LUCAS REYNOSO
La detención de Nicolás Petro, el hijo mayor del presidente Gustavo Petro, ha agitado aún más las ya turbulentas aguas de la política del país. No solo por el morbo que provoca la estrepitosa caída en desgracia de un hombre joven que parecía tenerlo todo. Tampoco por la tristeza que manifiesta su padre, que marca distancia.
La situación más compleja es que su hijo mayor pone al presidente en una posición incómoda con la Fiscalía. La entidad que conduce Francisco Barbosa, uno de sus mayores rivales, definirá gran parte de la suerte de Nicolás justo cuando el mandatario se prepara para presentar la terna de candidatos para reemplazar al fiscal general, que termina su mandato el 13 de febrero.
Nicolás Petro fue imputado el martes por los delitos de enriquecimiento ilícito y lavado de activos. Su expareja, Daysuris Vásquez, lo había acusado públicamente en marzo de haber recibido dinero proveniente de personas con “un pasado un poco oscuro”. Supuestamente, él les decía que era para la campaña presidencial de su padre, pero todo iba para sus propios bolsillos. Así se entiende cómo hacía para sostener los lujos a los que estaba acostumbrado: restaurantes caros, ropa de diseñador, joyas, tratamientos estéticos, hoteles cinco estrellas. La lista de los personajes presuntamente implicados no es para nada desdeñable: incluye a exnarcos y contratistas señalados por vínculos con paramilitares.
La audiencia de imputación de cargos, el martes, evidenció la conmoción que sintieron muchos en Colombia con las revelaciones. El fiscal Mario Andrés Burgos no hizo mayor esfuerzo para ocultar su incredulidad y rechazo. “¡Por dios, señor Nicolás!”, llegó a exclamar mientras enumeraba los gastos exorbitantes de Petro hijo, que solo registraba como ingreso su sueldo como diputado de la Asamblea Departamental del Atlántico. “Para justificar los gastos que usted realizaba tenía que ganarse 200 millones de pesos por mes. Creo que todos nos haríamos elegir como diputado. ¿200 millones de pesos mensuales? ¡Por favor!”, remarcó el fiscal.
El presidente reiteró el sábado que respetará la independencia judicial, como dijo en marzo cuando él mismo pidió a la Fiscalía que investigara a su hijo. Pero el tono del mensaje era distinto: la tristeza era más palpable y ya no se mencionaba la confianza en que Nicolás demostrara su inocencia. “Como persona y padre me duele mucho tanta autodestrucción y el que uno de mis hijos pase por la cárcel (…) A mi hijo le deseo suerte y fuerza. Que estos sucesos forjen su carácter y pueda reflexionar sobre sus propios errores”, declaró. Ese mismo día, participó en un encuentro de economía solidaria en Neiva, lejos de la situación de Nicolás. Sus aliados políticos, mientras tanto, lo rodeaban con abrazos virtuales para apoyarlo “en un momento difícil”.
La tensión con el fiscal general, sin embargo, es difícil de eludir. El propio Nicolás Petro, que se siente abandonado por el Gobierno, pidió hace unas semanas la recusación de Barbosa, quien ordenó la creación de un grupo de tareas especiales para investigar el caso. No tuvo éxito: tanto el fiscal general como la Corte Suprema rechazaron la petición. No obstante, los ya clásicos enfrentamientos entre Petro padre y Barbosa no pasan desapercibidos. El fiscal encargado del caso comentó durante la audiencia que no tenía “nada personal” contra Nicolás, como insinúa el acusado: “La Fiscalía General de la Nación no realiza persecuciones por temas políticos. Lo investigamos como persona y no por ser el hijo del presidente”.
Petro padre, mientras tanto, evita pronunciarse sobre la terna que deberá presentar a finales de este año para que la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia defina al sucesor de Barbosa, lo que debería ocurrir en menos de seis meses para evitar un vacío en la dirección de la entidad que investiga los delitos. El padre de un imputado será quien deba elegir a los candidatos a liderar a la entidad que investiga y busca llevar ante un juez a su propio hijo. Y él, Nicolás, no solo puede terminar preso por más de una década. También, según anunció el martes, es alguien dispuesto a cooperar con la Fiscalía y señalar otros hechos de corrupción. Entre más corra el reloj, más se van a cruzar esos dos procesos.