” o “Pablo”, dos de sus alias.
El tauro Bateman iba soltando su artillería pesada, en presencia de Conrado Marín, un desmovilizado que había vuelto a la lucha armada:
“Yo creo – dijo Bateman- que está bien que eso lo diga el general Landazábal. Ya los colombianos nos hemos acostumbrado a ese estilo mentiroso, calumnioso, del ministro. Con él y con los que están detrás de él no se podrá llegar a acuerdos nunca, porque son tipos que ponen demasiados obstáculos”.
Marin, alias “Efrén”, y la guerrillera Nelly Vivas, la “Negra”, también abordaron la avioneta que fue encontrada destrozada ochos meses después. Al mando del aparato iba el exparlamentario conservador Antonio Escobar.
No se encontraron rastros de sabotaje o atentado en la avioneta accidentada. Al parecer, las malas condiciones atmosféricas provocaron la tragedia.
Así lo admitió otro de los fundadores del M-19, José Yamel Riaño, en entrevista-libro con el exasesor de paz de Antioqua, Jaime Jaramillo Panesso (“La Espada de Bolívar”, editorial ITM). Riaño estuvo al frente de las investigaciones que adelantó por su cuenta el Eme.
Dándole fresco a la lengua
Al encuentro con Bateman llegué en avión desde Bogotá. La guerrillera que me contactó en Colprensa, donde laboraba, me preguntó si aceptaba la charla. Dije sí, como las mujeres difíciles. No hubo la prosaica pistola en la nuca, ni el secuestro aburridor, para que aceptara hablar con su jefe.
Bateman se las traía en eso “echarle fresco a la lengua” como dicen los samarios como su paisano, el fallecido general ® Manuel José Bonett Locarno.
– ¿No es dar papaya andar así no más en El Rodadero?, le pregunté. “En el M-19 no damos papaya”, dijo con voz de quien habla ex cátedra. Y a lo que vinimos.
A una pregunta sobre los aviones libios, uno de los temas centrales, respondió el antiguo secretario de Tirofijo en las FARC:
“La prensa ya dice como un hecho que yo estuve en Libia. Y que yo se lo dije a la prensa. Eso es falso. Ustedes –el otro invitado era un periodista de Radio Nederland que no intervino en la charla y se quedó con Bateman, – tienen que pedirle los casetes a los otros periodistas a ver si yo he dicho eso. Yo nunca he estado en Libia. Yo creo que en Libia hay una revolución y es una revolución que merece respeto. Es una revolución con sus tópicos religiosos que hay que respetar”.
Nunca pedí ese casete a los colegas pero el que contenía mi entrevista con él tuvo tratamiento excepcional: Bateman y Conrado Marín le dedicaron 20 minutos de sus vidas a meterlo de nuevo entre el papel celofán original, para darle apariencia de que estaba virgen.
Se turnaban en esa delicada tarea. Sus manos estaban hechas para disparar, no para estas frágiles minucias de artesano.
Al fin, Marín lo logró. Aplausos de Bateman quien lo graduó de “mejor guerrillero que yo”.
Luego me dio la orden de partir. “Si quiere, lleve sancocho para el camino”, deferencia gastronómica que rechacé. El regreso ya no era en avión. Había que despistar al enemigo de ellos. Viajé de noche, en bus entre Santa Marta y Bucaramanga, y de allí a Bogotá en avión.
Bateman me despachó en la puerta del apartamento, deseándome “mucha suerte”. La que no tuvieron él y sus compañeros de ruta. Yo sigo en circulación. Sus aconductados pupilos buscan el poder de corbata, no armados hasta los dientes.
Clandestinidad sin pueblo
A los postres la conversación derivó hacia asuntos menos explosivos:
– ¿Cuáles son los peligros de la clandestinidad?
– Bueno, la clandestinidad de por si es una situación que a nadie le gusta. Es un estado obligatorio que hay que asimilar como tal. La clandestinidad a nivel urbano, es un complejo de actividades, de relaciones humanas, sicológicas, políticas, sociales, que si no se tiene un objetivo claro, sobre todo de para qué es la clandestinidad… A nuestro juicio la clandestinidad sirve par enfrentar un sistema que no permita una participación legal. No significa dejar la política de un lado. Todo lo contrario. Significa un mayor esfuerzo, una mayor dedicación y un alto espíritu. Una alta moral para poder sortear las dificultades que se le presentan a cualquier político que se meta a la actividad clandestina. Lógicamente que en ese procesos se presentan los traumas: el delirio de persecución, el delirium tremens… Bueno, toda una serie de situaciones que se le pueden presentar a una persona cuando pierde el objetivo, es decir, el pueblo. Una clandestinidad sin pueblo, no es clandestinidad. Nosotros le decimos a eso “aparatismo”. La agente que se encierra en un apartamento a esperar a que se libere el país, no tiene sentido, ¿cierto? Para nosotros la clandestinidad tiene sentido siempre y cuando que eso proteja la organización, proteja los planes políticos y militares que elaboramos. Nosotros tenemos la ventaja del campo donde la mayoría de nuestros militantes que se “queman”, como se dice en el argot popular, o sea, que son detectados por el enemigo, sencillamente los trasladamos al campo, a hacer trabajo político, entre el campesinado o trabajo guerrillero normal. Más o menos es una de las terapias que nosotros tenemos. Claro que ésa no es la terapia para todo el mundo…
- ¿La suya cuál es?
- Una alta moral (carcajadas). Yo creo que es la terapia de la mayoría de nuestros dirigentes. Porque una buena moral con un buen criterio del papel que uno debe jugar en este proceso, llena ese vacío. El vacío existencial de que hablan en un guerrillero es cuando ha perdido el objetivo de su lucha. Gente que pierde la meta.
- ¿Decía que una clandestinidad mal manejada puede llevar a la gente a la locura?
- Exactamente. Así se vio en las experiencias vividas en Venezuela, en el Uruguay. Primero, porque perdieron el objetivo de su lucha y segundo porque se encerraron en sí mismos, creyendo que la liberación de sus pueblos les iba a llegar a los apartamentos. Nosotros somos enemigos de ese criterio. Ahora, la clandestinidad es todo un mecanismo técnico, digámoslo así, de compartimentación, de guardar el secreto, de que la gente no sepa realmente cuál es la actividad de uno. De que al mismo tiempo, la gente que está con uno sepa lo que uno está haciendo, ¿cierto? Hay mucha gente que ha guardado su total identidad como miembro del M-19 y, sin embargo, está en los sindicatos, en el Gobierno, en la diplomacia, dentro de los militares y gracias a un gran esfuerzo mental y a una gran disciplina y una alta moral, se ha mantenido en esos puestos que para nosotros son claves.
- ¿Usted cómo mata el tiempo?
- Leyendo literatura, mucha literatura. Escuchando música. Pero más que todo hablando con los compañeros. A mi, por lo general, no me queda tiempo para diversiones. Además de que las diversiones en estos campos son fatales ¿cierto? Pero siempre que hay oportunidad las aprovechamos a fondo.
- ¿Cómo se evita el culto a la personalidad? ¿O usted es de los que dicen: aquí el que manda soy yo y no hay nadie más…?
- En primer lugar, con un colectivo de personas que son las que en definitiva se juegan la vida y, por lo tanto, deben tomar también las determinaciones. Estas determinaciones del M-19 por lo general son tomadas en colectivo. No todas las determinaciones las toma un aparato que nosotros llamamos la Dirección Nacional de la organización que son 41 compañeros que representan sectores diferentes de la organización y toman unas determinaciones. Las estratégicas las toman las conferencias nacionales del M-19. Entonces, el papel realmente del jefe, en el caso mío, es realmente el de privilegiar, controlar, estimular, pero nunca el de que hacer la función de un dictador. Además, la personalidad no ayuda para eso.
- ¿Nunca le han intentado dar un golpe de estado en el M-19?
- Nooo. No es necesario porque no hay dictaduras. Los golpes de Estado se dan cuando hay dictaduras. Mientras no haya dictadura, no hay golpe de Estado.
- ¿Es decir que no hay motivo para el “codazo” en su organización?
- Por ahora no. Ni creo que se presente… Siempre y cuando mantengamos ese espíritu de colaboración, de dirección colectiva y de lucha. Porque lo que más perjudica a las organizaciones no es ni eso, sino cuando la gente pierde la perspectiva del triunfo y la perspectiva de la lucha, ¿cierto? Para mucha gente es duro que el triunfe no se logre en dos meses. Esos son los malos revolucionarios. Nosotros no le ponemos fecha a las cosas. Preferimos que la gente esté consciente de lo que está haciendo y reconozca las inmensas dificultades que nosotros encontramos para hacer la revolución en este país. Dificultades de todo tipo: desde las económicas, las familiares, políticas, militares.
- ¿Los miedosos también tienen asiento en la guerrilla?
- (Risas) Alguien decía que la valentía es el miedo controlado. Pero es mentira: quien no sienta miedo está diciendo una mentira. Todo el mundo siente miedo. La cobardía es el miedo que uno dejar correr.
- ¿Ente ustedes cuál es más frecuente entre la valentía y la cobardía?
- Bueno, yo creo que uno siempre siente miedo. Siempre. Pero también siempre sabe por qué está en esto y por qué debe mantener la altura frente a cualquier circunstancia.
- ¿Y cuál es su reacción frente a una situación de miedo?
- El relajamiento. Relajarse y razonar. La dificultad del miedo es que no lo deja razonar a uno. Entonces uno utiliza más la reacción inmediata, Yo prefiero pensar.
- ¿Pero es posible pensar en una situación de esas?
- Claro, depende de los acontecimientos. Cuando a uno le asaltan un campamento, por ejemplo, la primera reacción de uno es escapar. Pero esa es la peor reacción. El que escapa le está dando blanco al enemigo. La primera reacción es tomar posición. Mirar dónde está el enemigo. La primera reacción, lógico, es tirarse al suelo. Para eso se necesita entrenamiento. Muchas cosas. Eso no se hace así no más. Mucha gente prefiere correr, y en la carrera los que corren son los que caen primero.
- Usted tiene conciencia de que es el más buscado de Colombia: ¿no le da miedo?
- Claro que me da miedo. Pero tampoco como que me voy a poner a temblar. No, no. El enemigo también tienes sus puntos débiles, ¿cierto? Que es lo que hay que aprovechar. Pero tampoco jugar con candela. Tampoco ponernos de “papaya” al enemigo para que nos joda. Pero lo importante no es eso. Eso lo puedo hacer yo, lo puede hacer otra persona. Lo importante es que haya un grupo de personas, ojalá bastante numeroso, que enfrente el estado de las cosas que vive el país. Eso es fundamental para nosotros. El aparato para nuestros es cuestión segundaria.
- Algo que le puede parecer secundario: ¿el hecho de que no puedan tener vida familiar cómo influye?
- Bueno, pero es que nosotros tenemos vida familiar. Compartimos una vida familiar con altibajos. Por lo general, procuramos que la gente tenga su casa aparte. Ahora: la realidad es que esta lucha exige sacrificio. Por eso no todo el mundo puede estar en estos trotes. No se puede exigir a todo el mundo que haga sacrificios. Por eso no hacemos distinciones entre revolucionarios buenos y revolucionarios malos. Para nosotros, revolucionario es aquella persona que piensa que en este país debe haber un cambio y debe haberlo a favor del pueblo. La persona que piensa así es miembro del M-19. Ahora, a esa persona no le vamos a exigir que se vaya para el monte. Nunca. Ni vamos a decir que el guerrillero que está en el monte, es mejor revolucionario que el burócrata que está en un escritorio acumulando información para la organización. O simplemente haciendo una labor sindical. Para nosotros no hay escala de valores. Las escalas las tenemos en los grados militares. Todo eso es formal. Hay gente nuestra que no ha estado en una reunión de dirección nacional, por ejemplo. Gente que maneja secretos porque está dentro del Ejército. Esas son personas que sufren más que nosotros. Se angustian más que nosotros. Porque su información de la organización es muy poca. Es la información que da la prensa. Hemos sido enemigos de poner al soldado guerrillero como el súmmum del revolucionario. Hay muy buenos revolucionarios en las ciudades que nunca han tocado el monte. Y ha hecho operaciones increíbles. Hay ancianos, que son miembros del M-19 que hacen tan buen trabajo como cualquier muchacho.
- ¿Qué hacen los ancianos?
- Nos colaboran en documentación, toda esa cosa. Hay gente que hace inclusive acciones militares. Nosotros tenemos un gran respeto por ellos. La experiencia enseña bastante. Un buen consejo a veces sirve más que cien acciones miliares.
- Y dentro de esos consejeros ¿a quienes mencionaría?
- (Carcajadas) Hombre, no los puedo mencionar. Son personalidades políticas de este país.
- No hablemos de los vivos. Remitámonos a los muertos…
- Nosotros preferimos nombrar a Simón Bolívar, a José Antonio Galán. A Jorge Eliécer Gaitán. No necesitamos importar ideologías. Las tenemos aquí. Aunque los señores de El Espectador digan que nosotros dependemos del señor Gaddaffi.