Los Danieles. El muñeco Milei

Ana Bejarano Ricaurte

Ana Bejarano Ricaurte

No estamos cortos de políticos cantinflescos en América Latina. Auténticos comediantes han copado la tarima democrática en esta parte del mundo. Antes de ser derrocado en el Ecuador en 1997, Abdalá Bucaram bailaba y cantaba al son de su corrupción y otras travesuras que lo hicieron prófugo de la justicia por más de dos décadas. Hugo Chávez supo montar tremendas puestas en escena, hasta divertidas si no fuera porque también le permitieron imponer una dictadura en Venezuela. Sin duda, en el caso de Iván Duque, su tragicomedia Prevención y acción dejó un importante legado televisivo para Colombia. 

Por eso no debería sorprender el personaje que el domingo pasado ganó las elecciones primarias en la Argentina. Su nombre es Javier Milei e inició su vida pública como comentarista dedicado a insultar políticos en los encendidos programas de la televisión argentina. De ahí saltó a la política apenas en 2021 como diputado nacional, y hace una semana obtuvo más de siete millones de votos, como anticipo de las elecciones presidenciales que se celebrarán el próximo 22 de octubre. Una vertiginosa carrera del anonimato al poder. Vino de los medios de comunicación y fueron ellos también quienes lo insertaron en el debate público como el loquito antipolítico, un desaforado gracioso e inofensivo.    

Se autodenomina libertario, la nueva categoría manoseada por la derecha para justificar el mismo discurso excluyente y neoliberal que promueven hace décadas. Propone la reducción dramática del Estado, de los programas sociales; la privatización de todos los bienes y actividades públicas de trascendencia. Como buen producto de las redes sociales, está lleno de slogans, símbolos y arengas que repite incesantemente. Pasea por todos lados con una motosierra que mece en una extraña mímica de niño malo que amenaza con el recorte del gasto oficial. Cita a Bukele como referencia de su política carcelaria para que los presos “laburen” en las cárceles. 

Promete, además, la dolarización de la economía argentina y la eliminación del Banco Central, aunque no ha sabido explicar con exactitud cómo alcanzará esa gesta que muchos técnicos consideran dañina o imposible. Le suma otros absurdos como proponerle al Reino Unido un protectorado en las Malvinas, similar al de Hong Kong en China, para que Argentina recupere las islas. 

Para no alejar a la parte de su electorado que se siente cansado de las luchas igualitarias, intenta embutir su discurso antiaborto por las grietas de su libertarianismo mal armado. Dice que, aunque los libertarios propenden porque el Estado intervenga lo menos posible en la vida de las personas, en el caso del aborto no aplica porque se trata de la vida de otro ser. Claro, frente a la venta de niños opinó inicialmente que era “una discusión filosófica debatible”, pero la libertad de las mujeres de autodeterminarse reproductivamente no le merece ninguna reflexión. En todo caso, para no olvidar un buen lavado de cara con presencia femenina, como fórmula vicepresidencial lo acompaña Victoria Villarruel, una negacionista de las víctimas de la dictadura de la junta militar. 

Habla como un economista de la escuela de Chicago, pero deformando términos y ofreciendo soluciones absurdas y vacías para todos los problemas que nunca ha conocido de cerca dados sus cero días de experiencia en la administración pública. 

Las librerías porteñas pronto se llenarán y vaciarán de un libro titulado El loco, en el cual el periodista Juan Luis González cuenta los secretos místicos de Milei, como la muerte de su perro predilecto Conan, que, según cuenta González, esconde hace años tras clonarlo en otros cachorros. Supuestamente Milei habla con Conan desde el más allá, y de paso con Dios quien le pidió que se hiciera a la Presidencia. 

Y a pesar de lo absurdo y peligroso que disfraza la propuesta y presencia de Milei en la política argentina fue votado masivamente porque en esa locura también descansa la autenticidad que le falta al resto de candidatos. Un electorado cansado y angustiado por la crisis económica agudizada. Ante todo, votantes descreídos del resto de opciones que, aunque se detesten entre sí, para afuera pueden parecer la misma cosa: los políticos ladrones de siempre, la “casta” que Milei promete vencer. Es el arquero de las inferiores del Chacarita, el rockero de mediopelo, cualquier chabón rioplatense; lo sienten familiar y al mismo tiempo nuevo y diferente. 

Se vuelve atractivo ante la incapacidad de la política tradicional de resolver los problemas cotidianos de la gente. Y por política tradicional ahora debemos entender aquella que por lo menos aparenta creer en el Estado de Derecho, en las instituciones y en las políticas públicas, porque lo otro es brujería untada de represión y autoritarismo. Un Bukele trumpista del cono sur podría llegar este año a la Casa Rosada y afianzar la creencia de que la democracia y los derechos humanos son discursos caducos e innecesarios. Y pensar que hace cuatro años solo era un economista que imitaba a Leonardo Favio en la televisión…  

En Colombia no estuvimos lejos con Rodolfo Hernández, un muñeco menos ideologizado, pero igual de disonante. Y mientras peor le vaya a Petro más cerca estaremos de darle poder a un modelo similar.   
 

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