Otraparte. Bolívar empeloto

El Bolívar Desnudo del escultor Rodrigo Arenas Betancur, símbolo de la ciudad de Pereira. Fotos de Viajes

Por Óscar Domínguez G.

De un tinto en el despacho del ministro de Educación Aurelio Caicedo y su secretario Fabio Vásquez Botero, surgió en 1956 la idea del  Bolívar Desnudo de Pereira. De su  instalación  se celebraron el 30 de agosto los sesenta años junto con los 160 de la fundación de la ciudad. Arenas, residente en México, andaba desatrasándose de nostalgias en Colombia. Al ritual del tinto lo acompañó su amigo de siempre Otto Morales Benítez.

“Una voz varonil”, la de Vásquez Botero,  le dijo de pronto a Arenas: hable con el alcalde de Pereira que necesitan una obra monumental para celebrar el centenario. El escéptico Arenas fue, vio, habló y firmó un contrato con la administración municipal “por dos o tres mil pesos”, recordaba. El polémico Bolívar, considerado por el propio escultor su mejor do de pecho, era un hecho.

Rodrigo Arenas Betancourt en 1968. (Publicado en Historia Fotográfica de Medellín)

La primera maqueta de ese Bolívar se la robó – fue el verbo que utilizó- Belisario Betancur, quien la devolvió finalmente convertido en ladrón honrado  como el de la custodia de Badillo. 

En mi condición de desteñido vocal de la Fundación Arenas Betancourt, por coqueto nombramiento de María Elena Quintero, esposa del artista, le escribí a BB “exigiéndole” que devolviera la maqueta a la familia. Jamás me respondió y la dejó en las manos de Adela y Olympo  hijos de Don Otto Morales.

El  cumpleaños sesenta del Bolívar incluyó el anuncio de un diplomado sobre el escultor en la Universidad Tecnológica, UTP, el lanzamiento de un libro y el proyecto de que el Museo Arenas se quede en el alma mater de la “trasnochadora, querendona y morena”, dicho sea con el poema de Luis Carlos González, anfitrión alguna vez en su casa del gaucho Atahualpa Yupanqui.  En  Antioquia las autoridades han prometido el oro y el moro en relación con el legado de Arenas. Al final todo ha quedado en puro blablablá.

De su obra cumbre a la que se opuso hasta el gato decía Arenas: “Me llenó plenamente porque pude expresar una visión del mundo ya muy mía en ese tiempo. Quizás, es el momento en que logro una madurez conmigo mismo. Pude hacerlo, digamos, como se me antojó. El Bolívar de Pereira simboliza la libertad: por la libertad de creación, por la libertad de formas. Es la absoluta libertad.”

El legado ha sido mimado por la familia del escultor en su casona del municipio de La Estrella, al sur de Medellín. En especial por su esposa, la poeta María Elena a quien Arenas flechó perdidamente “con su mirada bíblica y su figura rasputiniana”.

ÑAPA

BB, LADRÓN HONRADO

Al doctor Belisario Betancur, salud.

Le escribo en mi condición de bípedo que de pronto le roba tiempo y tinto a su viejo amigo el abuelo Otto Morales Benítez en su refugio laboral de la torre Colpatria, a donde suele llegar temprano a sudar plusvalía con vigor de seminarista célibe.

No le escribo en mi condición de reportero que cubrió su triunfadora campaña política después de que coleccionara todo un popurrí de derrotas. Por cierto, su jefe de prensa, era el Loco Alberto Gildardo, quien después se juntaría con malas compañías, ve.

Al grano: le escribo desde mi óptica de aguatero y antiguo miembro suplente de la Junta Directiva de CorpoArenas, entidad que se dedica a perpetuar el legado de otro viejo camarada suyo: el maestro Rodrigo Arenas Betancourt. 

Nos aprieta clavijas la presidenta de la Corporación, María Elena Quintero, viuda del escultor de Fredonia, su compañero de audacias en el anillo etílico-erótico del Guayaquil de los años cuarenta, donde pagaban servicios horizontales con versos de dudosa factura.

El escultor Rodrigo Arena Betancourt con el arquitecto Ariel Escobar Llanos y sus hijos, y el escritor Gonzalo Arango. (Tomado de Medellín Viejito).

Poniendo a funcionar el retrovisor, en el discurso que leyó su amagaseña educación con motivo de los primeros 90 años del doctor Otto, descubro tardíamente detalles nuevos de su complicidad con el maestro Arenas.

En ese discurso reveló sin ruborizarse, que se ROBÓ – el tiempo verbal es suyo,  las arbitrarias mayúsculas son mías- la primera maqueta del Bolívar de Pereira. Para evitar que me vaya a empapelar por calumnia lo cito textualmente: 

“… maqueta que hice llegar  -después de cuarenta años-, a la sede de la fundación que sus amigos académicos, y sus hijos, Adelita y Olympo, han abierto en Bogotá para estudiar su obra, su pensamiento y su vida”.

Admito, doctor Bélico, que el cargo de suplente en CorpoArenas, tampoco me da para solicitarle a usted, a la doctora Adela y al doctor Olympo, que devuelvan la maqueta que quedaría en mejores manos en CorpoArenas, municipio de La Estrella, al sur de Medellín, donde sería vista por paisas como arroz.

Ahora, tampoco tendría ropita para rechazar la devolución, si se produjera… A espaldas de la viuda, digo que sería  estruendosamente bienvenida. 

Lo invito a  que sea un ladrón honrado como el de la Custodia de Badillo. El ejemplo podría cundir. Alemania devolvería Nefertiti a Egipto, Alemania las esculturas de san Agustín, Huila, y España el tesoro Quimbaya al Quindío como lo reclaman los cuyabros, encabezados por Jaime Lopera. (O quindianos, antes de que me gazapeen).

Hay muchas leyes y acuerdos muertos  alrededor de lo que debe hacerse para que la obra de su camarada –escultor-pintor-escritor se conozca más. Sucesivos alcaldes y gobernadores se han hecho los locos para hacer cumplir la letra.  La cultura no produce votos.

Si su amagaseña educación puede hacer algo, Dios y la patria se lo premien. Si no, tranquilo, siga acariciando a sus nietos, cometiendo versos clandestinos, oscilando entre Madrid y a Barichara, Santander,  donde el tiempo no existe,  y admirando las cerámicas de doña Dalita, la hermana veneca que hace tiempos invadió el golfo de Coquivacoa de su cuasinonagenario corazón.

Del doctor Belisario, que jugaba ajedrez en casa de María Cano, La Flor del Trabajo, muy atentamente, su colega ajedrecista.

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