Los Danieles. Disparate carbonífero

Ana Bejarano Ricaurte

Ana Bejarano Ricaurte

Los mandatarios del mundo tienen a su alcance un abanico de formas de oponerse al régimen de crímenes de lesa humanidad que impuso Israel sobre Gaza y sobre el pueblo palestino: las persecuciones judiciales, como la de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia; el rechazo político y discursivo como el de António Guterres y otros; el reconocimiento de 147 países en la Asamblea General de la ONU de Palestina como Estado; y, por supuesto, las decisiones comerciales que bloquean el envío de bienes necesarios para el régimen genocida que se apoderó de Israel. 

Comparto con el presidente Gustavo Petro el impulso moral de rechazar la estrategia salvaje de Netanyahu. Y creo que se ha generalizado ese sentimiento, pues muchos de los tercos que quieren justificar lo imposible ahora acuden al argumento de que la información que sale de Gaza es “falsa”, que los periodistas asesinados eran sicarios de Hamás; solo les queda intentar ignorar o negar la realidad. 

Por eso, como con tantas cosas que hace el presidente, entiendo su motivación de rechazar los crímenes que Israel intenta hacer pasar como legítima defensa; de hacerlo seriamente y de emprender acciones que tengan consecuencias para la pandilla de extremistas que gobierna en Jerusalén. Pero, una vez más, se equivoca estructuralmente en su ejecución improvisada, vanidosa y chambona. 

Lo primero y más importante desde el punto de vista práctico es que ninguna consecuencia negativa, sino al parecer positiva, va a tener la pataleta tuitera de Petro para Israel. A las carboneras colombianas les tardó treinta años afianzar ese mercado. Después de décadas de demostrar que el suministro era confiable y la calidad excelsa, ahora proveemos entre el cincuenta y sesenta por ciento del carbón que consumen los israelíes. Los otros proveedores son mayoritariamente Australia e Indonesia, los dos más grandes del planeta. No podemos competir con esos países, por lo menos no en términos de cantidad de producción. La decisión de no enviar más carbón será fácilmente remediada por Israel, tal vez incluso con mejores tarifas. Las tres toneladas que mandábamos al año las suplirá fácilmente Australia u otro gigante. Ningún castigo recibirá Netanyahu.

Y, aunque a Israel no le haga ni cosquillas, por acá puede ser una decisión devastadora para la economía. Según fluya la matriz energética, Colombia pone entre tres y cuatro toneladas anuales de carbón en Israel. Por eso el riesgo está en perder entre 400 y 600 millones de dólares en divisas, monto que incluye los 650.000 millones de pesos que dejará de percibir en impuestos, regalías y contraprestaciones el Estado. Esos son los estimados de la Federación Nacional de Productores de Carbón. 

Además, la intempestiva decisión probablemente conducirá al decrecimiento en el ritmo de producción, y el subsecuente desplome del empleo que su explotación y exportación garantizan. Son actividades productivas concentradas en dos departamentos golpeados que naufragan en corrupción y violencia. La Guajira y el Cesar no pueden darse ahora el lujo de enfrentar una crisis de desempleo e incremento de pobreza.

Según el nuevo ministro de Comercio, Luis Carlos Reyes, el mercado se reajustará y ese carbón podrá ser vendido a otros compradores que no sean flagrantes violadores de derechos humanos. Eso puede ser cierto, y también lo es que el viraje se hubiese podido planear mejor, al generar incentivos y empujar a la industria carbonífera a migrar de manera segura. 

Lo que es innegable es que ese carbón podrá relocalizarse y venderse al “spot”, como lo llaman los expertos. Es decir, para tapar huecos y eventualidades, no para construir relaciones comerciales de largo plazo. Seguramente, además, se negociará a un menor precio. Afianzar nuevas relaciones comerciales no será fácil, ni para los carboneros ni para otras industrias que cada vez son vistas con más desconfianza por el mercado internacional.   

Los argumentos sobre la inconstitucionalidad o ilegalidad de la medida son menos fuertes que los de su profunda inconveniencia. 

Cuando se trata de prender los focos de la grandilocuencia y el dramatismo, al presidente parece tenerle sin cuidado lo que resulte después y ese se ha convertido en uno de los sellos de su presidencia: despliegues discursivos repentinos seguidos de la agitación de la discusión pública; de la defensa de causa quiméricas. Y por esa grieta se escurre su gobierno del cambio.    

La decisión que anunció Petro por Twitter no ha sido formalizada, pues aún no se ha expedido el decreto que ordene la restricción de exportaciones a Israel. Los comentarios sobre el mismo se recibieron hasta el lunes 17 de junio. Ojalá los escuche porque está a tiempo de reversar este berrinche ineficiente y pensar mejores formas para oponerse a Netanyahu, sin auspiciar un golpe a la herida economía colombiana.    

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