El lenguaje en el tiempo
Por Fernando Ávila/El Tiempo
Uno de los panelistas radiales pregunta si san Vito, que le da nombre a la catedral de Praga, tiene algo que ver con el mal de san Vito.
La interpelada le contesta que no, que “nada que ver”. En realidad, “todo que ver”. San Vito (290-303) fue uno de los 15 Santos Auxiliadores en la Edad Media. En especial se le pedía su intercesión para que se curaran personas afectadas por la epilepsia. El pequeño Vito tenía el don de la sanación. Curó en vida a muchos que padecían esa enfermedad, razón por la cual fue perseguido y martirizado por las autoridades romanas. Por eso, a la epilepsia se la conoció por entonces como “mal de san Vito”.
Ángelus
Citas: “El papa Francisco mejora, pero no se le aconseja celebrar públicamente el ángelus”, “el domingo rezará en privado el rezo del Ángelus”. Mejor, en la primera cita, “rezar públicamente el ángelus”. El ángelus no es una ceremonia, sino una simple oración.
Mejor, en la segunda: “rezará en privado el ángelus”, para evitar la redundancia (“rezará el rezo”), y la palabra ángelus, con minúscula inicial, como se escribe el nombre de otras oraciones similares, padrenuestro, avemaría, viacrucis, y de diversos actos litúrgicos, misa, eucaristía, bautismo.
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Dequefobia
Cita: “Así se enteró Carolina Acevedo que su esposo lavaba activos” (Soho). Mejor: “… se enteró de que su esposo lavaba activos”. El verbo enterarse debe llevar la preposición de para relacionarlo con el complemento de materia, “me enteré de sus problemas” (no “me enteré sus problemas”), “te enteraste de la verdad” (no “te enteraste la verdad”), “se enteró de que su esposo lavaba” (no “se enteró que su esposo lavaba”) (¿De qué se enteró? Se enteró de…).
La dequefobia que padecen algunos escribientes cultos lleva a cometer ese error, con el verbo en cuestión y otros igualmente intransitivos, “estoy convencido que me ascenderán”, “se quejan que los hagan trabajar 16 horas”, “hablaba que lo perseguían sus enemigos”. Las formas correctas son: “estoy convencido de que me ascenderán”, “se quejan de que los hagan trabajar 16 horas”, “hablaba de que lo perseguían sus enemigos”.
Dequeísmo
Cita: “Nadie sospecharía de que es la cabecilla de La mafia del grifo en donde lo conocen como El Don” (Fucsia). Mejor: “… sospecharía que es la cabecilla”, ya que en este caso el verbo “sospechar” es transitivo, (¿Qué sospecha? Sospecha que…).
Este error, llamado dequeísmo, consiste en agregar la preposición de a un verbo transitivo para relacionarlo con el complemento directo, “dice de que no lo quieren”, “cree de que es mejor irse”, “piensa de que lo van a matar”.
Las formas correctas van sin la preposición de, “dice que no lo quieren”, “cree que es mejor irse”, “piensa que lo van a matar”. Para el nombre de la organización, la escritura correcta es “la Mafia del Grifo”, con el artículo en minúsculas, como cualquier otro nombre similar, “el Clan del Golfo”, “el Tren de Aragua”, “el Ku Klux Klan”.
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Lo mismo se aplica al alias del personaje, “el Don”, como al sobrenombre de cualquier otro personaje, “el Divo de Juárez” (Juan Gabriel), “el Tenor de las Américas” (Pedro Vargas, muy agradecido), “el Tigre” (Falcao). Además, hay que agregar una coma, “… del Grifo, en donde…”.
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QUISQUILLAS DE ALGUNA IMPORTANCIA
por Efraim Osorio López
Y, le agrego, ‘proporcionarles a los demás la ocasión de obtener provecho de nuestras desatenciones y metidas de pata’.
De la preposición latina ‘a’ (‘ad’ – tendencia) y del verbo ‘dolescere’ (‘afligirse’) viene ‘adolecer’ –antiguamente ‘dolecer’–, que significa ‘padecer alguna enfermedad, especialmente grave o crónica, o tener algún defecto’. Entraña, por tanto, algo negativo, lo que no tuvo en cuenta el columnista de El Tiempo Gustavo Duncan cuando escribió esto: “…porque eventualmente el país puede ahorrarse la aprobación de unas reformas que adolecen de viabilidad y pragmatismo…” (7/6/2023). Sin ninguna duda, él quiso decir que “….adolecen de inviabilidad e impracticabilidad”, es decir, “que carecen de viabilidad y pragmatismo”. ‘Adolecer’, verbo irregular, que se conjuga como ‘agradecer’. ***
El sufijo ‘-azo’ se utiliza para darle valor aumentativo a la palabra a la que se le pospone (perrazo), para hacerla despectiva (‘cazurrazo’) o para expresar una acción violenta (‘guarapazo’). Este sufijo tiene también forma femenina (‘manaza’). En su libro “Voces fatigadas”, el muy recordado Álvaro Marín Ocampo define nuestro dicho ‘dar papaya’ así: “Consiste en exponerse, en facilitar ingenuamente la conquista del adversario. A un pajarito le dieron papaya…y se voló”. Y, le agrego, ‘proporcionarles a los demás la ocasión de obtener provecho de nuestras desatenciones y metidas de pata’. Cuando se trata de una ‘oportunidad excepcional’ le decimos ‘papayazo’, así, con zeta, no como lo escribió Mauricio Uribe López en la siguiente declaración: “…para decirlo en colombiano vernáculo, aprovechar los papayasos que dan los funcionarios” (LA PATRIA, 9/6/2023). El sufijo ‘-aso’ no existe en castellano. ***
El prefijo ‘-in’ (privativo, ‘le cambia el sentido a la palabra que acompaña por el opuesto o le da el significado de carencia, falta de’), cuando se antepone a palabras que empiezan por ‘be’ o ‘pe’, se escribe ‘-im’, por ejemplo ‘imberbe’ (‘joven que aún no tiene barba’) e ‘imparcial’ (‘individuo sin prejuicios ni prevenciones’). Según esto, con el adjetivo ‘impávido-a’ calificamos a las personas que, ante hechos trágicos y pavorosos, muy dolorosos o desastres naturales, se quedan tranquilas, sosegadas, libres de terror o de sentimientos parecidos. Al editorialista de LA PATRIA se le desafinó algún instrumento de la orquesta cuando redactó lo siguiente: “…pero los colombianos quedaron impávidos cuando surgieron por lo menos 30 estructuras disidentes que reactivaron la violencia” (10/6/2023). Creo no equivocarme si digo que el redactor quiso decir que los colombianos quedamos ‘pávidos’, es decir, ‘aterrados’ al conocer el aumento de la violencia después del pacto aquel del 2016. Y que, tal vez, estamos peor. ***
El pronombre relativo ‘que’ –invariable en género y número– puede designar personas, animales y cosas, verbigracia, ‘los niños que fueron rescatados de la manigua’; ‘los perros que guían a los ciegos’, y ‘los vehículos que recorren las carreteras’. Pero ya prácticamente está desapareciendo de los escritos de columnistas y periodistas en general, para ser sustituido por el también pronombre relativo ‘quien’ –variable en número–, por ejemplo, en esta oración: “Las huellas dejadas por el perro Wilson, quien formaba parte de la operación de búsqueda…” (LA PATRIA, ¡Oh júbilo inmortal!, texto de primera página, 10/6/2023). “…del perro Wilson, que formaba parte de…”, correctamente. Aunque en la época de Cervantes este pronombre era invariable de todo en todo y podía referirse a personas, animales y cosas, como en estas palabras del inmortal mentecato: “Así, que somos ministros de Dios en la tierra, y brazos por quien se ejecuta en ella su justicia” (El Quijote, II, XIII). “…y brazos por los cuales…” o “por los que”, redactamos hoy, pues en la actualidad sólo reemplaza personas, por ejemplo, ‘fue mi papá quien lo dijo’, frase que puede ser construida de esta manera: ‘fue mi papá el que lo dijo’, otra manera olvidada de redactar. Como el relativo ‘que’, ‘quien’ lleva tilde cuando es interrogativo: ‘¿Quién da más?’ ***
El ‘queísmo’ no es otra cosa que ‘el miedo al dequeísmo’. Una muestra, la supresión de la preposición ‘de’ en la locución ‘a pesar de que’: “Los cementerios (…), algo que una población debe tener a pesar que para la mayoría…” (LA PATRIA, Pedro Felipe Hoyos K., 14/6/2023). “….a pesar de que para…”. No decimos ‘a pesar esto’, sino ‘a pesar de esto.
ÑAPA, EL LIBRO
Cajas y lustres
Los diez cuentos que conforman el libro “CAJAS Y LUSTRES” del autor caldense (La Victoria) Guillermo A. Londoño Morales son, en su gran mayoría, un testimonio del trabajo del hombre del campo colombiano, porque si bien todos tienen como objeto emblemático la caja de embolar y el oficio de embolador, se retrata, de manera enfática y acompañada de muchos detalles, la actividad comercial circundante: la ganadería, la minería, la agricultura, la pesca, en varias regiones del país. Hay un valor testimonial en las voces de estos lustrabotas que se han abierto camino en la vida y que relatan sus experiencias de viva voz en el campo y la ciudad”. (Rocío Garzón, Ediciones).