Petro y los fantasmas: conspiración y traición en la Casa de Nariño

El presidente Gustavo Petro junto a su esposa, Verónica Alcocer, durante el discurso presidencial desde el balcón en la Casa de Nariño, el 1 de mayo de 2023. NATHALIA ANGARITA

JUAN DIEGO QUESADA

Bogotá –

En la Casa de Nariño se respira estos días un aire tóxico. Gustavo Petro vive con preocupación y desconcierto todo lo que está pasando a su alrededor. Pocos se atreven a tocar esta semana a la puerta de su oficina. El presidente muestra un semblante serio y un malhumor desconocido hasta ahora en su faceta de jefe de Estado. Le gusta repetir que el poder actúa como un veneno y le preocupa que los suyos no sean capaces de vencer esa tentación. Hace tiempo que en su teléfono recibe advertencias, insinuaciones, malidicencias, montajes con acusaciones muy graves contra sus asesores. Petro no responde esos mensajes, deja en visto a quienes los envían. No los mandan anónimos, sino gente que ha trabajado antes con él y ahora se encuentra fuera de su círculo. Muchos creen que han estado 20 años apoyándole y que llegado el momento se ha rodeado de unos recién llegados que no lo cuidan como deberían. Otros han salido del Gobierno después de dos años y no escatiman en contar intimidades por sentirse abandonados, expulsados del paraíso. Eso ha generado un clima de desconfianza. Unos funcionarios recelan de otros. Se persigue con saña a los filtradores y más de uno ha salido por la puerta por este motivo, sin que necesariamente fuera verdad. Se ha expandido una mentalidad paranoide. La conclusión es que los enemigos no están en lugares remotos, sino que caminan por los pasillos de la residencia presidencial y Petro puede oír sus pasos.

Estas preocupaciones revolotean como insectos que pican alrededor de las dos mujeres que más cerca tiene, la primera dama, Verónica Alcocer, y su número 2, Laura Sarabia. A Alcocer la conoció hace 24 años. Ella estaba entre el público de una conferencia que fue a dar en una universidad. Se deslumbraron mutuamente. Juntos han tenido dos hijas y él adoptó a un hijo de ella, o sea que son tres. A Sarabia la descubrió como asistente de su jefe de campaña, Armando Benedetti, y pronto sintió que la necesitaba a su lado, para todo, lo personal y lo profesional. Una mente ordenada y capaz para un señor que habita un planeta propio. Ahora las dos enfrentan problemas y él, a menudo absorto de lo cotidiano, se muestra realmente preocupado, según fuentes cercanas al presidente. Siente que su burbuja tiene grietas.

La primera dama creyó hace tres años que, después de haber criado a sus hijas con un marido no implicado en los cuidados, sino centrado en su vida política, llegó el momento de crear su propio perfil público. Tuvo una voz preponderante en la campaña y ponía y apartaba gente según su gusto. Todos se cuidaban de molestarla. Nadie, salvo Petro, se atrevía a llevarle la contraria. Aglutinó un poder sorprendente, por ósmosis. Llegó a Palacio con un equipo que llevaba mucho tiempo con ella, pero los apartó poco a poco. En su lugar tomaron el control Agmeth Ascaf, miembro de la Cámara de Representantes de Colombia y amigo desde hace muchos años, y un primo que no tenía contrato como funcionario público y hacía su agenda. En estos casi dos años no ha hecho muchos amigos. A veces ha pedido la cabeza de alguien y Petro no se la ha dado de inmediato. Hay cercanos al presidente que creen que han caído en desgracia por no contar con su aprobación. Su relación con asesores catalanes que han tratado de hacer negocios presumiendo de su cercanía a Petro ha levantado cejas.

Ahora ella cree que quieren cavar su tumba pública. En una denuncia penal que presentó el 4 de junio y se conoció este viernes, la esposa del presidente asegura que existe un “fuego amigo” del que tiene datos para aportar cuando se asigne un fiscal. “En estos casos, son personas dentro del mismo Gobierno quienes lanzan historias y rumores para confundir a la opinión pública y minimizar el escrutinio sobre sus propias acciones”, revela en un escrito dirigido a la fiscal general, Luz Adriana Camargo. El documento señala que existe “una estrategia sistemática de desinformación, atentatoria contra la dignidad humana, la honra y el buen nombre”. Según ella, los responsables ponen a circular cadenas de mensajes que tarde o temprano replican los medios de comunicación. Continúa la denuncia: “Escriben historias que, naturalmente, no suscriben, mezclando un par de datos reales con montañas de mentiras. Se autoasignan la calidad de fuentes bien informadas, y al final encuentran comunicadores y opinadores que recogen sus historias y las publican sin ninguna verificación o contraste previo”.

Sarabia, la persona más poderosa del Gobierno sin lugar a dudas, no se ha librado de este ambiente de sospecha. Desde hace meses circula un informe apócrifo que varios periodistas han recibido en sus teléfonos. Congresistas lo han enviado como un globo sonda. En él se acusa a Andrés Sarabia, hermano de Laura, de cobrar mordidas por asegurar cargos públicos. Es una de esas cadenas de WhatsApp tan reenviadas que solo puedes mandársela a una persona más. Alejandro Villanueva, director de un portal que se llama Desigual, ha usado parte de esa información con algunos añadidos para poner en tela de juicio la reputación de Sarabia y su hermano. Laura se muestra confundida porque hace tiempo que no se habla con Andrés. El hermano se defiende por chat: “Soy alguien honesto”. El problema del vídeo de Villanueva es que habla casi siempre en condicional, con frases como: “Si eso es cierto…”. El título del vídeo ya da muestras de lo que va a ser el contenido: “¿El hermano de Laura Sarabia y Jaime Augusto Ramírez Cobo (asesor de Sarabia) manejan una red ilegal de contratación pública?”. La publicación no puede considerarse un trabajo periodístico porque no maneja los códigos del oficio, que consiste en demostrar y no en especular. De hecho, de esta forma la carga de la prueba recae en el señalado, que tiene que salir a demostrar su inocencia, y no en el que señala. En cualquier caso, sea cierto o no lo que ahí se cuenta, ha tenido impacto en redes sociales -no tanto en medios tradicionales, que han sido cautos- y ha valido para que Vicky Dávila, la directora de la revista Semana y el personaje público más antipetrista que existe, felicite a Villanueva en público: “Gracias, Alejandro”.

El propio Jaime Ramírez, enlace de la Presidencia con el Congreso, y Daniela Valencia, de Fiduprevisora, han denunciado también ser víctimas de calumnias. Se le acusa a él de colocarla en el puesto a ella, que es su pareja, después de un trabajo intenso de lobby del que existen testigos. En Palacio sostienen que Petro no estaba enterado de un asunto tan menor. A él se le tiene por un hombre de ideas, alejado de trámites y burocracias. Sus enemigos más encarnados reconocen en privado que no es alguien a quien el tiempo ha corrompido. Pero las sospechas cercan a muchos de los que le rodean. No suele desentenderse de su equipo de confianza por un mero señalamiento, suele pensar que se trata de un ataque de la gente que quiere enturbiar el cambio que él ha prometido en Colombia. Sin embargo, en este instante el ruido es atronador y le llega con nitidez, aunque se haya encerrado en su despacho. Las traiciones y las conspiraciones de las que siempre ha tratado de mantenerse al margen se le han colado por debajo de la puerta.

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