Lunes del ajedrez. Tablas en la primera partida del mundial de ajedrez; perfil del maestro Luis Holguín

En la foto de media petaca, Luis aparece a la derecha, en compañía del maestro Carlos Cuartas (izq.), también fallecido y de Juan Bustamente, felizmente vivo.

El fallecido maestro Luis Holguín fue todo un personaje del ajedrez. Lo conocían donde hubiera un jaque, un mate, un enroque. No se perdía torneo. Menos si se trataba de un mundial. Como estamos en el inicio de un insólito match por la disputa del cinturón mundial – por ausencia del titular Carlsen quien se negó a defender la corona- retomo este perfil en memoria de Luis Holguín.

Por Óscar Domínguez G.

Evocación de Luis Holguín

En la madrugada del 20 de abril de 1920, producto de un enroque corto de amor, nació Luis Holguín en la exquisita Ciudad Bolívar, Antioquia. Desde sus primeros teterados su vida estuvo signada por el ajedrez.

Era paisano del maestro Bernardo Fernández quien enrocó largo y se fue a morir en Nueva York donde dedicó sus últimos días a leerle a su hijita poemas de León de Greiff incluido uno que dice: “… en escaques soy ducho y en las damas un hacha”.

Para guardarle fidelidad a Leo Legris, el maestro Bernardo murió el 22 de julio, día del onomástico del cantor de Bolombolo, “país exótico y no nada utópico en absoluto”.  

Datos tan sutiles como los anteriores sólo podían caber en ese disco duro con canas  que era la cabeza de Luis, único entre los ocho mil y pico de millones de mortales que contaminamos el mundo que almorzaba dos o tres veces  por semana con el maestro Boris de Greiff, el hijo de León. Todos son polvo de eternidad. 

Luis hablaba de Ciudad Bolívar y le daba  fiebre a cuarenta. Hacía esta precisión: Cuidado con hablar sólo de Bolívar porque lo silban los argentinos del suroeste como les dicen a los nacidos allí. Modestia, apártate, podría ser su divisa, así como la de los ajedrecistas es: “Somos una familia”.

En Ciudad Bolívar, el sastre Julio Valencia, entre un dobladillo que cogía y un botón que pegaba, se dedicó a emparentar a Luis con el mundo mágico de los trebejos. 

A Holguín le tocó alternar con una de las primeras mujeres que cometió el  pecado mortal del ajedrez: misiá Rosa Posso de Vélez, quien descubrió para sus colegas de eterno femenino que el ajedrez es demasiado hermoso  y exigente como para dejárselo sólo al macho alfa. Otros de la banda eran Tiberio Gutiérrez y Luis Enrique Sierra. 

A bordo de sí mismo, el joven Luis viajó cualquier día a Medellín. Las luces de la gran ciudad le dictaron auto de detención. 

Recién bajado del camión escalera, se conoció con un santuariano  pudiente, Arcadio Zuluaga, con quien fundó el Club Maracaibo. Arcadio aportó el principal, o sea la plata, Luis su entrega al juego, la calle Maracaibo el edificio donde funcionó, el tiempo puso mes y año de inauguración, febrero de 1962. 

El matutino, el meridiano, el vespertino y el nocturno del ajedrez pasaron por Luis Holguín. Vivió en Medellín, Barranquilla, Cartagena, San Andrés, Barranca, Bucaramanga, San Cristóbal y Ureña, en Venezuela.   

En Cúcuta inventó la afición que no existía. En Bogotá vivió 9 veces. «Aquí quedará la osamenta», me dijo alguna vez a bordo de un tinto en el club Lásker, de la calle 22 con 7ª  en Bogotá, piso segundo, sin ascensor, uno de sus parches. 

El tiempo le dio la razón a este altivo alfil del ajedrez cuyo rostro era enemigo personal de la  tristeza. La cambió por una permanente melancolía en la que se adivinaba la saudade por su terruño.

Los árbitros encarnan la ética del ajedrez. Hágase de cuenta  Darío Echandía. Pues bien, Luis fue árbitro durante años. Dio un paso al costado para cederle la posta a la muchachada que venía empujando. Nunca le hizo el cajón a nadie: prefería sobrar él.

Los ajedrecistas lo respetaban. Se quitaban el sombrero ante este caballero de los 64 escaques. Le servía lo mismo a Carlos Cuartas, de Bello, que a Alonso Zapata, risaraldense; a Gildardo García que a Raúl Henao, montañerls los dos; a Oscar Castro, paisa, que al «Pepino» Jorge González, rolo fatuto, ala.

Todos lo consultaban. Conocía al dedillo la historia del ajedrez. Algo así como el Diana Uribe del viejo juego. Él actualizaba a los ajedrecistas en aperturas que tenían equis variante ganadora. Si Kasparov innovaba en la disputa de las finales, Luis pasaba la voz. 

Si equis partida adquiría el estatus de pequeña obra maestra, la  compartía con Raimundo y todo el mundo. ¿Necesitaba un cirujano plástico  para su computador de ajedrez? Luis se lo conseguía. Era el rey de las fotocopias, su modus vivendi, amandi, comiendi.

Su calidad humana no tenía color. Irradiaba calor para todos. Podía pernoctar analizando una partida aplazada con los analistas de ambos bandos. La jugada ganadora encontrada entre gallos y media noche, jamás se filtraría al enemigo. 

Por estas irrenunciables lealtades estuvo en el nacimiento de revistas  como Enroque, Tablero o Alfil Dama, con su amigo Boris, su mecenas. 

De pronto me lo encontraba en mis caminadas de solitario por el barrio La Candelaria, en Bogotá, donde vivía en una casa de inquilinato antes de comparecer definitivamente ante Caissa, a cuya diestra mano quedó. En su casa, no lo pasaban al teléfono, o lo pasaban a regañadientes, o le cobraban la llamada. No le permitían que gastara demasiada luz. O agua.

Generalmente, iba a bordo de sí mismo, solo. O con Javier Rosas, delgado y serio como un alfil, su segundo, quien sigue siéndole fiel al Lásker donde lo encuentran en horas de oficina. A cualquier hora. De pronto puede resucitar su amigo Luis y no le gustaría que le coja con la guardia baja.

El ajedrez colombiano le debe estatua a Luis Holguín. Esta vieja nota es una primera piedra.                                                                                                                       

Martes, 1 de noviembre de 2011

Falleció Boris Greiff, uno de los ajedrecistas más importantes de Colombia. Murió a los 82 años.

Boris de Greiff Bernal (13 de febrero de 1930 – 31 de octubre de 2011), nacido en Medellín, pero radicado hace muchos años en Bogotá, era hijo del poeta León de Greiff y sobrino del músico Otto de Greiff. Este último fue quien le inculcó el amor por este deporte, en 1943: era un niño cuando jugaba con él. Greiff comenzó a estudiar Ingeniería, pero el ajedrez resultó ser su verdadera vocación. Obtuvo el título de maestro internacional y participó en las olimpiadas de ajedrez en 15 ocasiones jugando por el equipo nacional de Colombia nueve veces.

Las participaciones de Boris de Greiff en el equipo nacional de Colombia en nueve olimpiadas de ajedrez:

  • En 1954, segundo tablero en la XI Olimpiada de Ajedrez en Ámsterdam (+8 –6 =4);
  • En 1956, tercer tablero en la XII Olimpiada de Ajedrez en Moscú (+7 –3 =9);
  • En 1958, tercer tablero en la XIII Olimpiada de Ajedrez en Múnich (+2 –2 =15);
  • En 1966, tercer tablero en la XVII Olimpiada de Ajedrez en La Habana (+4 –4 =8);
  • En 1970, primer tablero suplente en la IXX Olimpiada de Ajedrez en Siegen (+3 –4 =1);
  • En 1972, cuarto tablero en la XX Olimpiada de Ajedrez en Skopje (+4 –4 =8);
  • En 1974, primer tablero suplente en la XXI Olimpiada de Ajedrez en Niza (+6 –0 =6);
  • En 1976, primer tablero suplente en la XX Olimpiada de Ajedrez en Haifa (+4 –0 =3);
  • En 1978, primer tablero suplente en la XXIII Olimpiada de ajedrez en Buenos Aires (+0 –1 =2).

Ganó la medalla de oro individual en Haífa 1976 y la medalla de plata en Niza 1974.

Más hitos de su carrera:

En 1951, ganó el Campeonato de Colombia, celebrado en Bogotá. En 1955, ocupó el lugar 16 en Mar del Plata (ganador fue Ivkov). En 1957, ganó el Zonal en Caracas. En 1958, ocupó el vigésimo lugar en el Interzonal siendo el vencedor Mikhail Tal). En 1958, ocupó el noveno lugar en el torneo de Bogotá, que fue ganado por Oscar Panno. En 1962, ocupó el 18 lugar en el Primer Memorial Capablanca, que fue ganado por Miguel Najdorf. En 1963, ocupó el lugar número 20 en el segundo Memorial Capablanca, ganado por Viktor Korchnoi. En 1963, ocupó el séptimo lugar en La Habana (Torneo Panamericano, cuyo ganador fue Eleazar Jiménez). En 1969, ocupó el primer y segundo lugar compartido con Miguel Cuéllar en Bogotá. En 1970, empató por el lugar 8-10th en Bogotá (ganador fue Henrique Mecking). En 1973, ocupó el 15 lugar en Cienfuegos, Cuba en el X Memorial Capablanca, ganado por Vasily Smyslov.

Recibió el título de maestro internacional en 1957 y de árbitro internacional en 1978. Fue elegido Miembro de Honor de la FIDE en 2002.

Trabajó durante más de 20 años en Coldeportes y salió pensionado de esa entidad.
 
No solamente jugaba al ajedrez, sino también trabajaba como periodista. Fue columnista de El TiempoEl Espectador y Cromos, y además, escribió varios libros, entre ellos uno en el que recopiló las mejores partidas del siglo XX.


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