Catalina Oquendo
El presidente Gustavo Petro aspira a dominar la agenda pública a punta de discursos. En los últimos tres días aprovechó dos para mostrar sus caras: el que le habla al mundo en tono existencialista y que advierte de la catástrofe mundial; y el local, implacable contra quienes considera sus adversarios. En ambos casos, los temas se repiten: en el primero, crisis climática, “extinción de la vida” y urgencia de acción ética ante “el genocidio en Gaza”; en el otro, denuncia de supuesto golpe de Estado e intento de asesinato y crítica furiosa a los medios de comunicación.
El Petro de los discursos no es nuevo para el país. Ya era un orador infatigable como congresista —donde se recuerdan grandes intervenciones—, lenguaraz también como alcalde de Bogotá y opositor del uribismo. Ahora, como presidente, Petro aprovecha cada espacio para dar largos soliloquios con lápiz en mano en los que mantiene ese mismo talante de diagnosticador de la realidad, con la diferencia de que hoy le corresponde a él cambiarla, mejorarla.
Este martes, ante la asamblea de las Naciones Unidas, habló desde el lugar de los países que no son escuchados en las grandes decisiones mundiales. “No nos escuchan cuando votamos que se detenga el genocidio en Gaza”, dijo, por ejemplo, ante el foro internacional donde ha sido coherente con la denuncia, al mismo tiempo que llamó criminal a Benjamín Nentayahu.
Como había hecho en sus anteriores presentaciones en la ONU, insistió que el tiempo se acaba para detener la crisis climática y “ha comenzado el fin de la humanidad”. Como hilo conductor del discurso responsabilizó al 1 % más rico de la humanidad por su dependencia a los combustibles fósiles y permitir bombardeos a mujeres y niños o que “se bloqueen económicamente los países rebeldes que no encajan en su dominio, como Cuba o como Venezuela”, la única referencia al país vecino. “Gritan ¡Viva la libertad, carajo!, pero solo es la libertad del 1% de la humanidad”, agregó haciendo referencia y gritando con el tono de Javier Milei.
Petro no solo utiliza las redes sociales — es bien conocida su afición por X— sino también cada vez más las llamadas alocuciones presidenciales, que antes irrumpían la vida nacional con noticias de última hora, pero que él prefiere, como dijo el domingo, “para comentar varias cosas que atraviesan nuestro país”. “Interrumpo su tiempo”, agregó al pedir perdón a un ciudadano indeterminado que lo veía y escuchaba mientras probablemente lidiaba con la famosa depresión del domingo a las 7 de la noche.
En esta alocución —que tenía como escenario el campo y no la Casa de Nariño y en la que leyó y no improvisó como tantas otras veces— Petro transparentó que preferirá la comunicación directa ante lo que él considera ataques de los medios masivos a su persona. “Nunca un presidente estuvo bajo tanta sevicia y perfidia. Por eso hablo desde las redes y por este medio”. También repitió lo que se viene diciendo hace semanas: que hay “artimañas jurídicas” para tumbarlo; que hay un “golpe parlamentario” y que también quieren asesinarlo con “veneno y volquetas a su paso” aunque no dijo si hay nuevos detalles o información sobre quién quiere hacerlo. Como ya es costumbre, mencionó su propuesta de un el acuerdo nacional, aunque pasara de largo por ahí, y concluyó con que ante cada reforma o propuesta suya hay “poderes que amenazan el cambio”.
En últimas, aunque en escenarios distintos, el Petro de afuera y el de adentro, hablan de lo mismo: catástrofes paralizantes y llamados a los pueblos—no a los gobiernos— a la acción.