Por Jaime Burgos Martínez*
Me había abstenido de escribir unas líneas de reflexión sobre el contexto social e institucional de la política para no volverme monotemático; pero, desgraciadamente, la realidad del país impide guardar silencio acerca del pan nuestro de cada día: politiquería y corrupción.
Escuché con atención en días pasados la intervención del ministro de Defensa Nacional ante la Comisión Legal de Seguimiento a las Actividades de Inteligencia y Contrainteligencia, del Congreso de la República, en que afirmó: «…no hay ningún rubro que se hubiera destinado para la adquisición del software Pegasus en los inventarios de los organismos de inteligencia, pero estamos ante la realidad de que hubo un Pegasus, que de acuerdo con lo que conocemos tenía que haber sido renovada la licencia, porque esto tiene licencia de un año…».
Sin detenerme analizar los beneficios o perjuicios de esta herramienta de ciberinteligencia, comprada a una empresa de Israel (NSO Group), según divulgación de distintos medios de comunicación, mediante la cual es posible acceder, arbitrariamente, a datos de celulares que se infectan con un mensaje (llamadas telefónicas, mensajes de texto, mensajes WhatsApp y aplicaciones varias), es preocupante —por no decir gravísimo— que el Gobierno en el año 2021 haya adquirido el mencionado software por la suma de once millones de dólares americanos y que no aparezca registro contable ni contractual de dicha negociación.
Entonces, cabe preguntarse: ¿Será que el Gobierno nacional maneja una «caja menor», ilimitada, sin el control de los organismos competentes para dar el visto bueno a la altísima erogación fiscal? Pues, si eso es así, ¡cuánta corruptela habrá sucedido a espaldas de todos los colombianos!
En estos momentos todo se está investigando, pero, como ya es costumbre, eso no llega a nada…; y el Gobierno nacional actual le pone el retrovisor al Gobierno anterior —por la época de los hechos —, para sacar provecho político con tinte ideológico, muy a su estilo; pero sin dar ejemplo, porque la corrupción, que viene encubierta o disimulada de años atrás, en esta Administración se ha destapado y crecido con decisión y sin rodeos de forma vertiginosa y voluminosa, desde la Casa de Nariño hasta el rincón más insignificante de los cuatro puntos cardinales de nuestro territorio. Por eso muchos ciudadanos ligados a la política, de la noche a la mañana, como dice alguien, se han convertido en «muchachos prósperos»; pero posan de honestos, “por falta de pruebas y prescripción de las acciones sancionatorias”: ¡todo se arregla! Como diría Óscar Wilde, en su comedia La importancia de llamarse Ernesto, «Todo el mundo tiene alguna buena cualidad».
Sin embargo, la escritora y filóloga española Irene Vallejo, en un bello artículo titulado Animales políticos, después de narrar una hermosa fábula del dios Zeus —sin Pegasus— en que les regaló a los hombres la justicia y el sentido de la política para formar comunidad, nos dice: «La política no son las artimañas de unos pocos para conseguir poder, es el arte de poder vivir todos juntos», sin Pegasus y corrupción.
*Jaime Burgos Martínez
Abogado, especialista en derechos administrativo y disciplinario.
Bogotá, D. C., noviembre de 2024
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