Los Danieles. Tiro en el pie

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

No creo que Gustavo Petro vaya a repetir la audacia de transmitir al aire un consejo de ministros por todos los canales de televisión. La decisión, sin precedentes, terminó en una explosión de reproches y desfogues que desnudó no solo las fricciones internas en el Gobierno sino su pasmosa falta de coordinación. 

Pensado como un acto de transparencia, resultó un tiro en el pie. Petro dijo que estos consejos se seguirán transmitiendo en directo porque le gusta gobernar de cara al pueblo. Loable pero improbable. En primer lugar, porque son por esencia de naturaleza reservada y, también, porque no es imaginable que quiera que el país vuelva a presenciar un espectáculo tan vergonzoso de confusión y desgobierno. Un auténtico “quilombo”, para ponerlo en argentino.

No se sabe que resultó más lastimoso: si la lágrima furtiva y la voz quebrada de la ministra Muhamad anunciando que no podía sentarse en la misma mesa con el recién reencauchado Armando Benedetti, o la emotiva intervención de la vicepresidenta Márquez lamentando tantos actos de corrupción en el Gobierno y exigiendo que Laura Sarabia la respetara. Para no hablar de las críticas del fiel y amoroso escudero Gustavo Bolívar a los nombramientos de su jefe, o de las renuncias del minCultura por el regaño presidencial y del director del Dapre a los seis días de posesionado.

Todo resultó sorpresivo y casi surrealista en este insólito consejo de ministros que para algunos refleja la más grave crisis de gobernabilidad de los últimos tiempos. Seguro que en el pasado ha habido otras igual de serias, pero es la primera que el país presencia en vivo y en directo. Tal vez lo más desconcertante fue la actitud del propio Petro que se fue por las ramas y rajó de su gobierno al decir que no había cumplido. Habló de que no le paran bolas, de que hay agendas paralelas, de que los ministros no pueden hacer los que les da la gana… Casi nada. 

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No menos asombroso es que en seis horas que duró la reunión del alto gobierno no se haya tomado una sola decisión importante. Ni siquiera sobre el Catatumbo, que creo que encabezaba la agenda. En su intervencion de tres horas el presidente divago sobre lo divino y humano. Arremetió de nuevo contra el metro elevado del alcalde Galán y se soslayó en anécdotas sobre el M-19 y conjeturas seudofilosóficas sobre la igualdad y las “segundas oportunidades” (refiriéndose a Benedetti). Lucía incluso, por más extraño que parezca, animado y contento con la crisis en ciernes. 

Más preocupado se mostró su ministro del Interior,Cristo, que calificó la situación de “insostenible” y propuso que todo el gabinete presentara renuncia como primer paso para resolver la crisis. Ha terciado incluso el excanciller Álvaro Leyva para cuestionar el rumbo ético del Gobierno y advertir que su sucesora en el cargo, Laura Sarabia, “carece de las condiciones personales y de los conocimientos para representar al país”. Punto aparte merece el señalamiento del director de la UNP, Augusto Rodríguez, contra Benedetti por su presunta cercanía con el llamado “zar del contrabando”, Diego Martínez, alias Papá Pitufo, que fue respondido con una demanda por calumnia e injuria de Benedetti contra Rodríguez.  Se viene “una guerra de titanes entre dos de los hombres del círculo más próximo del presidente Petro”, fue el comentario un tanto melodrámatico de El Tiempo.

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Revelador, pues, todo lo que se han dicho funcionarios pasados y presentes del Gobierno. El show se focalizó en Sarabia y sobre todo en Benedetti, que aguantó el duro chaparrón sin abrir la boca (aunque luego demandó). Pero su nombramiento y actual cargo remiten al ya viejo interrogante de por qué esa fidelidad de Petro con el controvertido barranquillero. Además de su habilidad como operador político o de la amistad que los une, la gente se pregunta que otras razones puede haber. 

Por otra parte —y la coincidencia es significativa—, la Corte Suprema acaba de llamar a juicio a Benedetti por varios cargos relacionados con tráfico de influencias en Fonade, aunque nada indica que esto vaya a afectar el estatus del nuevo jefe de Despacho de la Presidencia. A Petro se le pueden reprochar varias cosas, pero no la de ser faltón con sus compinches.

En esa reunión de la cúpula del poder si quedó en claro que el presidente poco habla con sus ministros y que estos no hablan entre ellos. Se vio descoordinación, improvisación, falta de gestión y a veces ignorancia sobre el funcionamiento del Estado y sus instituciones. Todo lo cual subraya una ausencia de liderazgo conciso, claro y coherente desde la jefatura del gobierno.

Más que un reality, un circo triste o una mediocre opereta —todo eso se ha dicho—, el consejo de ministros del 4 de febrero fue una preocupante radiografía del desgobierno. Una jornada que siembra incertidumbre sobre lo que se viene. No cabe mayor duda, en fin, de que estamos en conmoción interior. Generada en gran medida desde las entrañas mismas del poder.

P.S.: Mañana se inicia el largamente esperado juicio a Álvaro Uribe por los cargos de manipulación de testigos y fraude procesal. “Infames” ha dicho el expresidente, quien anunció que se hará presente en la audiencia para refutarlos en persona (nada de Zooms). Será el espectáculo de la semana entrante. Sobra decir que estaremos todos pendientes. 

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Directores Orlando Cadavid Correa (Q.E.P.D.) y William Giraldo Ceballos. Exprese sus opiniones o comentarios a través del correo: [email protected]