Los Danieles. Karol G. para principiantes

Daniel Samper Pizano

Daniel Samper Pizano

Karol G se apresta a batir el récord español de público en un concierto de cuatro días consecutivos. Parece un dato complejo, pero no lo es. Así como la tonelada es una medida de volumen, su equivalente en gente reunida para ver un espectáculo de pago es un estadio. En el caso de Karol, el Santiago Bernabéu, escenario de música (y a veces fútbol) del Real Madrid.

Las presentaciones de la cantante paisa empezaron ayer sábado en la capital de España y se extenderán esta noche, el lunes y el martes. La boletería se agotó hace días. En la primera media hora se vendieron 70.000 entradas. Nadie lo había logrado. El récord anterior era de los rockeros británicos Coldplay en un estadio de Barcelona: 225.000 tiquetes. Los cuatro llenos consecutivos de Karol G en Madrid suman 240.000 espectadores: 15.000 más. Taylor Swift solo pudo vender dos bernabéus. La gringa tiene el doble de prensa, dice un periódico, pero la mitad del éxito. 

Ignoro cuánta banca se llevaron Coldplay y miss Swift, pero se estima que el taquillón de Karol será de 24 millones de euros. Una joven que conozco (por ser mi nieta) pagó 170 euros por un lugar de pie. Y faltan las cuentas de publicidad, parafernalia, comida y parqueaderos.

Hace unos días yo sabía de Karol lo mismo que cualquier colombiano maduro que se crio cantando boleros, bailando porro y salsa y haciendo cola para ver a Serrat en un teatro. Es decir, muy poco: que tiene 33 años (nació en febrero de 1991), que habla como paisa porque es de Medellín y que se llama Carolina Giraldo Navarro. Además, que viste a toda hora reluciente ropa interior y botas pantaneras. Como el médico me tiene prohibidos el rap, el reguetón, el hip hop, el funk y la longaniza de Sutamarchán, me había aventurado poco por los territorios de la diva. Sin embargo, el arrasador suceso de sus conciertos me indujo a averiguar algo más sobre ella. 

Resulta fácil enterarse de su vida y aclarar cómo pasó de alumna de un colegio confesional católico a compositora, osada letrista e intérprete de sus canciones. Siguiendo el consejo de Sergio Fajardo, escribí su nombre en la Wikipedia. Allí aparece la historia: el continuo ascenso de esta simpática antioqueña por la jungla machista de la música urbana, sus trabajos con otros colegas (Shakira, por ejemplo), sus éxitos musicales y su más formidable logro: haber coronado, a fuerza de sonrisas y codazos, un lugar sobresaliente como lideresa femenina poderosa, atrevida y notable. Todos estos atributos abarcan el término bichota, su autoseudónimo favorito, amasado y lavado por ella a partir del apelativo que aplican en Puerto Rico a los capos de la droga. 

Aconsejo a quienes nunca han visto una interpretación de Karol G que no se la pierdan. Es un espectáculo abigarrado y polícromo. Si Agustín Lara constituía una rica exaltación de la cursilería, Karol lo es del barroco urbano del siglo XXI: atrezo recargado, exceso de corazones, colores vivos y omnipresentes. De hecho, nunca se sabe qué tono tendrá la melena de la artista en el próximo recital: ha llevado el pelo azul, rosado, rojo, aguamarina, amarillo pollito… 

En los últimos días dediqué largas horas a mi investigación sobre Karol G. Su baile y canciones destilan un jovial erotismo y es evidente que no los agita el despecho sino la picardía: «Debajo de la falda/nadie sabe si uso panti o no»… «Ese besito / dámelo abajito»…

La clave del mundo de Karol es la línea curva, esa que dibuja un gozoso trasero humano, como el suyo. Sus videos están grabados en Joposcope y Rabovisión. Consta en alguno que una cariñosa y anónima palmada en la cola la anima a entrar en escena y, una vez allí, despliega movimientos nalgatorios solo vistos en la cumbiamba de posesión presidencial de la señora de Petro. Si Shakira afirmaba que “las caderas no mienten”, Karol proclama que en el principio fue el glúteo.

Imagen de Karol GCarolina Giraldo en acción como Karol G.

Jon Pareles, crítico musical de The New York Times, anota que la artista opone al reguetón machista “una feminidad alegre, sincera, sexualmente positiva”. Yo agregaría que, como ocurre con la pimienta, una dosis adecuada de vulgaridad se encarga de preservar la mezcla.


Me llama la atención cómo traslada K-G el lenguaje coloquial urbano a las letras o poemas. De los vallenatos aprendió el truco de recortar palabras para lograr ajustes silábicos en el verso (pa’ en vez de para, to’ en vez de todo, enamorao en vez de enamorado) y de los códigos verbales colombianos, la reunión del tuteo, el voseo y el usted en la misma frase. Siguiendo tendencias de la música, el mercado comercial y la vida real, Karol combina inglés y español en varias de sus canciones. De hecho, su nombre se pronuncia en inglés Karol Yi, no Karol Ge.

Mi exploración de su vida y su obra alcanzó el punto más feliz con la canción Si antes te hubiera conocido, pegajosa mixtura de reguetón y merengue. El video es estupendo, el escenario popular es acogedor, el bailoteo coral resulta contagioso, ella está encantadora y la música consigue reducir el pesado lastre del reguetón y rescatar la vieja música caribe. 

No puedo decir lo mismo de la mayoría de sus canciones. Karol G me sedujo, pero no su música. Tampoco su mensaje. Mirando la realidad, resulta difícil imaginar que mañana será bonito, bonito, bonito…

ESQUIRLA. Circombia, el cuadro de costumbres políticas que presenta mi vecino (e hijo) Daniel Samper Ospina, es un pálido espectáculo de feria al lado del circo de tres pistas activo en Estados Unidos. Pista 1ª: el despistado Biden, que se aferra, suicida, a la vertiginosa caída de su popularidad. Pista 2ª: el mártir Trump, que besa objetos de culto y bendice orejas vendadas con el Santo Apósito. Pista 3ª: el feroz extremista patriota J.D. Vance, candidato a vicepresidente, que nos obligará a rezar para que no le pase nada a Trump. 

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