Ana Bejarano Ricaurte
Rodrigo Uprimny es uno de los más importantes constitucionalistas en Colombia. Es también un hombre amable que esconde tras su aparente timidez un ácido sentido del humor. Pareciera a veces imperturbado por los temas que trata y las materias a las que ha dedicado su vida a investigar. La magia de Uprimny, creo, está precisamente en esa aparente calma con la que aborda los asuntos. Su columna en El Espectador ha sido eso: una lección sobre temas álgidos y relevantes políticamente vistos desde el microscopio de un constitucionalista afiebrado por la pureza de la argumentación.
El pasado domingo Uprimny dedicó su columna a explicar la responsabilidad política y moral de Álvaro Uribe ante el crimen de los falsos positivos. Como respuesta recibió un brebaje que el expresidente ha repartido sin distingo durante toda su carrera política. Lo acusó de ser abogado de las FARC sin un ápice de prueba. Después señaló que era “moral y políticamente” responsable del terrorismo.
Claro, tal vez no pensaba solo en Uprimny sino en la organización que fundó hace casi 20 años junto con otros constitucionalistas: DeJusticia. Una ONG dedicada a la investigación sobre temas estructurales que afectan la igualdad de derechos, en especial para los grupos históricamente discriminados. Es, por supuesto, una institución incómoda para muchos estamentos sociales e institucionales. Se ha dedicado a jalar orejas de políticos, empresarios y otra gente poderosa de manera responsable y sustentada.
Nada de esa labor es un insumo para el terrorismo. Uribe lo sabe, pero conoce perfectamente lo fácil que es esparcir esa mentira entre su base fanática y otros despistados. No es nueva esta estrategia. Ha sindicado de guerrilleros a muchos otros contradictores como los senadores Alirio Uribe e Iván Cepeda, al periodista Yohir Akerman, al entonces director de Humans Right Watch para las américas José Miguel Vivanco, a Juan Manuel Santos en diferentes formatos, y la lista es muy larga.
Es una táctica simple y efectiva ante una sociedad y opinión pública que se acostumbraron a los bandos, particularmente entre guerrilleros y paramilitares. Una calumnia que tiene enorme significado en un país en donde se cometió el genocidio político de todo un partido precisamente amparados en esa agresión de acusar de guerrillero a cualquiera que les huela a izquierda.
La estigmatización del contrario, su encasillamiento y descalificación es muy fácil de vender cuando la gente tiene ganas de odiarse entre sí. Permite justificar violencias discursivas o incluso físicas porque funciona casi como una condena sin juicio. Además sirve para evadir el debate, cualquiera que sea, para obligar al opositor a defenderse, a explicar por qué no es guerrillero o sicario o cualquiera de los epítetos que se inventan.
Uprimny se defendió pero intentó también concentrarse en el debate de fondo, al cual Uribe envió al abogado Jaime Granados a una discusión en el Reporte Coronell de Daniel Coronell en la WRadio. Ese es un ejercicio que debería darse en el seno de la JEP y de la opinión pública si existe alguna esperanza real de entender y repudiar lo que pasó con los falsos positivos. Pero no hay una sola prueba de interés real de Uribe de participar en esa conversación porque al llamar guerrillero a Uprimny lo que en realidad busca es advertir a cualquiera que se atreva a increparlo públicamente sobre el asunto.
Tal vez sea mucho pedir con el nivel de calentura del debate público en Colombia. Porque hay gente que, gracias a Uribe, hoy en día piensa que una cantidad de personas son guerrilleras y no habrá realidad o documentación que les permita refutarlo.
Por eso vale pena defender a Uprimny. Porque más allá de la injusticia de esa sindicación, ese proceder es el que está pudriendo el debate en Colombia. Es avalar el arma de desconocer la voz del contrario y acusarlo de cualquier cosa grave que permita no tener que escucharlo.
Creo en apoyar a la gente que se arriesga a pensar cosas importantes en público, aunque me acusen de lagarta o guerrillera. Porque nadie debería emplear esa formas, porque invitan a la violencia y ponen en riesgo a personas valiosas. Así que defiendo al profesor Uprimny, cuya labor académica ha regado luces sobre los problemas más difíciles en Colombia. Estamos hablando de un académico de talla y credibilidad internacional no de un guerrillero, quien tampoco ha contribuido de ninguna forma en la lucha armada. Pero, bueno, Uribe lo sabe y aquí nos tiene otra vez hablando de eso y no de los falsos positivos.
*El Veinte, la organización que fundé y dirijo, tiene el honor de contar con Rodrigo Uprimny en su junta directiva de manera pro bono.