La sonrisa de Jorge Enrique Pizano

Jorge Enrique Pizano (Q.E.P.D.) Captura de Pantalla

Cecilia Orozco Tascón

Cuando se descubrió el esquema de corrupción que impulsaba los meganegocios de la constructora brasilera Odebrecht, que consistía en lograr la adjudicación de las obras públicas de infraestructura más costosas del continente sobornando a gobiernos y funcionarios en cada país, siempre se comentó que su socio local en Colombia nunca sería sometido a la justicia nacional. El único temor real del Grupo Aval, socio de Odebrecht en la construcción de la Ruta del Sol, según se argumentaba, radicaba en las investigaciones que pudieran adelantar los organismos judiciales y de control financiero en Estados Unidos. Dicho y hecho. Sarmiento Angulo y Sarmiento Gutiérrez, intocables cabezas de Aval, terminaron negociando, en territorio norteamericano y por US$60 millones, sus culpas. Su asesor jurídico, el también intocable Néstor Humberto Martínez, cuidó sus espaldas y la suya, y solo aceptó a regañadientes y de manera tardía declarar su impedimento como fiscal general que había llegado a ser. Es un buen momento, magnífico momento, para rendir homenaje a la memoria del ingeniero Jorge Enrique Pizano, quien murió arrinconado por el poder económico y judicial que suele manejar los hilos de las investigaciones de la Fiscalía con el fin de proteger a los culpables de su círculo o de hundir, en sospechas y celdas, a quienes se salen de su redil. El que transcribo a continuación es un extracto de las denuncias de Pizano ante el abogado de Aval, Martínez Neira, que el primero grabó entre 2013 y 2015 para protegerse. Tanto Pizano como Martínez quedaron fotografiados de cuerpo entero: Pizano, íntegro, juicioso con sus tareas, inocente y humillado por sus empleadores. Martínez Neira… El país ya sabe cómo es.

(Reunión del 19 de agosto de 2015)

Jorge Enrique Pizano: Antes de iniciar… Néstor Humberto Martínez: Vea, nosotros estamos haciendo una investigación ni la hijueputa. O sea, usted… porque yo lo veo a usted en esta ansiedad… Entonces, realmente, le mandan a decir (que) “nada”. Pizano: Bueno, pero es que… Martínez: Si sabe algo, prenda las alarmas. Y la vía es esta vía, porque, hijueputa, allá están berracos con lo que pasó hace tres años que usted prendió las hijueputas alarmas y nadie le puso cuidado… Pizano: Eh, yo quier… porque es que…

Martínez: … que eso era una mierda (dijeron) porque la tesis es que usted quería pasar de un contrato temporal a un contrato definitivo, a una mierda de esas… Pizano: No, pero, yo… Martínez: … la pelea con los hijueputas estos de Odebrecht, entonces, ahora estamos en un problema y es que (baja la voz)… no sabemos en qué estamos metidos… Pizano: Exacto. Entonces, dentro de mis tareas es… yo voy revisando poco a poco… un contrato de $1.000 millones, $850. Entonces llega esta cotización… Empecé a mirar esto y dije: “Oiga, esta vaina de Argeo (firma de ingeniería), oficina es calle 11, es tal, esto está como escaneado”. Fui a la Cámara de Comercio: “Dígame cuál es la dirección de esta vaina”… ¿Cómo, en Aguachica, Cesar, (Ruta del Sol II), van a contratar una empresa que está en el centro de Bogotá, ¿verdad?… Entonces fui hasta el centro a tomar la foto; funciona una vaina de un abogado que no coincide con la dirección y tal… Entonces, yo, a este señor Homero Rubio, que es el abogado de ese señor de Argeo, le mandé estas preguntas: que si ha realizado o tenido relaciones comerciales con el Consorcio del Sol. La dirección que figura en la cotización ¿corresponde a su sede? ¿La firma del representante legal corresponde?… Entonces, me contestaron: “Primero, nunca hemos tenido relaciones comerciales con la Ruta del Sol; tampoco hemos presentado propuestas económicas…”. Martínez: Es que son pícaros, marica… esta compañía se putió, hermano. Pizano: Pero ahí no queda el tema… me pongo a mirar esta otra… oiga… hay un número de verificación que es el último… aquí falta… ¿y esta firma tan rara?… Estos papeles yo te los puedo dejar. Martínez: Sí. A las 11 (a.m.) estará Sarmiento viéndolos.

Han transcurrido ocho años. El ingeniero Pizano fue puesto en la picota pública: le abrieron procesos penales y disciplinarios, lo llamaron “loco”, sus empleadores lo echaron, murió en el ostracismo, la pobreza y la depresión. Su “amigo” Martínez Neira se convirtió en “superministro”, fue elegido fiscal general, renunció cuando quiso, siguió siendo el consejero de Aval y, hoy, funge como juez de ética. Y el conglomerado Aval siguió negando sus culpas hasta cuando el dios gringo lo sometió. En donde quiera que esté, Jorge Enrique Pizano debe estar sonriendo, en completa paz.





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