Daniel Samper Pizano
La historia, ciencia indispensable pero imprecisa y de cambiantes interpretaciones, tiene un extraño sentido de humor. Durante años el expresidente colombiano Álvaro Uribe Vélez y el anterior “ex” y actual candidato estadounidense Donald Trump le sacaron el quite a la justicia.
Soberbios y desafiantes lograron aplazar el examen judicial de algunas de las más graves acusaciones que les muerden los talones, hasta el punto de que flotaba, parecido a una nube, un escepticismo general acerca de que algún día comparecieran ante los tribunales.
Y de repente, prácticamente en una semana, las dos ballenas blancas aparecen boqueando en la misma playa.
Son tan semejantes los dos casos, tan comparables los dos reos y tan coincidentes algunas circunstancias, que resulta difícil saber si Uribe es un Trump subdesarrollado o Trump es un Uribe en versión XXL.
Los dos están acusados de sobornar testigos de cargo.
Los dos alegan ser inocentes.
Los dos afirman que son víctimas de persecuciones políticas.
Los dos han visto comprometidos a miembros de su familia en negocios discutibles.
Ambos son figurones de la extrema derecha de su país.
Los subalternos políticos de ambos alegan que procesarlos constituye un crimen contra la patria y un abuso de la democracia.
Abogados de uno y otro han sido encarcelados.
Los dos se caracterizan por su poco respeto a las leyes y su discurso demagógico.
Numerosos colaboradores de los dos han sido procesados y condenados por delitos contra la administración pública mientras que ellos, los jefes, predicaban muy campantes e intangibles.
Ambos conservan casi intacta su elevada popularidad.
Ambos heredaron sus fortunas de sus padres.
Los dos pertenecen a la oligarquía de su país, aunque Donald es un ostentador permanente de su riqueza y Uribe solo la demuestra en sus haciendas.
Ambos fomentan actividades deportivas que les producen importantes ingresos: Uribe es criador de caballos y Trump es propietario de clubes de golf.
Los dos han sido reseñados por las autoridades. La intimidante foto oficial de Trump, captada en el condado de Fulton, Georgia, corresponde a su reseña policial por posible delito electoral. La de Uribe es un autorretrato tomado en la hacienda El Ubérrimo y obsequiado galantemente por el propio “preso número 1087985” al Inpec (instituto estatal que maneja las cárceles).
Ambos han sido castigados con cauciones o avales. La de Trump en Georgia ascendía a 200 mil dólares. La de Uribe como garantía de una medida de aseguramiento que se le impuso llega a 98 millones de pesos.
Los dos serán juzgados por magistrados colombianos. El de Trump en el proceso iniciado por una actriz porno es Juan Manuel Merchán, de 61 años, nacido en Bogotá, residente desde los seis años de Estados Unidos y ciudadano de ese país.
Uribe ha recibidos fallos adversos de tutelas, pero no ha sido castigado con sentencias. Sin embargo, está imputado en procesos por soborno de testigos y fraude procesal y por calumnia agravada contra Daniel Coronell. Trump enfrenta cuatro procesos penales por 91 delitos que van desde falso testimonio hasta incitación a la asonada y corrupción electoral.
Los procesos de los dos personajes han sufrido numerosas dilaciones y demoras.
Ambos eran los Reyes de la Impunidad.
Ahora la historia, con inesperado sarcasmo, ha decidido que se les acabó el reinado.
El 9 de abril de 2024 la Fiscalía llamó a juicio a Uribe en Colombia y el 16 del mismo mes comenzó en Estados Unidos el proceso iniciado contra Trump por la actriz Stormy Daniels.
Dos espejos.
Dos gemelos políticos.
Dos ballenas blancas tendidas en la arena.
El gato y la salud del ratón
En medio del debate acerca de cuál es menos malo, si el sistema de salud que teníamos los colombianos o el que pretende Gustavo Petro que tengamos, me declaro representante de la Línea China. Cuando la República Popular acogió a partir de 1979 algunas pautas capitalistas y su aparato productor reaccionó favorablemente, el gran timonel de turno, Deng Xiaoping, pronunció una famosa frase: “No me importa si el gato es blanco o negro, con tal de que coja ratones”.
Durante años, yo creí que el sistema público de salud español (un país que se parece al nuestro en muchas cosas) era un buen gato. Pero cifras reveladas esta semana señalan que no: hay 849.535 pacientes en espera de cirugía, un récord histórico. De ellos, más de 200.000 aguardan hace más de seis meses, y el promedio subió en el último año de 120 a 128 días. La lista de espera para primera consulta con un médico especialista es ya de 101 días.
Ignoro si la sanidad pública española es gato blanco o gato negro, pero lo cierto es que cada vez atrapa menos ratones.
ESQUIRLA. Consejo a partir de experiencias cercanas: eviten las traicioneras bolsas de agua caliente, las famosas “perras” de los bogotanos. Si quieren saber por qué, averigüen en los pabellones de niños y adultos quemados. A veces el dilema es, literalmente, la bolsa o la vida.