Nacidas el 20 de enero: Judith Sarmiento

Judith Sarmiento Granada. Foto Crónica del Quindio

Por Óscar Domínguez G.

Dos municipios quindianos se disputan la cuna de Judith Sarmiento, “la señora de las noticias”: Montenegro y Quimbaya. Ambos dicen que Judith no es de allá. Realmente, y “a mucho honor”, Judith nació en una casa del Barrio Popular de Armenia donde hay una placa que dice: Calle 32 No. 22-64.

El merecido estrellato que se ha ganado a puro pulso, sin padrinazgos, nunca le harán subir los humos a la aventajada locutora-abogada y periodista por accidente que estuvo en peligro de llamarse simplemente Ofelia, como mamá Granada. 

Pero cuando Dios no viene manda el muchachito. La abuela propuso el nombre bíblico de Judith. Vino la negociación en el clan familiar, el cambalache, la rebajona. Y la criatura que le ha guardado fidelidad a sus convicciones terminó llamándose Judith Ofelia. 

El resto fue pilao: ya crecidita, en ejercicio del libre desarrollo de su personalidad, se autoproclamó Judith Sarmiento. El Ofelia se quedó para la cédula. Y para alguna obra de Shakespeare. 

Su Judith no tiene nada que ver con su tocaya la heroína judía que enamoró y decapitó a su enemigo, el general Holofernes, para ayudar a su pueblo.

“¿Y el apellido Granada qué?”, le preguntó una vez su madre, porque su “vástaga” sólo utilizaba el apellido paterno. “¿Será que a vos te parió un yarumo?”. 

Por razones de economía, supongo, el país la conoce como Judith Sarmiento desde cuando hizo sus primeras armas como locutora en el Noticiero Todelar donde tuvo como padrino a Alberto Cepeda Zubieta “una voz de oro que confió en mí y me abrió la puerta en Todelar”.

(De la madre de Judith es esta perla que solía decir: No me cambio por Dios ni mano a mano).

Claro que Judith bien podría pasar por bogotana. Ella misma confiesa no sólo que ha vivido sino que “soy nacida en Armenia pero ‘malcriada’ en Bogotá”. 

El asunto fue así: a sus cuatro años, su padre consiguió chanfa en Paipa, Boyacá, y a los Sarmiento Granada les tocó agarrar corotos, torciarse al hombro a los dos petacones hijos del matrimonio y se fueron a hacer el cursillo de boyacenses. El tercero de los Sarmiento, nacido rolito, duró poco. Ahora tiene el cielo y la eternidad por almohada.

Así que a Judith le ha tocado ejercer su profesión de bogoteña desde temprano. Eso sí, se las ingenia para mantener viva su “nacionalidad” cuyabra, segundo gentilicio de los oriundos del Quindío.

El polo a tierra con sus ancestros montañeros lo mantiene “hablando siempre de mi tierra, recordando y viviendo sus costumbres, sus dichos, sus comidas, recomendándole a todo el mundo que vaya al Quindío, estirando ‘nuca’ ahora que somos el segundo destinto turístico del país, después de Cartagena y cayéndole de vez en cuando a la familia dizque a hacer visita”.

EN EL PRINCIPIO FUE LA VOZ

Judith vive tan agradecida con su voz que la utiliza hasta para hacer las veces de Pavarotti bajo la ducha. Y no solo en la ducha: es cantante aficionada de tangos. “Dicen que lo hago bien”, resume. Con un grupo de sus colegas de la Asociación Colombiana de Locutores, ACL, una de las organizaciones gremiales más cohesionadas, grabó una casete-CD de tangos.

Para su grabación, Judith optó por el filosófico y contestatario “Cambalache” que a ella le gusta interpretado por su ídolo, el uruguayo Julio Sosa. Claro que es hincha a morir de los Homeros del tango: Homero Manzi y Homero Expósito.

También es un placer “genial, sensual”, escuchar a Judith leyendo la contundente carta de Manuelita Sáenz, la Libertadora del Libertador, a su exmarido inglés que le pedía cacao. 

Me parece que Judith lee esa carta con cierta fruición y no poca sevicia. Al fin y al cabo el documento es todo un grito de independencia de Manuelita – anticipada Florence Thomas- del yugo de su europeo James canjeado por Simón (Bolívar), “lo que no es grano de anís”. Esta interpretación, con otras de sus colegas de la ACL, circula en un CD clandestino titulado “Una entrega de amor”, patrocinado por la caja menor de Servientrega.

Tangos aparte, su bella voz le sonó, y de qué forma, al famoso historiador, periodista y veterano hombre de televisión don Arturo Abella, como le dice ella con todos los honores y mayúsculas. Confiesa que de no haber sido por “su irresponsabilidad (la del “Comino” Abella) de poner a manejar noticias a una abogada recién egresada (que no sabía ni periodismo ni derecho), yo no estaría en esto”.

A su paso por la televisión, de la que se retiró como presentadora cuando irrumpió el boom de las barbies, le debe el mejor consejo que ha recibido de un colega, Fernando González Pacheco.

Sus gafas empezaron a generar polémica: que le quedan bien, que no, que se las quite, que recurra a los lentes de contacto. Pacheco puso orden en la sala: “Mire, Judith, usted ya llegó como es. No se deje cambiar nada. El éxito en televisión está en ser tal como uno es”.

Los televidentes todavía reconocen a Judith en la calle por la credibilidad que le supo imprimir a su trabajo. Judit locuta, causa finita…

ATANDO CABOS

Aparte de Cepeda, Abella y Pacheco, Judith tiene otros gurús: en derecho, su maestro fue el sacrificado magistrado Manuel Gaona Cruz, a quien su alumna define como inteligencia brillante, librepensador y luminoso en su cátedra de Teoría del Derecho, en el Externado.

Atemos más cabos: Judith Ofelia no le dejó todo el trabajo a su bella voz que se conserva como Lola en sus quince. No, señor. Le metió derecho y periodismo al que llegó gracias a su voz, como locutora que seguimos escuchando los domingos en la mañana en Caracol. Un posgrado en periodismo en la Universidad de la Sabana le facilitó las herramientas adicionales que necesitaba para desempeñarse mejor.

En un principio, cuando se podía dar el lujo de cambiar una equivocación por otra, pensó estudiar fisioterapia o economía. “Quise estudiar filosofía pero me dijeron que me iba a morir de hambre”. Finalmente, jugó su futuro al azar y se lo ganó la troika: locución, derecho, periodismo.

“Si volviera atrás, volvería a estudiar Derecho. Es y ha sido mi sustento de mi carrera en los medios”, confiesa. En su programa de televisión “Justicia para todos”, por Señal Colombia, mezclaba todos los ingredientes profesionales que ha cultivado. 

Judith sienta esta “jurisprudencia”: “Miro la noticia desde la perspectiva jurídica, contando para ello con el criterio y la formación que me dio mi paso por la U. Externado de Colombia y adelanto mis trabajos de asesoría en comunicación con ese mismo énfasis: gerencia de la información jurídica. El periodismo sirve para alumbrar el entendimiento de la gente frente a una realidad tan conflictiva. El derecho, para alumbrar el entendimiento del periodista y ayudarle a comprender lo que debe contarle a los demás”.

Eso sí, lo que tiene claro es que no vivirá con la vida pendiente de un inciso. No le gusta llevar negocios ni conjugar el verbo litigar “tal vez por la lentitud y la excesiva formalidad de los procesos cuya velocidad no cuadra con el vértigo de las noticias en este país”.

DE CIERTAS INFIDELIDADES

Si Manuelita Saénz le fue infiel a su esposo inglés con el caraqueño Bolívar, Judith, que le debe el mote de “señora de las noticias” a su paso por la televisión, ama la radio “por su espontaneidad, su inmediatez, su magia y ese misterio de antes que la televisión ha venido destruyendo. Aún recuerdo cómo las voces nos hacían soñar con la imagen de Kadir el Árabe o Kalimán, o nos hacían creer que los locutores famosos eran unos galanes”.

Admite que a “la televisión le debo mucho del reconocimiento público logrado pero, hoy por hoy, mientras más plástica se vuelve la televisión, más me gusta la radio”.

Y le gusta tanto que fue estrella indiscutida en el programa de Caracol “6AM-9AM”, donde fue mano derecha e izquierda del director Darío Arizmendi. No importa que tuviera que madrugar todos los días a las 4: 30 de la mañana y trabajar hasta las 10 o 11 de la noche. Lo mismo ha hecho durante su vida profesional. Para resistir tanto estrés se refugia en las “maravillosas esencias florales” del bioenergético y aromoterapeuta Santiago Rojas.

El profesionalismo que ha alcanzado se le nota en la forma de plantear respetuosos e inteligentes interrogantes a las fuentes. No le hace ni una sola concesión al tremendismo radial que consiste en sacrificar la ética y cierta elegancia que exige el periodismo para pulir una chiva. 

Las fuentes se sienten cómodas, bien tratadas por la “doctora Judith”, como le dicen algunos de sus colegas abogados convertidos en fuentes privilegiadas. Siempre bien informada, sabe por dónde va el agua al molino noticioso.

(Lineas pasadas por latonería y pintura) 

Y hace varios años, cuando se pensionó, le escribí lo siguiente:

Bienvenida a la jubilación, Judith Sarmiento

Alondra:

Que los dioses te sigan siendo propicios.

Me tomo por asalto la vocería de los pensionados que en el mundo somos para darte la cordial bienvenida a bordo.

Bienvenida al eterno croché, al “dolce far niente”, al ocio creativo, a la agenda nunca ocupada. 

Bienvenida al NO al estrés, ni al escuatro ni al escinco.

Bienvenida a esos días en los que uno se despierta y ya se le agotó la agenda, como a los gatos, nuestros colegas, eternos perezosos. Llegó la hora de ser los secretarios (arquitectos) de nuestro propio destino, para decirlo con el cuasi olvidado Amado Nervo.

Felicitaciones a los tuyos en casa que te tendrán 25 horas al día. (Bueno, te esperan el bel canto, los incisos, los tangos, el periodismo en distintas advocaciones. Uno nunca pierde el impulso).

Bienvenida al enriquecedor anonimato con salario cada treinta días. No es fácil recibir el billete cada mes, pero toca amoldarse. 

Para ingresar al anonimato se necesita eso que tienes en cantidades exportables: humildad, sencillez. 

Un pajarito que trabaja en Caracol me contó que nunca te enfermaste de tu bien ganada y reconocida importancia.

Esa dosis personal de frescura que siempre te ha acompañado te servirá para afrontar lo que viene para seguir exprimiéndole el tuétano a esa vida que Dios en su bondad te dio.

Bienvenida a esa rica condición del nada qué hacer, o mejor, bienvenida a ese estado en el podemos seguir haciendo lo mismo sin esperar más reciprocidad que hacer las cosas por amor al arte, con la esperanza de que le sirvan a alguien.

En el gremio de pensionados sabemos que, sobre todo al principio, no es fácil manejar ese estado en que el protagonismo deja de ser parte de nuestra agenda diaria.

Pero ahí nos vamos acostumbrando. Es más: o nos acostumbramos, o nos acostumbramos.

Felicitaciones por haber llegado a esa etapa en la que saber que los demás, empezando por tu exjefe Darío, están trabajando, nos hace felices, nos desestresa tanto como un baño turco, o un sauna. 

Saber que nuestros excompañeros están triturando horarios, nos hace más jóvenes y bellos. 

Adiós al horror de tener que estar en el trabajo a las 5:30 de la mañana. Bienvenidas las trasnochadas así sea en Didascalia.

Ya puedes tomar o retomar ese libro que te coquetea desde el silencio para que te hagas el regalo de su lectura. Ese lugar adonde no has ido, o deseas volver sin prisa, te espera con los atardeceres (brazos) abiertos. 

Apréstate a “leer el paisaje” urbano y rural (de Cuyabrolandia, por ejemplo) que se te ha pasado por alto porque has tenido que rendir en la casa y en la oficina. 

Ese familiar, amigo o amiga al que no le has dedicado sino remotos y tacaños segundos por motivos laborales, te espera para que entre todos le cojan el dobladillo a una tarde bien parviada y mejor “triscada” o llena de chismes de buena entraña. 

Al fin y al cabo, la anécdota fácil, la venial calumnia, es la aspirina de la historia. De nuestra historia.

Pero este sabático que se te viene encima no es para distraerlo con textos largos, no señora. Mejor abro el paraguas y me despido, colega. 

Saludos, Ódg., Presidente en la sombra del Sindicato de Felices y Güetes y Descomplicados y Vagos Pensionados (SINDIFEGUDESVAGPEN)

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