Enrique Santos Calderón
Gustavo Petro Urrego cumplió dos años como presidente y el balance de su gestión es, para decir lo menos, “claroscuro”. Concepto que se emplea en la pintura para destacar el contraste entre sombra y luz en una obra. Y la obra que desarrolla el primer mandatario proyecta más sombras que luces, según la mayoría de colombianos.
Las encuestas divulgadas con motivo de esta fecha (Invamer, Yarumo) señalan que dos terceras partes de los ciudadanos indagados la considera entre “pésima” y “mala”, y un tercio entre “buena” y “excelente”. Se mantiene, pues, la tendencia de opinión que hace meses predomina. Pero al margen de pronósticos y sondeos hay un hecho también claro: no se ha producido el cataclismo anunciado y la economía se mantiene sólida. ¿Hasta cuándo? Las cifras sobre parálisis de la inversión y caída de los ingresos del Estado no son buen augurio.
El comportamiento de la economía —variable que hoy pesa más que inseguridad o corrupción— dependerá en buena parte de cómo proceda Petro en lo que le resta de gobierno. Cambiar de tono y estrategia para el segundo tiempo recomiendan analistas y líderes del sector privado. De acuerdo, pero ¿hacia dónde? Si la nueva estrategia fuera una de austeridad retórica y de más gestos de confianza hacia el empresariado y de motivación para la fuerza pública, estaría bien enrumbado. O, mejor, bien orientado, para que no se me malentienda.
En la primera mitad de su mandato logró reformas importantes en lo pensional y tributario; ha mantenido cohesión política con otras fuerzas y tiene reconocimiento en el exterior, pese a que no pocos diplomáticos sienten que la Cancillería está “al garete”.
No tengo elementos de juicio para opinar sobre cómo quiere rematar su cuatrienio, aunque es bien revelador que haya vuelto a llamar a un acuerdo nacional sobre reforma de la salud, implementación del acuerdo de paz y lucha contra la corrupción. Del dicho al hecho hay mucho trecho, pero es igualmente significativo que no haya insistido en movilizar el “poder constituyente del pueblo” para forzar sus reformas.
No es fácil leer a una personalidad tan compleja y en ocasiones inescrutable y contradictoria como la de Petro, que pese a su inteligencia, base popular y dotes oratorias no logra conectar con el país nacional ni con el grueso de la clase política. Así lo indican tanto las encuestas como los resquemores que suscita en el Congreso. Pero para eso nombró, imagino, a un ministro de Gobierno dúctil y paciente como Juan Fernando Cristo, que tiene la ardua tarea de allanarle caminos.
“Caminante, no hay camino, se hace camino al andar”, dijo el gran Antonio Machado. Falta ver si el recorrido que le falta a Petro será “golpe a golpe o verso a verso”.
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Un amigo ducho en asuntos militares me comentó que en Venezuela se puede repetir la experiencia de Portugal de 1974: la Revolución de los Claveles, cuando un grupo de oficiales liderados por el carismático capitán Otelo Saraiva de Carvalho puso fin a la dictadura de cuarenta años de Oliveira Salazar e inició la apertura democrática de ese país. Los viejos aun recordamos esas icónicas imágenes de miles de estudiantes en las calles de Lisboa colocando claveles en la punta de los fusiles de sonrientes soldados.
Y hace pocos días, los militares de Bangladesh se negaron a seguir reprimiendo las incesantes manifestaciones de protesta contra el gobierno, lo que precipitó la renuncia y salida del país de la primera ministra Sheikh Hasina.
¿Las fuerzas armadas venezolanas se sentirán aludidas por estos antecedentes? Podría ser una bienvenida sorpresa, siempre y cuando los golpistas hicieran como los capitanes portugueses y no se amañaran en el poder. No veo este desenlace a la vuelta de la esquina a pesar del creciente desgaste de Maduro, cuya dictadura puede prolongarse más de lo deseado.
Su última salida, sin embargo, parece patada de ahogado. Ordenar por diez días el bloqueo de la red social X (por esa misma red) y acusar a su propietario Elon Musk de “drogadicto que incita al odio, al fascismo y al golpismo” es casi caricaturesco. Como caricaturesca fue la respuesta de Musk, anunciándole a Maduro que “voy por ti” y “te voy a llevar en burro a Guantánamo”.
Un enfrentamiento entre divertido y grotesco entre dos personajes detestables. El arrogante billonario gringo y el opresivo matón venezolano, que retó a Musk a que se dieran en la jeta. Por razones de etiqueta entre naciones no presenciaremos lo que hubiera sido un espectacular pugilato internacional, entre los ganchos de izquierda del dictador tropical y los derechazos a la mandíbula del nórdico magnate. Pero la pelea continúa y aquí no hay golpe perdido.
P.S.1: Buena noticia para Estados Unidos, y el mundo entero, que Kamala Harris esté aventajando a Donald Trump en muchas encuestas. El vicepresidente que escogió, Tim Walz, es toda una nota. De extracción popular, exentrenador de futbol, político curtido, espontáneo y locuaz, promete ser la fórmula que le garantice a Kamala la presidencia. Con tal de que no la opaque con su exuberante personalidad.
P.S.2: Mi excolega Vicky Dávila aspira a la presidencia y marca muy bien en las encuestas. La conozco y la aprecio, pero no sé si reír o llorar.