Daniel Samper Pizano
Si hay algo claro en el revuelto escenario de la campaña electoral de Estados Unidos es que el compañero de Kamala Harris en la boleta demócrata, Tim Walz, debe en buena parte su candidatura vicepresidencial a lo que dijo por radio sobre Donald Trump y su entorno.
—Esa gente es inquietante y más rara que el diablo.
La frase retrata con dos pinceladas el mundillo tenebrosongo del nefasto magnate: creepy, que en español significa desde inquietante hasta macabro; y weird, que quiere decir desde raro hasta insólito. Lo creepyproduce temor; lo weird inspira desconfianza. Traducidos al colombianés, creepy sería espeluznante y weird, rarito, extraño, bicho raro. Ambos repelen y recuerdan la fauna caótica y criminal que en enero de 2021 intentó tomarse el poder en Washington.
Weird se convirtió de inmediato en arma de campaña. La replicó Kamala, hizo carrera y convirtió en personaje a su autor, hasta entonces el poco conocido gobernador de Minnesota. Su nombre, respaldado por una impecable hoja de vida y una actitud progresista, ingresó al manojo de vicepresidenciables y poco después fue el elegido. La renuncia de Joe Biden como aspirante y la súbita eclosión del dúo de la entusiasta Harris y el afable Walz resucitaron a los demócratas. El mágico abracadabadra empezó a disipar la noche de tinieblas que ofrecen Trump y su socio J.D. Vance, un demagogo cuyos discursos parecen una mezcla de Julio Flórez y El testamento del paisa.
Es hazaña de Waltz haberle quitado a Trump el monopolio de los apodos. Desde los romanos, los lemas y alias sonoros son parte clave de la política (Cicerón significaba garbanzo y Rufo, pelirrojo). La historia colombiana recoge, entre otros remoquetes, a Longaniza (Bolívar), Mascachochas (Tomás C. de Mosquera), el Buitre Lírico (Rafael Núñez), el Mono (Enrique Olaya Herrera), el Monstruo (Laureano Gómez), Gurropín (Gustavo Rojas Pinilla), el Monarca (Alberto Lleras Camargo), Remache (Carlos Lleras Restrepo), el Turco (Julio César Turbay) y Bojote (ya ustedes saben…).
Estados Unidos es el paraíso de los hipocorísticos (apodos afectuosos derivados del nombre): Jimmy Carter por James, Bill Clinton por William, Joe Biden por Joseph. A veces el alias forma un eslogan: I like Ike (Me gusta Eisenhower), Tricky Dicky (Ricardito el tramposo). Como Donald Trump se cree gracioso, ha adjudicado decenas de motes a sus rivales. Todos son insultantes o despectivos: Kamala la Loca, Hillary la Chueca, Joe el Lento, Obama el Timador… No faltan las puñaladas racistas: bautizó Pocahontasa una senadora con antepasados nativos.
Evasor consuetudinario de impuestos y mentiroso profesional, propuso en marzo pasado “un debate entre Joe el Retorcido y Don el Honesto”. El debate se dio. Biden lo perdió, pero dio paso al tándem de Kamala, antigua fiscal y actual vicepresidenta, y Walz, veterano profesor y “súper buena gente” (según lo define alguien que lo conoce).
La elección gringa que se avecina tendrá trascendencia histórica. Más que escoger al gobernante del próximo cuatrienio, indicará el rumbo del país y su influencia en el mundo durante dos o tres lustros. La época coincidirá con la crisis climática, las grandes sequías e inundaciones, las migraciones colosales y las amenazas de guerras regionales. Para manejar estas catástrofes necesitamos líderes razonables y valerosos, no bichos raros, corruptos e ignorantes.
Si gana Kamala, su probable sucesor será Walz; si gana Trump, será J. D. Vance. Son dos candidatos con formidables diferencias. Hasta hace unos meses, Vance era enconado enemigo de Trump. No lo bajaba de imbécil, lo acusaba de conducir la clase blanca trabajadora a un “oscuro lugar” y afirmaba que sus propuestas oscilan “entre lo inmoral y lo absurdo”. Lo llamó “el Hitler de América” y reclamó para sí haber sido “uno de los ciudadanos que más agresivamente han luchado contra Trump”.
Sin embargo, el gran éxito de un libro de Vance sobre los campesinos de la atrasada región de Appalachia (los hillbillies, o montañeros) alertó a los asesores de Trump. Al no ser Donald popular en ciertas esferas del proletariado, necesitaba un socio con buena imagen en ellas. La fórmula fue seducir al antiguo enemigo mostrándole la palabra vicepresidente.
El discurso de proclamación del chaquetero Vance por la tele ante millones de republicanos fue patético. Exhibió una retórica recalentada, patriotera y llorona. Evocó a su abuela, a quien llamaba Mamaw, mujer temerosa de Dios que prometió atropellar con su carro a quien vendiera droga a su nieto. “Lo habría hecho”, asegura J. D. Cuando Mamaw murió, la familia descubrió que la tierna viejecita escondía diecinueve escopetas cargadas. “Con ella protegía a su familia —sollozó el nieto mientras el público aplaudía con delirio—. Por eso luchamos. Esa es el alma de Estados Unidos”.
El discurso no tiene presa mala. Pretende ser educativo y hogareño al dirigirse a sus tres hijos pequeños, que lo miran por la televisión desde el hotel.
—Chicos —les dice en vivo y directo—, papi los quiere mucho, pero son las diez y ya es hora de que se acuesten.
No faltó un capítulo donde cuenta con impúdica demagogia que su mamá era drogadicta, pero lleva diez años sin recaer. También nos presenta a Usha, “mi bella esposa, increíble abogada y mejor mamá”. Aclara que Usha procede de inmigrantes, pero de los buenos, “de los que crean riqueza”, de los sudasiáticos. (No necesita decir que los latinos y africanos son lo contrario y por eso los persiguen).
El aspirante a codirigir el mundo como vicepresidente y futuro presidente afirma que “mi máximo sueño americano es ser un buen marido y un gran papi”. Mentira: su escalofriante sueño es la Casa Blanca.
Repasemos lo que ofrece la derecha norteamericana a los electores: un millonario vulgar condenado por treinta y cuatro delitos; varios colaboradores suyos encarcelados; su abogado Rudy Giuliani despojado de licencia profesional; el compañero de fórmula, nieto de una anciana armada de rifles e hijo de mamá exdrogadicta.
Raros. Raritos. Rarísimos.
Esquirla. ¿Hasta cuándo permitirán los poderosos del mundo el genocidio palestino que perpetran Netanyahu y su pandilla de criminales?