Merecer la mala voz

El abucheo a la familia presidencial antes del partido Colombia-Brasil, el jueves pasado. Foto Colombia.com

Por Carlos Alberto Ospina M.

Cualquier especialista en estadística se frotaría las manos con la muestra de aproximadamente 46.700 aficionados al fútbol que, reprobaron al unísono, el mandato de Gustavo Petro en compañía del coro: “Fuera, Petro, fuera, Petro” (sic). 

En el preliminar del partido Colombia vs. Brasil disputado el pasado 16 de noviembre en el estadio Metropolitano Roberto Meléndez de Barranquilla, a grito limpio, la opinión pública se hizo sentir sin ninguna clase de riña tumultuaria ni destrucción de bienes e instalaciones de carácter público o privado. Un ejemplo mundial del sentimiento de insatisfacción generalizada acerca de la persona y el cargo que desempeña gracias a la democracia.   

Esta manifestación masiva se constituye en un hecho muy singular en la historia republicana del país en función de los datos cualitativos y cuantitativos que permitieron inferir, calcular y verificar, en directo, el grado de reprobación de un presidente. Si bien el 29 de enero de 1956, la plaza de toros La Santamaría de Bogotá fue escenario de la rechifla en oposición a María Eugenia, hija del dictador Gustavo Rojas Pinilla, el aforo del recinto taurino escasamente alcanzaba una cuarta parte de la actual sede del combinado patrio. 

Algo de cultura política se ha alcanzado al canalizar la razón contraria valiéndose del abucheo en vez de la habitual irracionalidad, las asonadas, los bloqueos de vías, el saqueo, la histeria colectiva, la quema del transporte público masivo y, la violencia verbal y física de parte de extremistas simpatizantes de la corriente ideológica de Gustavo Francisco Petro Urrego.  

Del todo le duele al líder del Pacto Histórico conocer de primera mano el anticipado villancico de rechazo, la simbólica tarjeta roja y el índice desfavorable que supera el 64%. Sin escrúpulos instrumentalizó a su hija como blanco de las rechiflas de la misma manera que, en el pretérito reciente, afirmó que no crio a su primogénito Nicolas, el cual está imputado por los delitos de lavado de activos y enriquecimiento ilícito. ¿Quién es el cobarde? Él que se puso de víctima al tiempo que se atrevió a aseverar que casi 47 mil aficionados del todo el país “dirigieron el cántico contra ella” (sic), léase Antonella de 15 años; lo que ratifica, una vez más, su inclinación patológica a tergiversar la realidad.  Patadas de ahogado de un sujeto decadente. 

La gente no aguanta más la ausencia de poder público, el marchitamiento de la economía, la inflación, el incremento mensual de la gasolina, el desempleo, la inseguridad, la situación de hambre de millones de colombianos y en especial, la carta blanca concedida a las distintas organizaciones criminales y a la guerrilla. 

Recurrir a la actitud agresiva, la soberbia y hacer oídos sordos al legítimo derecho ciudadano de exteriorizar su inconformidad con el gobierno, solo aumentará la mala voz al estilo de un tsunami incontenible.

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