Tensión en Venezuela: la autoridad electoral, bajo control chavista, da el triunfo a Maduro y la oposición lo rechaza

Maduro, este domingo, tras el anuncio del Consejo Nacional Electoral, en Caracas. FERNANDO VERGARA (AP)

JUAN DIEGO QUESADA ALONSO MOLEIRO

Bogotá / Caracas –

La autoridad electoral de Venezuela, controlada por el chavismo, ha otorgado la madrugada de este lunes la victoria en las elecciones presidenciales a Nicolás Maduro. El Consejo Nacional Electoral (CNE) ha anunciado que, después de haber contado supuestamente el 80% de las actas, el actual presidente y candidato del oficialismo ha recibido el 51,2% de los votos, frente al 44,2 de su adversario, Edmundo González Urrutia. “Un resultado irreversible”, dijo el presidente de esa institución, amigo personal de Maduro y de la primera dama, Cilia Flores. Ni González Urrutia, ni la principal líder de la oposición, María Corina Machado, a la que una inhabilitación de los tribunales también cooptados por el chavismo impidió ser la candidata principal, reconocieron los resultados. Horas después, Colombia, a través de su canciller, Luis Gilberto Murillo, insistió en la necesidad de despejar “cualquier duda posible”. “Hacemos un llamado para que, a la mayor brevedad, se proceda con el conteo total de los votos, su verificación y auditoría de carácter independiente”, añadió.

En las horas previas, al poco del cierre de los centros electorales, el equipo de campaña opositor había hecho público que el CNE solo le había mostrado el 30% de las actas, a pesar de que había desplegado testigos por todo el país. Habían dejado de imprimirlas y transmitirlas. Desde ese instante la preocupación fue máxima entre los antichavistas. Jorge Rodríguez, operador político de Maduro, y Diosdado Cabello, la mano derecha del presidente, salieron poco después en público dando a entender que habían ganado las elecciones, aunque el escrutinio apenas había comenzado.

Las sospechas de fraude vuelven a rondar una elección venezolana, como en 2017. Estados Unidos y Chile han sido los primeros países en cuestionar abiertamente el resultado. El secretario de Estado de Joe Biden, Antony Blinken, manifestó desde Tokio, donde se encuentra de gira, las “serias preocupaciones” de la Casa Blanca de que “los resultados anunciados no reflejen la voluntad o los votos del pueblo venezolano”. El presidente chileno, Gabriel Boric, fue aún más enérgico y dijo que los resultados que publica la autoridad electoral venezolana “son difíciles de creer”. La comunidad internacional y sobre todo el pueblo venezolano, incluyendo a los millones de venezolanos en el exilio, exigimos total transparencia de las actas y el proceso, y que veedores internacionales no comprometidos con el gobierno den cuenta de la veracidad de los resultados. Desde Chile no reconoceremos ningún resultado que no sea verificable”, escribió en sus redes sociales.

Sobre Venezuela se cierne un nuevo bloqueo político. La celebración de estas elecciones presidenciales se acordó en secreto entre Estados Unidos y el chavismo en Qatar como una forma de conducir el país hacia una normalidad democrática. A cambio de que Washington retirase sanciones y liberase a algunos presos, Maduro se comprometía a organizar unas elecciones libres y competitivas en las que la oposición pudiera concurrir en igualdad de condiciones. Ese pacto se refrendó después en Barbados, en un diálogo en el que también participaron los antichavistas. La idea era que de la contienda resultase un vencedor claro a ojos del mundo y Venezuela se reintegrase en los circuitos internacionales, en los políticos y los de mercado. Por el momento, no lo hay.

Los venezolanos se volcaron el domingo en unas elecciones en las que parecía decidirse la continuidad del chavismo tras 25 años de revolución bolivariana. La gente acudió en masa a los centros electorales a depositar su voto desde muy temprano, algunos incluso hasta esperaron en la puerta durante toda la noche, en sillas y con café. Gran parte del país no durmió. En las ventanas de los edificios de apartamentos palpitaba el reflejo gris de los televisores. Las radios permanecían encendidas. La gente, pendiente de las redes sociales. La crispación por una situación de máxima tensión no se tradujo en violencia de ningún tipo. El chavismo había alertado incluso de supuestos planes de la oposición para provocar el caos el día de la votación. Salvo pequeños incidentes, la jornada transcurrió en paz.

En la víspera, el fiscal general, Tarek William Saab, había advertido que quien ofreciera datos al margen del CNE estaría incurriendo en un delito, y podría ser detenido y procesado. Sin embargo, medios de comunicación al servicio del chavismo comenzaron a publicar encuestas que otorgaban a Maduro una victoria por 10 puntos de diferencia respecto a González Urrutia. Algunas encuestadoras en las que se basan esos sondeos son falsas, recién creadas. El politólogo español Juan Carlos Monedero, al que se le ha visto haciendo campaña con Maduro, las estuvo distribuyendo en sus redes sociales, pese a que era evidente que al menos una de ellas, Lewis Thompson, con sede supuestamente en Miami, acaba de ser creada para la ocasión. Su página web se abrió hace 18 días antes, igual que la cuenta en Twitter, y la compañía no aparece en ningún registro mercantil de Estados Unidos. Esa guerra de cifras estuvo presente durante toda la jornada. 

Poco después de que Amoroso lo diese por vencedor, Maduro apareció en una tarima frente al Palacio de Miraflores, la sede neobarroca del Gobierno venezolano. “Puedo decir ante el mundo que soy el presidente reelecto de Venezuela”, dijo, rodeado del núcleo duro de su Gobierno, que tenía cara de circunstancias. No les invadía la euforia. El presidente justificó el retraso en la entrega de resultados con un intento de hackeo al CNE, que coincide con la versión que había dado antes el presidente del consejo, que habló de un “ataque terrorista” al sistema. Ninguno de los dos ofreció más datos ni mayor claridad sobre los responsables ni sus objetivos. 

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