Enrique Santos Calderón
Ahora sí no entiendo nada. Mejor dicho, entiendo cada vez menos las salidas del presidente Petro. La última, anunciando que irá a Naciones Unidas a denunciar que el Estado colombiano “no quiere cumplir” el acuerdo de paz con las extintas Farc, me resulta incomprensible.
Que lo diga un Iván Márquez de la Segunda Marquetalia o un Iván Mordisco del llamado EMC de las disidencias, o el eterno Antonio García del ELN, vaya y venga. Pero que el primer mandatario de los colombianos salga ahora con esta inculpación (¿autoinculpación?) al Estado que él preside no tiene precedentes. Tiene, sí, algo de tragicómico y debe de sorprender a la propia ONU, que ha felicitado a Colombia por el proceso de paz.
Sorprende también a sus conciudadanos e imagino que a miembros de su propio gobierno, como el canciller Gilberto Murillo, que hace poco sostuvo ante el Consejo de Seguridad de esa organización que el país “avanzaba de manera decidida” en la implementación de los acuerdos de paz. Desconcertante y contradictorio. Reflejo quizás de la personalidad de Petro, que parece empeñado en proyectarse como el jefe de la oposición.
¿Por qué no se concentra más —se pregunta uno—en actos de gobierno concretos y convincentes, en lugar de insistir en quejumbrosas imprecaciones sobre el pasado que heredó? ¿Cada cuánto se reúne con su gabinete en pleno para evaluar el alarmante panorama económico? ¿Cada cuanto con los comandantes de unas Fuerzas Armadas que parecen desorientadas y vacilantes en medio de un nuevo deterioro del orden público? Mientras esto escribo me entero de que una vez más ha sido bloqueada la vía Panamericana, con todos los efectos nefastos de estas protestas sobre el transporte y la producción nacionales.
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El presidente juega con variables legales y propuestas audaces (referendo, proceso “constituyente”, etc.) para generar controversia, alebrestar a la opinión y dominar la narrativa política. Le ha funcionado mal que bien hasta ahora, pero no le aguanta dos años más. Sus críticas al Estado y al proceso de paz pueden ser “cañazos producto de la desesperación”, según el exsenador Jorge Robledo, pero también revelan un esfuerzo por ambientar salidas como las de un referendo para sus reformas. La lógica es sencilla: como el Estado no cumple, hay que buscar una nueva legalidad para cumplirle al pueblo. El problema es que el que no está cumpliendo es el Gobierno.
Pero más allá de los incidentes de la coyuntura —disturbios en la Universidad Nacional, asesinato del director de la Cárcel La Modelo, duros debates en el Congreso (donde lo más destacado son los voces femeninas), nuevo episodio de los “petrovideos”—, lo que más debería preocupar a los colombianos es el progresivo desplome de la economía. Aquí no hay carreta que valga porque las cifras no mienten. Crecimiento de solo 0.7 % el primer trimestre de 2024, pérdida de 400.000 empleos los últimos dos años en el solo sector de la confección, caída de las exportaciones, muy pobres ventas en el pasado Día de la Madre… Son los síntomas de una economía “en cuidados intensivos”, en palabras del presidente de la Andi.
Comerciantes e industriales reclaman “acciones urgentes” del Gobierno para reactivarla, mientras Petro se reúne con la junta directiva del Banco de la República, que bastante ha criticado, pide rebajar más las tasas de interés y dice que las cosas no van tan mal. Años atrás la paradoja colombiana era que “la economía va bien pero el país va mal”, según frase que se puso en boga. ¿Será entonces que se invirtió la torta y ahora la economía va mal pero el país va bien? Ojalá así fuera, aunque es difícil creerlo. Y más aún entenderlo.
P.S.1: No hay que derramar una sola lágrima por el hundimiento del Ministerio de la Igualdad. Lo siento por Francia Márquez, pero eso era un costoso adefesio burocrático que debe permanecer sepultado. Tampoco hay que lamentar la reciente anulación de la personería jurídica de cinco partidos políticos (el último de ellos, el que pretendía lanzar el exalcalde de Medellín Daniel Quintero), que no serían más que microempresas electorales con nombre propio. Ya hay demasiadas y lo que falta es eliminar aún más.
P.S. 2: La mujer del año en Estados Unidos debería ser Stormy Daniels. Nombre de combate de la actriz de cine porno, nacida en una familia pobre de Luisiana, que puede convertir a Donald Trump en el primer presidente en la historia de Estados Unidos en ser declarado culpable en un proceso penal. Pese al acoso y amenazas de los abogados del expresidente, Stormy se mantiene firme en que hace ocho años tuvo relaciones sexuales con Trump y recibió 130.000 dólares para no divulgarlo. Este camufló el pago, adulteró la contabilidad de su campaña y ahora enfrenta un juicio que lo deja muy mal parado. Qué polvo tan caro.
Esta columna no aparecerá la semana entrante.