Rechazar la pelota

Ilustración: Somos Periodismo

Por Carlos Alberto Ospina M.

La mayoría de individuos que practican la bajeza de ánimo y la política de intrigas, conciben los asuntos públicos a modo de negocio lucrativo por cuenta del erario y el indubitable retraso mental del electorado sin distinguir circunscripción. Es ineficaz declarar la diferencia que hay entre las acciones indignas e idiosincrasia dado que la muchedumbre aplaca sus emociones a base de la promesa de asistencia social, dinero, gratuidad y facilismo. Poco interesan los pilares esenciales del Estado de bienestar.

Con el cuento reforzado de la deuda histórica, el cambio, la inclusión y el poder popular, ciertos personajes se acostumbraron a conseguir las cosas sin esfuerzo ni trabajo mancomunado. De por ahí que, algunos creen, que todo es obligación y, según ellos, ninguna cosa amerita el deber ciudadano. La insensatez es la norma y la violencia el mecanismo de presión.

Casi la totalidad de los políticos implementan el modus operandi de la ley de la trampa para embaucar a los inexpertos, provocar a los intolerantes y movilizar a los borregos. El sentido acomodaticio, la táctica del engaño y la palabra ociosa son los ejes fundamentales de las distintas plataformas ideológicas. Nada de eso, busca la construcción en común ni el desarrollo integral a nivel local, regional y nacional. La triste gracia consiste en que a unos les gusta la textura natural del excremento y la halitosis propia de las ligerezas.

Si el significado de ser colombiano se mide por la representación en el ejecutivo y el legislativo, ni para qué hablar del judicial; en definitiva, quedamos mal parados y en deuda con la humanidad. A simple vista, los resultados son más perjudiciales en el plano de las políticas públicas, el desarrollo, la justicia y la equidad. En el momento que un gobierno claudica y facilita el lavado de dinero, la intención de fondo no es buscar el sometimiento de las organizaciones armadas ni transitar hacia la ‘paz total’, tan solo se está convirtiendo en un narco Estado. A fin de cuentas, víctima de su conveniente invento.

De ningún modo, aquello que germine y provenga de las manos de un asesino, un violador de los derechos humanos, un corrupto o un consagrado delincuente puede incorporar el óleo de la buena fe. Es cuestión de confianza, de principio de legalidad y de certidumbre moral.

Ser gente nace de la rectitud y de rechazar la pelota de la descomposición. La persona que procede como es debido siempre se enfrentará a la vacilación ética, la manipulación mediática, la lavada de manos, la mermelada, el fanatismo, el recular complaciente y las persistentes cortinas de humo. 

Por lo tanto, el ciudadano imparcial resistirá a: la inmovilización de las fuerzas armadas, los pactos a espaldas de la sociedad, los micos parlamentarios, las facultades extraordinarias con tintes dictatoriales, los gastos suntuarios, la divagación incolora de Roy Barreras,  la omisión de auxilio por parte del comandante en jefe de las fuerzas militares, el secuestro,  la invasión de tierras, el nombramiento de embajadores ignorantes o sub judice, el asesinato de líderes sociales, el avance de la actividad paramilitar, el doble juego del Eln,  las arrodilladas del Ministro Prada, las masacres, las pretendidas  iniciativas de los ex Farc sin reparación a las víctimas y en general, el pueblo decente se opondrá a cualquier expresión de ilegalidad. Principalmente, si viene de linaje de traidores.

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