Ana Bejarano Ricaurte
“¿Y cuándo la FLIP de Pacho Santos defenderá a la ciudadanía contra la calumnia vestida de información?”, preguntó el presidente Gustavo Petro en Twitter el pasado viernes. El presidente conoce la misión institucional de la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP), y por eso entiende que no es “de Pacho Santos”. Conozco varios expertos que le han explicado el asunto hasta el cansancio.
Imagínese, presidente, que en mayo de 1995 se celebró en Cartagena el seminario inaugural de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano. El evento lo presidió el premio nobel Gabriel García Márquez, quien expresó su preocupación por la formación y seguridad de los periodistas colombianos. Como resultado de su llamado, los participantes decidieron crear una organización especializada en la protección de la prensa.
El comité organizador lo integraron los periodistas Judith Sarmiento, Patricia Gómez, Ignacio Gómez y Francisco Santos Calderón (para ese entonces periodista). La FLIP nació en febrero de 1996. Su primer director fue Javier Darío Restrepo; García Márquez y Enrique Santos Calderón fueron nombrados subdirectores eméritos.
Cuando llegó a la junta directiva la legendaria periodista María Teresa Ronderos, emprendió la tarea de obtener un poder de Enrique y Pacho Santos (ya para ese entonces vicepresidente) porque ellos eran los que aparecían formalmente como quienes constituyeron la fundación. Así, Ronderos logró modificar la estructura de la organización y abrir sus puertas para permitir una participación más amplia de la prensa nacional.
Desde entonces, la FLIP atiende un promedio de 500 periodistas al año y ha puesto en práctica sistemas de alerta y protección para reporteros en riesgo. También cuenta con una red de corresponsales que visibiliza el periodismo regional; ha asegurado sentencias históricas ante la corte interamericana de derechos humanos y también las nacionales; ha brindado apoyo logístico y financiero a miles de causas periodísticas, chicas y grandes; ha fundado experimentos como Consonante y la Liga Contra el Silencio, entre otros. Y lo mejor de todo este trabajo es que lo ha hecho para periodistas de todos los colores e ideologías políticas, y nunca porque lo haya ordenado Pacho Santos.
Esa misma institución que hoy repudia Petro defendió al comunicador estrella de palacio Hollman Morris cuando lo persiguió Uribe y ha respaldado a los medios públicos que ahora se empeñan en convertir en máquina de propaganda oficial.
La FLIP es tan importante para la institucionalidad de la libertad de prensa en el continente que uno de sus hijos, el colombiano Pedro Vaca Villareal, fue elegido por la OEA como relator para la libertad de expresión, tras haberla dirigido por nueve años.
Hoy en día, su junta y asamblea las componen reporteros, abogados y voces relevantes de distintos orígenes, y ello se refleja en su trabajo diverso y transcendental, en especial para los periodistas más olvidados de Colombia.
La misión de la FLIP es proteger el periodismo, no regularlo o evaluarlo. Eso no quiere decir que esté exento de juicios. Ahora enfrentamos una época de enormes incertidumbres, en la que ha aumentado dramáticamente la desconfianza contra la prensa, y en algunos casos ese sentimiento es merecido.
En Colombia falta aún la disposición real de grandes nombres o medios para abrir una conversación franca sobre ética, sesgos y otros elementos fundacionales del oficio. También es cierto que se ha visto prensa ladeada que juega a la política peligrosamente con el ropaje de los micrófonos. Esos fenómenos han minado aún más una confianza ya quebrada a nivel global.
La FLIP ha intentado ambientar esa discusión, pero no puede liderarla, porque ese no es su trabajo. Y si se distrae de su labor, las consecuencias serían devastadoras porque este ya es uno de los países más letales del mundo para ejercer el periodismo.
La discusión tampoco debe conducirla el presidente de la república, y mucho menos mediante ataques y desinformaciones. Petro sabe todo esto, pero no le importa porque necesita ampliar los receptores de su cruzada contra la prensa. Necesita convertirse en la única fuente de la verdad.
Presidente: la FLIP no es de Pacho Santos, nunca lo fue. La FLIP es un baluarte de nuestra sociedad civil; es casi el único elemento sobre el cual existe acuerdo y consenso en el quebrantado mundo del periodismo colombiano. Después de 28 años de existencia, es el espacio de miles de periodistas, de historias y de esfuerzos por la verdad en Colombia; la FLIP es de todos. Es suya también, presidente, y si atendiera los llamados que le hace y se sentara a escuchar y a hablar sobre algunas de sus quejas legítimas contra la prensa, podría enderezar este peligroso camino por el que quiere empujar a la discusión pública en Colombia.
*Uno de los honores más grandes de mi vida profesional ha sido ser designada como miembro de la junta directiva de la FLIP. No he recibido ni recibiré un solo peso por esta labor, pero sí muchos ataques desinformadores. Cada segundo ha valido la pena.