Punta de lanza. Las herencias: La desgracia de la gracia

Por Senén González Vélez

’Del partir de las tierrillas, nacen las rencillas’’.

De por sí, el acto de heredar por el fallecimiento de nuestros padres, que dan motivo para ser sujetos a herencia o gananciales a los esposas o esposos, no del todo es agradable, y menos, ante los sentimientos nobles de quienes deseamos la presencia eterna de los seres queridos que, por amor, más que por la posibilidad de asegurar un patrimonio en dinero o en especie, nunca queremos que se nos mueran. Por desgracia, no todas las veces la gratitud humana, hace gala de su nobleza.

Conozco casos de familias adineradas o medianamente acomodadas, que, durante muchos años disfrutaron en el seno de su alegría de mucho amor, consideración y sin intereses.

La concentración familiar alrededor de la cabeza principal o sacerdote del hogar, constituida por los padres, que, con el paso de los años se vuelven abuelos, para disfrutar de la dicha de estar rodeados de hijos y nietos, era el más emocionante programa de la felicidad, a corto, mediano y largo plazo, según los designios de Dios.

Que placer seria regresáramos hoy, a esos tiempos de la tertulia familiar, en compañía del cafecito o el chocolate, gozándonos de las muecas y travesuras de hijos y nietos, que nos hacían reír, sin la interferencia del impertinente celular, el que muchas veces se interpone con su timbre de diversos tonos, o vibraciones, hasta en los momentos de la intimidad. O, convierte una reunión familiar social, en un velorio entre búhos.

El panorama de aquellas familias, como el de muchas otras en iguales situaciones, mientras estuvieron en vida los queridos viejos y también abuelos, la unidad permaneció intacta. Incólume. Fallece el padre o el abuelo, y vienen la pujas por las proporcionalidades en el reparto de las herencias, y hasta se impugna, o se cuestionan los gananciales, cuando las diferencias no se consolidan con altura, o no hay consideración con fallecido.

Aquel amor y armonía entre hermanos y primos, se torna en una danza de lobos rabiosos, los que muchas veces se llega al punto de odiarse, y hasta de matarse unos con otros, peleándose las proporciones gerenciales. En varias poblaciones de Bolívar se vieron esos casos. ‘’Parecen perros con hambre’’, como dirían muchos. 

Lo más triste es que, aún caliente el cuerpo dentro del ataúd, o la cajita de las cenizas, se miran y hasta pelan los dientes, o se deslizan entre labios, las siglas del Hp.

DIGRESIÓN: Hay otra ‘’herencia’’ apetecida, que son las pensiones. Hacen cualquier maroma jurídica, para que pase de cuerpo en cuerpo, como aquella propaganda del cigarrillo Piel Roja, que el humo en aroma, pase de boca en boca. ¡Qué avaricia caray! ¡Que lobos! – Dios sabrá que hacer con estos codiciosos, en el juicio final, del que creo, como en la vida eterna. Cierro digresión.

De todas maneras, surgen los gastos básicos de una sucesión, pero que, en discordia, se incrementan considerablemente: Finalmente, entre el costo de los pleitos, y honorarios, impuestos, deudas y muchas cosas más, aquella herencia producidas por ricos, o simplemente pudientes, termina en ruinas volviendo trizas la bella la unión que era motivo de admiración y ejemplo, pues por la ambición, terminó dividida y convertida en bandos de enemigos en disposición de cometer disparates. Hay excepciones, porque existen los buenos sentimientos, que son superiores porque están inspirados en la gratitud.

EL TERRORISMO HERENCIAL: Muchas suegras, nueras, yernos y cuñados, se les abren las agallas, y comienza el conflicto en las otras partes del extremo familiar, en que el forcejeo por la herencia, muestra otro rostro conflictivo, que son los incendiarios que impulsan a los reclamos de la forma que sea, a riesgo de los duelos a la antigua.

La primera arma en esgrimir, es la cizaña que viene de parte de los que no tienen vínculos de consanguinidad, y si de afinidad, que buscan su tajada y crean una batalla y como estrategia, conducen a las inquinas, azuzan tras bambalinas e incendian los ánimos.

¿Y qué decir para el caso, en que algunos de los cónyuges se divorciaron? Despunta la ira de las esposas, o esposos utilizando como arma, enfrentar perversamente a sus hijos, contra alguno de sus padres. Eso es inaceptable y refleja la pequeñez de sentimientos y la carencia de valores y principios éticos y una índole enfermiza y perversa. Que el tiempo la castiga, le pasa factura.

DIFAMACIONES VAN Y VIENEN. Hay mujeres que no pueden soportar el duelo del divorcio y terminan faltando a la honra de su ex esposo, padre de sus hijos, o viceversa, como desquite. Y… lo mismo hay varones, que hacen lo propio, actitud del todo censurable. El resentimiento es tan grande, que aun transcurridos años de años, siguen con la ponzoña despiadada envenenando la armonía del otro hogar. Desafortunadamente, ese caso se da más en mujeres que en hombres y lo triste, es que hay hijos que ya grandes, siguen sirviendo de idiotas útiles, que no reflexionan porque la ira ciega y no deja razonar.

El hijo sabio alegra a su padre, pero el hijo necio, es la tristeza de su madre. Hay madres que sienten esa tristeza, pero hay otras que sienten alegría denigrando a su ex esposo a través de sus hijos. Esas damas, dan lastima y solo para ellas, lo que hay es que pedirle a Dios, les endulce su amargura sanándoles el corazón.

PROPONGO AL CONGRESO DE LA REPÚBLICA COMO SOLUCIÓN: LA DONACIÓN ENTRE VIVOS Y ABOLIR EL SISTEMA HERENCIAL.

Por ello, sería interesante, que en el Congreso de la República se ventilara el tema, para que se presentara un proyecto de ley, que reemplace la figura de la herencia, para darle prelación a la donación entre vivos, conservando el donante, el usufructo hasta el momento en que fallezca. AsÍ también se librarían los deudores que al fallecer, no pueden pagar y hay hijos que son incapaces de asumir la deuda. ¿Si esto se logra, también se conserva la unidad y armonía en las familias, y se evitan las presiones y el fomento de las cizañas familiares, que son el peor ejemplo para las generaciones que le preceden, que ayudan al fomento de criar resentidos, los que finalmente se trasladan a las generaciones, enseñando a odiar y quien quita, que sea el combustible, para que dicha furia se traslade a las ¿ideologías?. 

Por todo lo antes comentado, la herencia se convierte más en una desgracia que en una gracia. Más en un defecto que en una virtud, porque además de empañar la esencia de su cruda nobleza y de su razón de ser, como lo es heredar sanamente, propician las desavenencias, litigios o contiendas entre hermanos. Eso no es del agrado de Dios, y se deshonra al fallecido, que dejó el fruto de su trabajo, para ayudar, para unir y no para dividir.

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