Los Danieles. ¿Timonazo hacia dónde?

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

Lo único que le faltaba a Petro es el follón que armaron Laura Sarabia y Armando Benedetti, dos de sus más cercanos consejeros. Un embrollo con ribetes de escándalo multidimensional que golpeará la ya deteriorada imagen presidencial.  La encuesta Inmaver del viernes señaló una nueva caída, con una desaprobación que llega al 60 por ciento.
  
  Los turbios elementos de la disputa palaciega y los interrogantes que suscita darían para contratar a un Sherlock Holmes que los resuelva.    
 
    ¿Qué encontraron los ocho agentes del CTI que investigaron durante diez horas en palacio la desaparición hace varios meses de un maletín con siete mil dólares perteneciente a Laura Sarabia? ¿Qué averiguaron sobre las denuncias de intimidación y maltrato hechas por la exniñera de Sarabia, Marelbys Meza, sospechosa del robo, quien fue sometida a larga prueba de polígrafo? ¿Quién filtro la noticia y por qué? ¿El embajador en Venezuela chantajeó a la jefe de gabinete o fue al revés?  
 
  ¿Qué significa que tanto Sarabia como su exniñera hubieran trabajado antes para Benedetti? ¿Por qué este se llevó a Marelbys a Caracas y por qué acudió a un medio tan antipetrista como Semana para que entrevistara a la niñera sobre sus denuncias? ¿Signo de que se aleja del Gobierno?  ¿Quién ordenó la interceptación ilegal del teléfono de la niñera? ¿Otras personas han sido “chuzadas” en este gobierno? ¿Cuándo se conocerán los resultados de las indagaciones de la Procuraduría y la Fiscalía? Y mientras tanto… ¿qué?
 
   Desconozco la causa de este enfrentamiento en el círculo íntimo del presidente. Sea política, personal, emocional o de otra índole, lo único claro es que socava la imagen de unidad y coherencia que le urge proyectar a la Casa de Nariño cuando su agenda legislativa está en pleno trámite en el Congreso. Se trata sin duda de un golpe al Gobierno, pero “propinado desde su propia entraña” como subrayó el analista Pedro Riveros. Los petristas duros y puros dicen que estas cosas ocurren por haber llamado al Gobierno a personas sin formación ni convicciones de izquierda, lo que Petro posiblemente tendrá en cuenta en los tres años largos de mandato que aún le restan. Y que puede resultar un pésimo consejo. 
 
   Como era de preverse, los dos protagonistas del escándalo salieron del Gobierno y el largo silencio que guardó Petro refleja la complicación que le crearon. Es revelador que un presidente tan tuitero demorara casi una semana sin pronunciarse sobre la crisis. Creo en las versiones que dicen que en la tensa reunión de despedida el mandatario se mostró afectuoso con su consejera y más distante con el embajador. Por algo será, pero lo importante es que se absuelvan todos los interrogantes que ha suscitado este truculento episodio. Habrá que ver hasta dónde se llega con lo de las chuzadas ilegales (Petro las sufrió como opositor) y qué cabezas ruedan en la Policía, aunque el escándalo puede tener otras y mayores repercusiones. Hay expectativa por la actitud que adopte Benedetti si se aleja de mala gana del Gobierno.  
 
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    En su alocución del viernes en la Escuela Militar Petro abordó finalmente el tema. Aseguró que en su gobierno jamás se chuzará a magistrados, periodistas u opositores como ocurrió en el pasado; hizo cariñosos elogios de Sarabia y de la niñera y deslizó duras pullas al fiscal Barbosa por su presunta negligencia en proceder contra miembros del Clan del Golfo, pese a tener elementos para hacerlo. Habrá que ver cómo responde un fiscal general empeñado en convertirse en el líder de la oposición. No desaprovechará el papayazo y de golpe va por Sarabia.  
  
  Todo esto enrarece el ambiente y puede repercutir negativamente sobre un entorno económico que hasta ahora ha aguantado bien la incertidumbre. Es cierto que a Petro lo cuestionan sin cesar voceros del establecimento, varios expresidentes y casi todos los medios, pero esto es parte del juego político y es un error responder siempre con pugnacidad. Un presidente debe aparecer como tolerante, no conflictivo y concentrado en los problemas del país. No en echarles vainas a sus críticos ni descalificar en bloque todo el pasado.
 
   Afirmar genéricamente que “hemos sido gobernados por criminales de lesa humanidad” es un exabrupto que ignora a tantos candidatos, ministros, gobernadores y alcaldes asesinados por las mafias. Decir que los medios informativos que lo critican son “cómplices y promotores del paramilitarismo” ofende la memoria de todos los periodistas colombianos sacrificados en la lucha contra los carteles de la droga y sus brazos paramilitares. Dar a entender que desde el Consejo de Estado u otros tribunales se gestan “golpes blandos” contra su gobierno es algo que un jefe de Estado no puede soltar a la ligera.
 
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En medio de todo esto sale la encuesta de Inmaver, que debió sacudir al Gobierno. Su aprobación cae casi 20 puntos en seis meses: de 50 por ciento a 33.8 por ciento. La imagen de Francia Márquez también se desploma y por primera vez el propio Petro aparece como uno de los principales problemas del país, después de la carestía, la inseguridad y la corrupción. El 78 por ciento de los encuestados dice que la situación ha empeorado y más de la mitad se muestra en desacuerdo incluso con la forma como el presidente utiliza el Twitter. Su base de apoyo permanece firme entre el 33 por ciento de los ciudadanos, pero en casi todos los temas consultados —la paz total entre ellos— dos terceras partes de los colombianos desaprueba su gestión.  Significativa me pareció la pérdida de apoyo entre los jóvenes y en zonas donde era fuerte como Bogotá, la costa caribe o el Chocó.  
    Se percibe una tendencia que de no revertirse podría convertirse en debacle para las fuerzas gobiernistas en las elecciones de octubre. Entre el petrismo inquieto hay quienes piensan que el jefe debe cambiar de estilo, lenguaje y prioridades, mientras otros descartan que pueda o quiera reinventarse a estas alturas. Todos coinciden en la necesidad de un “timonazo”.  Sí, pero ¿hacia dónde?
 

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