Punta de lanza.»Un tesoro: Mis 540 notas gramaticales»

Por Senén González Vélez

Hoy deseo dedicar mi columna a mi amigo de universidad, el Doctor Pedro Pablo Vargas Vargas, abogado penalista, quien es un reconocido tratadista sobre los temas penales especializados.

El doctor Pedro, es un escritor muy versátil, que ha escrito más de 50 obras, algunas sobre derecho penal y procesal, otras se refieren a temas de literatura, novelas, ensayos, y motivos poéticos inspirados en el diario vivir. 

Son momentos que aprovecha el escritor, para sacar de las ocurrencias de los seres humanos, la parte notable de las genialidades, para convertirlas en poesías picarescas, o románticas.

Como escudriñador y buen lector, es muy analítico de la cotidianidad. Aprende de la ignorancia, lo positivo que esta tiene, y la convierte en virtud para destacar la inocencia. Por ello, es un buen defensor en el campo penal, porque sabe que no todo lo legal, es justo, y que la inocencia es la víctima de los aprovechados que son verdugos de los que poco saben. 

Es considerado como el defensor de los pobres y de los ricos, colocándolos a ambos en el mismo nivel de igualdad: son humanos y merecen igual atención es su forma de pensar que la comparto integralmente.

Pedro Pablo Vargas Vargas, abogado penalista. Foto You Tube

Una de las obras que me impresiono, es la que se refiere a la exaltación de la BIBLIA como el libro del Universo, a la que le dedica amor y fe en todos sus apartes, y se refiere a su contexto, con un profundo sentimiento expresado en poesía, y sin decirlo, parece que nos recomienda leerla, para que los humanos nos entendamos entre sí, y para que dentro de nuestra formación y aprendizaje, sepamos manejar nuestras virtudes y defectos.

Otra de sus obras preferidas que influyeron en su formación literaria, inclusive jurídica, la encontró además de la Biblia, en el Cervantes y ‘’EL QUIJOTE’’, lo que nos permite ver el perfil de un humanista puro, dedicado, visionario y analítico. En un medio como el nuestro, ser escritor y hacer público el pensamiento, se necesita tener algo del quijote.

El doctor Vargas, se consagró a la docencia y fue distinguido con el título de Profesor Emérito de la histórica Universidad de Cartagena de Indias, que es un maravilloso y emblemático centro de educación superior, fundado por el Libertador Simón Bolívar y Francisco de Paula Santander en el año 1827. Antes, era el Claustro San Agustín, nombre con el que se le conoce todavía. La edificación en sí, fue fundada en el año 1580 por el fraile, Jerónimo Vergara, y lo construyo Mariano De Las Casas, (al estilo barroco) para el servicio de esa comunidad religiosa.

Quienes estudiamos en esa noble universidad pública, nos sentimos orgullos, no solo por su ambiente familiar de gran camaradería colectiva, sino por la representación intelectual y espiritual de sus orígenes, que se quiera o no, marcan un derrotero prestigioso para todo el que allí inicia sus estudios, y que, del propio estudiante y profesorado, depende el que se honre y se mantenga su glorioso pasado, en principios y valores, en asocio a la rectitud para regir su destino académico y sostenimiento económico, en lugar de convertirlo en fortines de la corrupta política, y muchas otras cosas más.

La universidad debe ser el paraninfo del transitar libre del pensamiento y de las ideas. Y si se contraponen en el camino, estamos obligados al respeto mutuo. Lo que no es aceptable, es que el concepto ideológico para hacerlo prevalecer, haya que prostituir los principios, para darle soporte a los argumentos, eso es inaceptable.

Digresión. 

Hoy, no sabría si la Universidad de Cartagena, aún sostiene el auto estima del Alma Mater que honre en el pasado y su digna historia, o si, por el contrario, se dejó llevar por las corrientes que, a través de la corrupción, permearon las bases de sus principios morales, en cada una de las ramas del saber. Especialmente me preocupan las carreras de los abogados y los médicos, que tienen la obligación de enseñar y ejercer aplicando la ética y rechazando el soborno.

Al referirme a estas dos profesiones, no excluyo las otras, y mucho menos, las especializaciones y postgrados que pueden haber sufrido el mal de la codicia o avaricia, por el enriquecimiento ilícito. Cierro la digresión.

El profesor Vargas Vargas, se dedicó al estudio minucioso de la gramática, y al buen uso del idioma castellano. Tiene en ese sentido, varias obras que son de vital importancia para todos sin excepción.

Precisamente el título de este editorial se refiere a un sin número de palabras, que el doctor Vargas compendia en su libro, para enseñarnos los errores que cometemos empleando términos de manera involuntaria e incorrecta, porque ignoramos su correcto escribir y pronunciar, para dejarlo al libre albedrío de las costumbres, con lo cual nos apartamos de la esencia y la perfección de un idioma que como el nuestro, es de los más ricos y sonoros del mundo.

Mi aprecio y admiración por Pedro, es muy grande. Es un profesional de conducta vertical, honesto y justo. Con él sostengo agradables tertulias, acompañado de un café colombiano, de un jugo natural de guayaba, patilla, mango o mamey, y no podía faltar la sinfonía que nos ofrecen los diversos cantos de los pájaros, que le dan alegría a su amplia casa colonial.

Sus mejores alegrías y satisfacciones, se los brindan sus hijos y nietos y el conversar con sus buenos amigos; el campo, y el cantar de las aves, significan para él, mensajes permanentes de paz, y amistad.

Tiene un matrimonio sólido, admirable, de donde se desprenden hijos que todos son profesionales, y temerosos de Dios.

Hoy he querido dedicarle esta nota a este gran amigo de 83 años de edad y gran maestro, tratando de hacer el intento, por dibujar el perfil de un ser humano integral en todo el sentido de la palabra, en que no solo lo distingue su talento, sus gustos, su disciplina, su forma metódica de alimentarse, sino que es poseedor de una gran riqueza, que lo hace diferente: SU HUMILDAD, SU SENCILLEZ, Y LO BUEN AMIGO QUE SIEMPRE HA SIDO, LO HACEN UN SER HUMANO DIFERENTE. EXCEPCIONAL.

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