Los Danieles. Un fiscal sobreactuado

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

Delicado y nocivo el enfrentamiento entre el fiscal general de la nación y el presidente de la República. La dureza con que el fiscal Francisco Barbosa se ha referido al presidente no tiene precedentes que yo recuerde. Ni en épocas del Proceso 8.000 y los choques del fiscal Alfonso Valdivieso con el mandatario Ernesto Samper se escucharon ataques tan frontales contra un jefe de Estado por parte de la cabeza del ente acusador.

El calificativo más benigno que le otorgó fue el de “tuitero de la oposición de su propio gobierno y de la institucionalidad colombiana”. Dijo además que el presidente le había pedido “soltar a narcotraficantes y herederos del Clan del Golfo” y lo responsabilizó de lo que le pueda suceder al fiscal Daniel Hernández, quien, según Petro, omitió investigar advertencias que le llegaron sobre crímenes cometidos por esa organización criminal. No es poca cosa.

El presidente de los colombianos debe morigerar sus tuits y cuidar un lenguaje con frecuencia ofensivo y provocador, pero el fiscal Barbosa no se queda atrás. Es evidente que se ha sobreactuado. A Petro se le fueron las luces cuando dijo que el fiscal era su subalterno y la respuesta de este señalándolo como un “dictador” es aún más lamentable.

Se ha desatado una polémica de marca mayor por la intemperancia verbal y conceptual de sus protagonistas. Polémica en la máxima cúpula del Estado, tan innecesaria como riesgosa en un país atravesado de conflictos más serios y profundos. También bastante retórica y muy colombiana, como se ha visto con la cascada de pronunciamientos de todas las conciencias jurídicas de esta cuna de abogados. Alimentada, obvio, por los medios que vibran con estos rifirrafes. ¿Qué figura pública se resiste a una llamada de La W o Caracol preguntando su docta opinión sobre el jugoso tema?

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Del dicho al hecho hay mucho trecho y si bien la improvisada elocuencia de Petro con sus tuits y balconazos genera incertidumbre y malestar, me parece exagerada la alharaca que se ha creado. La Corte Suprema hizo bien en reconvenir al presidente por su salida en falso, pero aquí no ha habido un atentado contra la democracia y la separación de poderes. Invocar una revolución si no se aprueban sus reformas como hizo el primero de mayo, no pasa de ser un gastado recurso populista. Contraproducente, además.

En el fondo él puede desear una radical ruptura institucional y beligerante movilización popular contra las ataduras del Estado de derecho, pero salvo sus excesos verbales no parece estar en ese plan. Además “no hay con quien” como diría el maestro Echandía. Por ahora, advierten quienes señalan a la guardia indígena que marchó en días pasados por Bogotá, encapuchada, en formación militar y con bastones de mando, como ejemplo del tipo de grupos de choque que tendría el petrismo.

Mas allá de tanta especulación sobre el rumbo del Gobierno, lo cierto es que si este comenzara a socavar de verdad nuestro sistema democrático lo sabremos por hechos y acciones concretas —y tocaría reaccionar ahí mismo— y no por declaraciones de altos funcionarios en plan de victimización o protagonismo político.

A todas estas no sobra preguntar ¿quién vigila al fiscal general? ¿Quién le pone el cascabel a quien preside una entidad todopoderosa con más de 23 mil subalternos y un inmenso potencial extorsivo? Hay que ver cómo tiemblan los políticos ante una posible investigación de la Fiscalía. No se me ocurre que Barbosa esté en ese plan, pero con seguridad no desprecia la enorme vitrina que le ofrece su cargo para proyectarse hacia más altos destinos. Pocos dudan hoy de sus apetitos presidenciales. 

Por lo pronto está dedicado a recoger el antipetrismo. Con una virulencia y mordacidad que le pueden sumar puntos entre su potencial electorado, pero que revelan un lenguaje que no se ajusta a su alta investidura. Dijo además que teme por su vida y sacará a su familia del país, con lo que añade un toque de dramatismo personal a la vez que siembra siniestras dudas sobre las intenciones del Gobierno. Cabe recordar, en fin, que el doctor Barbosa está de salida y aprovechará a fondo los ocho meses que le quedan como fiscal general para quemar sus últimos cartuchos. Y llegar bien preparado al próximo round de su ascendente carrera política.  
 
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Me sorprendió que en Madrid Gustavo Petro les haya pedido a los países europeos que saquen al Eln de la lista de grupos terroristas. ¿En qué basa su solicitud? ¿Qué gestos o acciones ha hecho el Eln para merecer esta medida? No se conocen, pero si se han dado sería un buen augurio para las conversaciones en curso. De lo contrario resulta un gesto difícil de entender para con un grupo que no ha hecho una sola concesión significativa hacia el avance de una negociación que promete ser eterna.

Mientras tanto esta guerrilla libra encarnizados combates en distintas zonas con disidencias de las Farc. Es posible que allí no haya bala perdida, como piensan muchos, pero el peso de estos enfrentamientos cae siempre sobre las comunidades.  La Misión de Observación Electoral advirtió esta semana que el periodo preelectoral de 2023 ha sido el más violento de los últimos años y que la situación puede agravarse en la medida en que se acercan las elecciones regionales del 29 de octubre.

¿No es hora de que la que “la paz total” comience a asomar la cara?
 

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