Por Oscar Javier Ferreira Vanegas
Rómulo Caicedo fue el cantante más popular de Colombia. Interpretó vallenato, cumbias, porros, boleros, baladas, rancheras y creador de un género que después se llamaría como “guasca”.
Era el ídolo de multitudes. En 1964 impuso “Guepa je” como tema de la Feria de Cali.
Él nació con un objetivo: divertir al pueblo. Le daba lo mismo cantar en una cantina que en una plaza de toros. Era la persona más sencilla. Le daba lo mismo hablar con un alcalde o con un lustrabotas.
Rómulo Caicedo nació el 17 de febrero de 1928, en la «Ciudad de las Acacias», el legendario puerto de Girardot, sobre el río Magdalena que acarició sus sueños de niño y lo inspiró a cantar. Su familia era muy humilde, por lo que hubo de emplearse en oficios varios y como maestro de construcción.
Su primer éxito fue «Pajarito Rivereño», canción que le abrió las puertas del éxito.
Era la época de la radio, y las rancheras invadían a Colombia. Esos mensajes un tanto machistas, pero plenos de amor hacia la mujer, inspiraron sus primeros cantos. Su voz nostálgica y quejumbrosa tenía un deje muy particular que transmitía el sentimiento de sus letras nacientes.
Sin duda alguna, Rómulo Caicedo Muñetón, fue el emperador del despecho. Su estilo particular, tuvo grandes competidores como los tríos de la época, Olimpo Cárdenas, Julio Jaramillo, Lucho Bowen y Óscar Agudelo, que eran también sus grandes amigos.
Pero Rómulo calaba más hondo. Era el cantante de los humildes, de los cargadores de ladrillos y de los obreros. Por eso empezó a imponerse. Era la estrella de Discos Eldorado, la disquera que siempre lo apoyó.
¿Quién no ha escuchado canciones como “Ilusión perdida”, “Perdido en las copas”, “Mi dicha” o “Tu maldito amor” y “Andate”? Obras nostálgicas y cantineras que sonaban en la radio del interior del país, y se fue difundiendo hacia Ecuador y Venezuela, ¿grabando para Discos Victoria e INS.
Otros temas como «No me dejes», y el inmortal «Clavelitos» pegaron duro en su fanaticada. ¿Y qué decir de “¿Llanto militar” un verdadero himno para los jóvenes que se iban al cuartel, dejando su familia y a la novia? Pero sin duda, una de sus canciones más importantes fue «Veinte años menos», una obra plena de recuerdos y añoranzas de la juventud que se escapa como el agua entre los dedos. Esta hermosa canción fue pionera de otras canciones sobre el mismo tema, que aparecieron después. Su última compañera fue Miryam Ortiz y tuvo una hija, Natalia Caicedo.
Era una época de bohemia brava. Muchos sitios nocturnos y tabernas presentaban artistas en vivo. Y, desde luego, ahí estaba Rómulo, acompañado por guitarras, interpretando sus canciones. La gente se emocionaba y lo invitaba a sus mesas para ofrecerle un trago. Y de mesa en mesa….
Lo conocí en La Taberna de Óscar, de Óscar Agudelo, que quedaba en la calle catorce arriba de la Caracas, a la vuelta del Sena, en Bogotá. Era también artista habitual del sitio de Los Hermanos Escamilla, en el sur de la ciudad. Y Rómulo era la estrella. Después lo contrataban para las Ferias en los pueblos y en corridas de toros que tenían un espectáculo previo a la corrida. Lo veían almorzando en la plaza de mercado, firmando autógrafos y tomándose una que otra foto, porque en esa época no existía el celular.
EL REY DE LAS ROCKOLAS
En aquella época las rockolas estaban de moda, más que ahora. Yo tenía un suegro, Víctor Ruíz, dueño de Las Dos Avenidas, un sitio nocturno en Bogotá, propietario de todas las rockolas que sonaban desde Bogotá hasta La Dorada, y él ensamblaba los discos de 45 R.P.M. con la música que iba a sonar en cada uno de los aparatos. Y allí estaba Rómulo con algún nuevo éxito. Eran amigos y lo ayudó a promocionar. Don Víctor, alquilaba sus rockolas, y cada mes iba por la renta, en un Ford Victoria. Muchas veces lo acompañé.
Con tamaña promoción, Rómulo Caicedo se fue afianzando como un grande de la música popular.
Rómulo se hacía presente en las asambleas de la Sociedad de Autores y Compositores, Sayco, entidad de la que era socio. El 23 de diciembre de 2007, en plenas navidades en la Villa del Rosario de Cúcuta, el gran Rómulo Caicedo se despidió de este mundo. Estuvo en una presentación y a la mañana siguiente fue a San Andresito a comprar algunos recuerdos para llevar a Bogotá. Estaba en esas vueltas cuando se presentó una manifestación y el cantante quedó en la mitad entre piedras y gases lacrimógenos. Sus pulmones no soportaron los gases y falleció en un hospital.
A diferencia de muchos, no tuvo imitadores, porque él fue El Emperador del Despecho. Sin duda, abrió el camino a otros grandes de la música popular como «El charrito negro”, Luis Alberto Posada y Darío Gómez y los jóvenes intérpretes de hoy en la canción popular que se hacen famosos por un sudado.