Los Danieles. El fenómeno Kamala

Enrique Santos Calderón

Enrique Santos Calderón

Donald Trump está nervioso y con razón. La irrupción de Kamala Harris como su más segura contendora no solo ha vigorizado de manera sorprendente al partido demócrata y dejado a los republicanos sin su mayor caballo de batalla  —darle palo al ya retirado Joe Biden—, sino que las encuestas ya señalan un empate técnico entre los dos. 

Un vuelco dramático en una campaña presidencial que “será como ninguna otra”, según vaticina USA Today, el diario de mayor circulación en ese país (con una tirada de 3.2 millones de ejemplares). Más que nerviosismo, es en realidad desespero lo que transmite Trump. El calibre de insultos que le dirige supera su consabida mala leche: lunática, inepta, mentirosa, ultrarradical que destruiría a Estados Unidos. Todo esto ha repetido sin cesar —hasta de reírse demasiado la acusa— desde que se dio cuenta de lo que le corría pierna arriba. 

Pero mientras más la denigra, más fuerza parece tomar Harris entre una opinión pública que puede estar cansada de la grosera matonería del soberbio neoyorquino. Los medios destacan que esta elección enfrenta a una exfiscal que dedicó su carrera a llevar delincuentes a la cárcel con un millonario caudillo político que ha sido condenado por 34 delitos. “La exfiscal contra el expresidente convicto” ha sido titular destacado de estos días. 

Kamala, que está resultando un verdadero fenómeno político, es ciertamente una mujer inusual: hija de padre jamaiquino y madre india, progresista y liberal, sin arrebatos feministas y para nada representativa del establecimiento blanco, republicano y conservador, proclive al machismo y racismo, que constituye la base electoral  —y también emocional— de Trump. Pero en eso radica su atractivo y una victoria suya significaría una profunda renovación para el sistema político y la democracia estadounidenses, amenazados por todo lo que plantea y encarna un personaje como Trump. 

The New York Times no tiene duda alguna sobre lo catastrófico que sería un regreso de Trump a la Casa Blanca. Lo reiteró con inusual énfasis en una declaración de su junta editorial alabando el retiro de Biden: “hizo lo que nunca hará Donald Trump: colocar el interés nacional por encima de su propio orgullo y ambiciones (…) un hombre convicto que desprecia la ley y la Constitución; un mentiroso consumado sin una causa superior distinta de su interés personal y un político irresponsable e indiferente al bienestar del pueblo americano (…) no hay como describir  todo el daño que el señor Trump le causaría al país”. Hace tiempo, tal vez desde las épocas de Watergate, no leía algo tan duro del NYT. 

Kamala también decidió que ya tocaba responderle en sus mismos términos. “Conozco a tipos como Trump”, dijo para luego recordar que como fiscal había procesado a “depredadores sexuales que abusan de las mujeres, a estafadores que roban a los consumidores y a tramposos que rompen la reglas para beneficio propio”. Demostró que no tiene pelos en la lengua para enfrentar a su adversario en un terreno que le es tan afín.

Podría seguir con el tema de la edad, con el que tanto vapuleó a Biden, ya que ella es veinte años menor que su grueso y maquillado contendor, que a los 78 es el aspirante presidencial más viejo en la historia de Estados Unidos. Sería estimulante y positivo que Kamala Harris fuera la primera mujer presidente de la primera potencia del planeta.

No será fácil pero promete ser apasionante.

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El discurso de Petro el 20 de julio fue serio, tranquilo e hilvanado. Después de su arenga tras la aprobación de la reforma pensional, fue un bienvenido cambio de tono y contenido. Haber comenzado por pedir perdón por los actos de corrupción de su gobierno (Unidad de Riesgo, etc.) y asumir la responsabilidad política por lo ocurrido es una actitud encomiable. Muy diferente de la de los voceros de la oposición en sus agresivos discursos de réplica, que contrastaron con el mensaje conciliador del jefe de Estado.

Concuerdo con el editorial de El Espectador sobre “una oposición que se mostró atrincherada en perjuicios y en la retórica más populista”. La intervención del senador Miguel Uribe fue decepcionante por lo agresiva y mal argumentada, mientras que la de Polo Polo fue simplemente vergonzosa. El balbuciente e inocuo discurso inaugural del presidente del Congreso Iván Name contrastó con el del senador de Cambio Radical David Luna, quien hizo una crítica sustentada y respetuosa de la gestión de Petro, aunque se pasó por la faja el límite de tiempo. La instalación del Congreso fue, en fin, una gran oportunidad para observar durante varias horas, en vivo y en directo, cómo operan la democracia y sus voceros en una fecha clave. 

Algunos atribuyen la serenidad de Petro a consejos del ministro Juan Fernando Cristo, aunque quisiera creer que obedece a una reflexión del presidente sobre la necesidad de mesurar su estilo e intervenciones. Y de llegar a tiempo a sus compromisos. Queda el interrogante de a qué presidente hay que creerle, como planteó el columnista Gabriel Cifuentes: si al mandatario ponderado que tiende puentes para lograr una auténtica concertación o al agitador populachero que arremete contra el propio Estado que él representa. 

Se ha iniciado la segunda mitad de su mandato y en estos dos años que le restan los colombianos sabremos a qué atenernos.

P.S.1: La crucial elección presidencial que hoy se celebra en Venezuela puede cambiar el rumbo político del país vecino. Si las encuestas y sondeos divulgados tienen asidero, a Nicolás Maduro le quedan los días contados. Pero la infinidad de maniobras para impedir la votación de los millones de venezolanos en el exterior y la presencia de delegados y observadores internacionales es un pésimo augurio. Todo indica que el dictador no abandonará el poder por la buenas. Cómo espero estar equivocado.

P.S.2: Atrevida y creativa y la inauguración de los Juegos Olímpicos que montó Francia. Un espectáculo lleno de mensajes sobre cómo es la moda y la diversidad en la sociedad de este acelerado siglo XXI. ¿Habrá que preparar a los nietos para lo que se viene?

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