Palabras desusadas

Foto Talengo

Por Carlos Alberto Ospina M.

El sentido y el uso de una palabra de algún modo pone a la disposición de alguien la mejor actitud o el desprecio. La expresión “cada uno habla como quien es” da a entender la relación intrínseca entre las acciones y la representación mental que produce el mensaje verbal. En consecuencia, la dicción afecta la intencionalidad del otro.

El trato cordial abre espacios insospechados a conexiones fértiles, ambientes sanos y estables por el simple hecho de generar confianza entre dos o más individuos. ¡A patadas nadie ama! Uno fija la vista en lo que tonifica el corazón.

Algunos consideran un esfuerzo inútil demostrar gratitud a quien tiende la mano de forma desprendida. Con razón nuestros ancestros machacaban: “el que es acomedido, come de lo que hay escondido”. En el fondo esa retahíla apuntaba a una recomendación más directa relacionada con la voluntad, la responsabilidad y el merecimiento. La gente de buenos sentimientos corresponde con disciplina, lealtad y firmeza de carácter.

Unos pecan de ignorancia a causa de mezclar respeto con sosería. La persona de conducta moderada obra de manera comprensiva, explica, recapacita ¡y sabe pedir perdón! Lejos de él está la maquinación y la enemistad debido a posiciones ideológicas contrarias a su visión del mundo. La gratitud y la humildad simbolizan un beso en la frente.

Tolerar las ideas contrarias a las propias no significa inmunidad política ni supremacía de un dogma a expensas de los demás. La diferencia conceptual se rompe a partir del adoctrinamiento, la imposición, la anarquía y la irracionalidad. La tolerancia encarna la independencia de criterio, la ausencia de desprecio, la reflexión y el valor ajustado que no admite interferencia ni desconocimiento de las obligaciones de cada sujeto. La permisividad es la leche materna de la mala crianza.

Sin veracidad corremos el riesgo de incentivar el desconcierto, la confusión y las dobles posturas de tiranos vestidos de salvadores. La sinceridad es el traje de gala de los hombres libres.

La armonía determina el punto céntrico o el fin de nuestros actos. Al instante que desaparece la tranquilidad interior brota en el horizonte la sensación de turbulencia. Así es que el desamparo íntimo empieza a reproducir odios, mentiras, desengaños, conflictos y destrucción. La paz es la sustancia moral del alma. 

Necesitamos más voces auténticas, combinar sílabas, enlazar acordes y disfrutar sonidos que dignifiquen la naturaleza humana. Hablar bonito teje sonrisas y mima ánimos deteriorados.

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