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- Noticia de su muerte por sus hijos
- Un texto de Bada sobre el incendio de su vivienda
Por Óscar Domínguez Giraldo
La mala-buena noticia llegó por correo electrónico el domingo 9 de febrero, Día del Periodista: “Los hijos de Ricardo Bada mandaron hace un rato un correo anunciando la muerte de nuestro amigo…. Te aviso, para que ayudes a llorarlo conmigo…”.
El 50 por ciento de mis lágrimas son por la vida de Bada y el 51 (¿) por ciento restante, por su muerte. En ambos casos las lágrimas son de alegría. Ricaggdo, como le decía el cronopio Cortázar arrastrando erres, la estaba pasando tan mal que pensó en regalarse la eutanasia. Su red de afectos se lo impidió. Hasta el final supo indignarse.
Entre sus amigos, lectores de todos los pelambres, edades, credos, nos dimos el sentido pésame. Miente el que diga que no se enriqueció con su talento. Me tocó disfrutarlo, padecerlo y aprender de él como jefe en la Voz de Alemania de la que fue presentador 120 de las 260 veces que estuvo al aire.
Hablar de Bada es recordar a su esposa Diny, protagonista de sus días y sus noches, y de su diario de los últimos años en www.fronterad.com donde se puede rastrear
El escritor Jaime Lopera, le rindió este homenaje: “Eso sí duele: un prosista como Bada, pocos. Sus reseñas de cine, inmejorables (amaba, como yo, a Billy Wilder y Una Eva y Dos Adanes). Sus crónicas personales en la Frontera, de mejor a mejor. Qué pena”.
En los últimos años esperábamos su maná sabatino que llovía en forma de diario. No dejó nada entre el tintero. Pago por ver a uno que conociera mejor el español que Bada.
“Estajanovista de la amistad”, lo llamó Álvaro Mutis; para Álvaro Castaño Castillo, fundador de la emisora HJCK, fue el mejor periodista cultural que conoció; se proclamaba español ginecológico, republicano agnóstico y colombiano honoris causa.
Sobre su “modus trabajandi” escribió: “Lo que escribo es prosa mercenaria, y yo me considero un escritor profesional en el sentido más estricto del adjetivo, es decir, alguien que ha vivido de lo que escribe y sigue viviendo de ello, sencillamente porque un día descubrí que me resultaba fácil escribir. Y como los andaluces dizque detentamos marcas dignas del Guinness en materia de practicar la ley del mínimo esfuerzo, me dije que si me salía tan fácil, para qué me iba a joder la vida ejerciendo de abogado, como quería mi padre… Dicho de otro modo: A mí la literatura sólo me interesa como ganapán en mi caso, y como placer de lectura en el caso de los demás que escriben bien”.
Gustoso habría reencarnado en su padre o en su nieto Oskar. Decía que le gustaría “morir durmiendo”. Vivió de una vez todas sus vidas. Cuando le pregunté si tenía listo su epitafio, me contestó: “… te he proporcionado un material boccato di cardinali para la necrológica que me vas a dedicar. Vale”. Vale, Ricaggdo, y te afrijolo este epitafio tomado de un verso de Geraldino Brasil al que de pronto tradujiste: “No murió, quedó encantado”. (Mis condolencias estrepitosas para su familia).
NOTICIA DE SU MUERTE POR SUS HIJOS
“Queridos amigos de Ricardo,
Con gran pesar les comunicamos el fallecimiento de nuestro querido padre Ricardo Bada Díaz.
Falleció el sábado 8 de febrero de 2025 en las primeras horas de la mañana.
Para muchos de ustedes esta muerte será un shock, ya que fue repentina. Y ahora, mirando hacia atrás, también llegó demasiado rápido para nosotros. Pero Ricardo se había rendido. Deseaba su fin. Su valor para afrontar la vida se había agotado. La soledad había sustituido a la paz que anhelaba tras los dos últimos años. Una soledad difícil de soportar.
Aunque nosotros, sus hijos y nietos, intentábamos hacerle compañía y apoyarle en su vida cotidiana, seguía habiendo un silencio a su alrededor que nadie podía llenar.
Todo lo que siempre le había dado placer, donde iba su energía, empezó a agotarle. Todo empezó a costarle esfuerzo. Su cuerpo también empezó a ceder al dolor por el final forzoso de su vida familiar y querida en Pflasterhofweg, en Colonia-Weiß, así como por el amargo final de su matrimonio. En enero decidió por su cuenta dejar de tomar la medicación. Esto marcó el comienzo de una dramática espiral descendente.
Desarrolló una infección en un dedo del pie y se vio obligado a permanecer tumbado. Sus visitas favoritas al restaurante sólo eran posibles en silla de ruedas. La cantidad de comida que ingería no era digna de mención. Hace unos quince días dejó de comer. Como consecuencia, fue perdiendo cada vez más fuerzas y ganas de vivir, y nos dimos cuenta de que había llegado el momento de despedirnos activamente.
Y así lo hicimos. Pudimos decirle lo que era importante para nosotros. Él todavía podía decirnos lo que era importante para él. Pero, por desgracia, no del todo, claro. Sus fuerzas menguaban demasiado deprisa.
El jueves 7 de febrero, Ricardo Jr, Vincent (su nieto) y yo (Montserrat), pasamos el día en su habitación. Ricardo dormía, a veces respiraba aliviado. Nos despedimos de él a última hora de la tarde. Suponíamos que volveríamos al día siguiente y lo encontraríamos vivo. Por desgracia, no fue así.
En la madrugada del 8 de febrero, Rebeca, nuestra hermana, fue informada de que Ricardo había sido encontrado en su habitación sin signos vitales. Nos avisó y nos desplazamos inmediatamente al domicilio.
Hemos estado sentados aquí desde entonces. Atrapados en una pena abrumadora. Sin saber realmente quién era importante para él. La semana pasada aún era capaz de decir sus nombres. Pero vemos su libreta de direcciones y nos sentimos abrumados porque tememos no ser capaces de llegar e informar a tantos. Espero que puedan apoyarnos en esto.
Por último, una palabra de consuelo para todos aquellos que ya no hablaban con él. Al final, Ricardo sólo tenía amor para todos los que estaban cerca de su corazón. Sin duda, también por ti.
Había llegado al final de su largo y satisfactorio viaje. Cuando ya no quiso más, fue liberado.
Y si se pregunta cómo será enterrado, él lo dijo muy claro: ‘Me gustaría que me enterraran en silencio y en el más pequeño de los círculos’.
Lo organizaremos para él durante la próxima semana.
Comprendemos que ahora tengas que asumir esta triste noticia.
Con los más cordiales saludos,
los hermanos Bada Hansen».
UN TEXTO DE BADA
Cuando se incendió su vivienda envió el siguiente despacho “urbi et interneti” como solía decir:
Weiß/Colonia, 3.12 (¿2023?).
A todas mis amistades este envío sencillo y en mi menor, para más inri :
No van a seguir recibiendo mis dobles envíos por algún tiempo. Calculo que si todo va bien podré reanudarlos allá por mediados del mes de enero. Ojalá. Y sin dilación, pero también sin anestesia, les explico el porqué.
Estoy viviendo una auténtica pesadilla. El lunes 28, en un descuido de Diny, se incendió nuestra vivienda. Por dicha, hubo poquísima llama pero humo como para creer que estábamos en el Londres de fines del siglo XIX y principios del XX. Cuando comenzó el incendio yo dormía la siesta, de la que me despertaron las alarmas de humo que en el semisueño de la siesta tomé al principio por el chirrido del despertador. Apenas me di cuenta de que eran las alarmas me levanté de un salto y sospechando lo que podía haber sucedido corrí a la cocina, donde encontré tres planchas incandescentes, que pude apagar de inmediato, pero el mal ya estaba hecho.
Los vecinos nigerianos del piso de abajo, que fueron los primeros en darse cuenta (Diny no tiene ni idea de cómo empezó todo ni por qué, ni entiende la tragedia consecuente a su descuido, menos mal) ya habían avisado a los bomberos, y mi querido Mohammed, a quien conozco desde que era un niño y jugaba con Paul, mi primer nieto, hace más de veinte años, me convenció de que saliera del piso y fuera de la casa, al aire libre. Alli ya habían llevado a Diny. Llegaron los bomberos, también una ambulancia, la policía.
Los sanitarios quisieron a toda costa hacerme chequear en Emergencias, por el posible peligro de haberme intoxicado con el humo. Menos mal, no fue el caso. Pude abandonar la clínica, y mi hijo, avisado por Mohammed, vino a buscarnos para que esa noche durmiéramos en casa de Montse, a unos 10′ en auto de la nuestra.
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«Aquí estoy pero no me quedo», quiso decir Bada al abandonar su casa de casi cinco décadas en Colonia. Foto Ricardo Bada
Al día siguiente, nuestros tres hijos acudieron al 11a del Pflasterhofweg con el propósito de limpiar un par de habitaciones a fin de que pudiéramos volver a casa. Regresaron con el rabo entre las piernas. La vivienda en que vivimos felices desde hace casi 47 años (47 hubieran sido el próximo día 22) se encuentra en estado 100% inhabitable, hay que renovarla por completo. No se trata solo de que la cocina (que entretanto ya la vi el miércoles y hoy) sea una reproducción a escala de algunas de Pompeya, sino sobre todo que todo el humo se depositó como un rocío inmisericorde sobre todos y cada uno de los objetos en todas y cada una de las habitaciones.
Estamos alojados en un hotel precioso, a 5′ a pie de la casa de Montse, hasta el martes 6, que pasaremos a vivir, de momento como huéspedes, en una residencia de ancianos. El 15 tomaremos posesión, en la misma residencia, de una vivienda asistida. De 114 metros cuadrados nos reduciremos a solo 47: dos habitaciones, pequeña cocina (con llave de paso que pienso llevar cosida en el fondo de mi alma) y cuarto de baño completo y apto para discapacitados físicos, como solemos serlo la gente anciana. Y después, a tratar de retornar a la vida «normal», si es que me quedan ganas.
A los miles de libros, CDs y DVDs vamos a pasarles revista mañana domingo los tres nietos mayores y yo, y es seguro que ellos harán buen uso de su ius prima electio, pero quedará mucho de sobra para bibliotecas distritales y la central de Colonia, así como las universidades de Colonia y Bonn, ambas con cátedras de Hispanística. Y en último término, ahi están los anticuarios.
«Mi obra», es decir, lo que escribí y publiqué en soporte papel, así como mi correspondencia, se las va a llevar el viento que sopló sobre Tara en la lejana Georgia. Me consuelo pensando en la desgracia infinitamente mucho mayor que le sucedió a la humanidad en el caso de Aldous Huxley, cuya casa californiana se la incendiaron unos pirómanos, y de sus manuscritos, libros y correspondencia no quedaron sino cenizas.
Solo me queda añadir que es en circunstancias como estas donde los hijos pueden devolver a sus madres el amor y la ayuda sin tasa que les dispensó a lo largo de sus vidas. Diny puede estar legítimamente súper orgullosa de los tres nuestros. Tanto como yo lo estoy sabiendo que si son como son, es por ser hijos suyos, no por serlo además míos.
Lo dicho, espero volver a poderles seguir enviando mis recados dominicales, y ahora me despido deseándoles que pasen unas felices fiestas en torno al Día Internacional del Regalo y, como se dice en Alemania, que tengan un buen resbalón de entrada en el año nuevo.
Y ésta una nota biográfica de Bada que suelen acompañar sus escritos:
http://blogs.elespectador.com/ricardobada/
Ricardo Bada (Huelva/España, 1939), escritor y periodista residente en Alemania desde 1963. Autor de numerosísimos libros, desde La generación del 39 (cuentos, Nueva York 1972) a El Canto XXV (novela breve, Copenhague), es o ha sido colaborador de medios como Revista de Occidente, ABC y Cuadernos Hispanoamericanos (España), El Espectador y El Malpensante (Colombia), Nexos, La Tempestad y La Jornada (México), La Nación (Costa Rica)…
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