Por Óscar Domínguez G.
Su título de Maestro Internacional de ajedrez más joven de la historia a los diez años, ocho meses y diceiséis días, no se lo debe el argentino Faustino Oro a una mojada acalorado, a una intriga teológica de su paisano el papa Francisco, ni a un milagro de Santa Evita Perón.
En tertulias ajedrecísticas de proustáticos de las que soy aguatero, no se habla de otra cosa. Estos crochés ajedrecísticos se proponen mantener a distancia al alemán Alois. El objetivo se ha logrado porque sus integrantes, cuyas edades oscilan entre los 75 y los 92 años, si bien olvidamos las llaves, todavía sabemos para qué sirven. Nos pueden imitar.
El sueño del pibe no es “con fuerte tiro quebrar el marcador”, como en el tango de Canaro. Fausto, recién liberado de la dictadura del tetero, quiere convertirse en Gran Maestro y luego en campeón mundial del juego en el que “se odian dos colores” como dice en un soneto su paisano más citado (un tal Borges). En una partida rápida derrotó a su ídolo, el noruego Carlsen.
En ajedrez clásico lleva 31 partidas invicto. En quince siglos de historia documentada del ajedrez, nunca nadie había llegado tan alto en tan poco tiempo.
En un torneo hace unas semanas en Medellín, el pelao de gafas y pinta de nerd, alcanzó la segunda norma de Maestro Internacional. En Barcelona, donde sueña, logró la tercera que lo trepó al olimpo de este vilipendiado deporte.
Vilipendiado porque la máxima autoridad religiosa de Arabia Saudita lo prohibió por ser un juego de azar que le hace perder tiempo y plata a la gente. Además, dizque es fuente de odio y enemistad entre los pueblos. El Gran Muftí tiene de lo que sabemos, pero no digo más porque de pronto quedo sirviendo para eunuco.
Otro argentino, Pedro Martín, jugaba ajedrez con el general Rojas Pinilla quien le pidió orientar un programa por televisión. Lo dirigía Fausto Cabrera, quien también jugaba con Gurropín. “Ellos, asustados, aceptaban la invitación a jugar”, me contó una vez el embajador en Pekín, Sergio Cabrera.
El Libertador Bolívar ordenó incluir el ajedrez entre los programas de instrucción pública. Belisario Betancur movía los trebejos. No se sabe quién se dejaba ganar para subirle el ego. Una vez, en plena campaña, jugué contra el entonces precandidato Antonio Navarro. Vote por él. Me habría dejado ganar pero su presidencia cojeó pero nunca llegó. Averigüe, Navarro, si el presidente Petro, qjien le debe el puesto al general Rojas juega ajedrez. En ese caso, rételo y déjese ganar para que –mínimo- le dé coherencia y lo obligue a cumplir sus compromisos a tiempo…