Por Luis Ferré-Sadurní y Chelsia Rose Marcius
En la frontera sur del país, los agentes de la Patrulla Fronteriza de EE. UU. han estado buscando a miembros de una conocida banda venezolana. En el centro del país, agentes de policía de Denver a Chicago han realizado decenas de detenciones por presuntos delitos relacionados con el grupo, desde robos en comercios hasta asesinatos y prostitución.
Y en la ciudad de Nueva York, los detectives de la policía han pasado meses entrevistando a informadores —incluidos miembros confesos de la banda— para identificar a los líderes y recabar información sobre patrones de robo e iniciativas de reclutamiento.
La banda en cuestión es el Tren de Aragua, que surgió de una prisión venezolana y se convirtió en una temida organización criminal centrada en el tráfico sexual, la trata de personas y el tráfico de drogas.
Su creciente presencia en Estados Unidos se ha convertido en un pararrayos político para los republicanos, especialmente para el expresidente Donald Trump, que tratan de culpar a la política fronteriza del gobierno de Joe Biden de permitir la entrada de delincuentes en el país.
Las acusaciones de Trump sobre los efectos de la delincuencia alimentada por los inmigrantes, amplificadas en los medios de comunicación de derecha, son a menudo exageradas o incorrectas. Sin embargo, la banda ha surgido como una fuente creciente de preocupación para los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley, quienes han estado teniendo dificultades para estudiar su funcionamiento interno y rastrear el movimiento de sus miembros en todo el país.
Los funcionarios federales estaban trabajando en más de 100 investigaciones relacionadas con la banda en un momento dado de este año, según un funcionario del Departamento de Seguridad Nacional que habló bajo condición de anonimato. En todo el país se han realizado más de 50 detenciones relacionadas con la banda, dijo el funcionario.
Entre los lugares en los que se ha introducido la banda se encuentra la ciudad de Nueva York, donde más de 210.000 inmigrantes han buscado refugio desde 2022. El Departamento de Policía de la ciudad dice que la banda se ha centrado principalmente en arrancar celulares; robos al por menor, especialmente mercancía cara en grandes almacenes; y traficar con una droga sintética en polvo de color rosa, conocida como tusi, que a menudo está mezclada con ketamina, MDMA o fentanilo.
Uno de los mayores retos, dijo la policía, es la rapidez con que los miembros de la banda se han mezclado en el tejido de la ciudad, no solo entre los solicitantes de asilo en los refugios, sino también haciéndose pasar por conductores de reparto en motonetas, en algunos casos transportando armas de fuego dentro de paquetes de entrega de alimentos.
El tamaño y la sofisticación de la banda en Estados Unidos siguen sin estar claros, pero a algunos funcionarios les preocupa que sus miembros puedan estar intentando unir fuerzas a través de las fronteras estatales para llevar a cabo operaciones a mayor escala.
El alcalde Eric Adams, que se ha comprometido a impedir que la banda cree un bastión en Nueva York, envió este año a Colombia a altos funcionarios de seguridad pública para abrir un puesto policial en Bogotá con el fin de recabar información sobre la banda, y afirmó que trajeron de vuelta “información preocupante”.
“Son malos y no representan a la comunidad de inmigrantes y solicitantes de asilo”, dijo el demócrata Adams en julio. “Se trata de un pequeño número de personas que son violentas, y vamos a identificarlas y utilizar nuestras prácticas como lo hacemos con cualquier pandilla de la ciudad”.
Para los inmigrantes venezolanos que buscan asilo aquí, la prominencia de la banda en el discurso divisorio del país se ha extendido a sus vidas cotidianas, creando un doloroso estigma y discriminación.
Evelyn Velásquez, venezolana de 33 años, madre de tres hijos y residente en un centro de acogida de la ciudad dijo que cualquier venezolano con tatuajes es percibido como parte del Tren de Aragua. Señaló que al buscar trabajo, los rechazan cuando se enteran de su nacionalidad.
Orígenes en una prisión venezolana
En una de las mayores prisiones de Venezuela, la policía hizo algunos descubrimientos sorprendentes durante una redada el año pasado. Además de encontrar ametralladoras y munición, descubrieron varios restaurantes, un club nocturno, una piscina, un campo de béisbol y un zoológico.
La prisión conocida como Tocorón, en Aragua, estado situado al suroeste de Caracas, la capital de Venezuela, estaba controlada por un grupo de presos que transformaron el centro en una miniciudad donde los reclusos campaban a sus anchas, según los expertos en la banda.
Los presos se hacían llamar Tren de Aragua.
La banda se formó para imponer el orden mediante la intimidación: al parecer, los líderes grababan las ejecuciones y torturas de los infractores y difundían los videos para asustar a otros presos.
La influencia de la banda pronto se extendió fuera de la prisión hasta convertirse en la empresa criminal más poderosa de Venezuela.
Cuando el país se sumió en una profunda crisis económica y política, la banda empezó a sacar provecho de los millones de venezolanos que huían, al explotar, extorsionar y silenciar a los migrantes vulnerables.
““Ellos han identificado que hay dinero para ellos en la migración y pues han aprovechado ese negocio”, dijo Ronna Rísquez, periodista de investigación venezolana que publicó un libro sobre el Tren de Aragua.
La banda se expandió rápidamente a los países latinoamericanos vecinos. En 2022, las autoridades de Bogotá, Colombia, acusaron al Tren de Aragua de al menos 23 asesinatos, después de que la policía empezara a encontrar bolsas con partes de cadáveres. También se ha capturado a miembros de la banda en Chile, y en Brasil, la banda se alineó con uno de los mayores sindicatos del crimen organizado del país, Primeiro Comando da Capital.
En Estados Unidos, los miembros de la banda han sido acusados de todo tipo de delitos, desde tiroteos hasta tráfico de personas, la mayoría de ellos dirigidos contra miembros de la comunidad venezolana.
En noviembre, Yurwin Salazar, un inmigrante venezolano que, según la policía de Miami, forma parte del Tren de Aragua, fue acusado de secuestrar y matar a un policía venezolano jubilado en el sur de Florida.
En mayo, las autoridades federales descubrieron una red de tráfico sexual que, según dijeron, se extendía por Luisiana, Texas, Virginia, Florida y Nueva Jersey, y en la que participaban mujeres venezolanas a las que se obligaba a mantener relaciones sexuales para saldar deudas con contrabandistas que facilitaban sus cruces fronterizos, según una denuncia presentada ante un tribunal federal.
Y en junio, Bernardo Raúl Castro Mata, un inmigrante venezolano de 19 años que, según la policía, les dijo que era miembro de una banda, fue acusado de disparar a dos policías de Nueva York que se enfrentaron a él.
Los republicanos han señalado los incidentes como prueba de que la banda estaba proliferando, y los congresistas republicanos la calificaron de “ejército criminal invasor” en una carta dirigida al presidente Biden. También se convirtió en blanco de la desinformación, con Trump dando a entender falsamente durante el debate presidencial de este mes que la banda se había apoderado de Aurora, Colorado.
En medio de los informes sobre la creciente presencia de la banda, el gobierno de Biden la designó “organización criminal transnacional” en julio y anunció una recompensa de hasta 12 millones de dólares por información que pudiera conducir a la detención de tres de sus líderes.
Sin acceso a los antecedentes penales de los venezolanos, las autoridades de EE. UU. dijeron que han intensificado los controles para detectar a posibles miembros del Tren de Aragua en la frontera mediante la realización de “entrevistas mejoradas” a venezolanos solteros, que pueden incluir el escrutinio de teléfonos y tatuajes.
La banda llega a Nueva York
El primer indicio de la presencia del Tren de Aragua en Nueva York se produjo a principios de año, cuando funcionarios federales alertaron a las autoridades locales de que sus miembros habían llegado a la Costa Este, dijo Joseph Kenny, jefe de detectives del Departamento de Policía.
Desde enero, la policía ha entrevistado al menos a 30 personas, entre ellas miembros de la banda encarcelados en Rikers Island y otras personas familiarizadas con su funcionamiento, según un documento interno de la policía con resúmenes de las entrevistas obtenido por The New York Times.
Las entrevistas permitieron conocer la configuración de la banda y sugieren que la policía aún está aprendiendo sobre sus funciones más básicas.
Castro Mata, el hombre acusado de disparar a los dos policías, dijo a la institución que la banda restablece conexiones con miembros del Tren de Aragua recién llegados, quienes han sido ubicados en los albergues para inmigrantes de la ciudad, que actualmente acogen a 65.000 personas.
Algunos dijeron que los miembros tienen señas de identidad similares: tatuajes con relojes, anclas, coronas o versos con la palabra “Guerrero”, una referencia al líder venezolano de la banda; ropa de la marca Michael Jordan y de los Chicago Bulls; y, por razones que se desconocen, un emoji de la bandera albanesa en las redes sociales.
Los informantes dijeron a la policía que las principales fuentes de ingresos de la banda eran la venta de drogas, los hurtos en tiendas, los robos, la extorsión y la prostitución, y que se comunicaban a través de grupos de WhatsApp llamados La Línea.
Un miembro de la banda encarcelado en Rikers Island, quien dijo a la policía que había entrado en el país el pasado mes de septiembre, detalló los miles de dólares que la banda podía recaudar obligando a mujeres a mantener relaciones sexuales para saldar deudas de contrabando.
Otro miembro de la banda encarcelado, quien identificó a 12 posibles miembros de la banda, describió su estrategia para los asesinatos selectivos: por lo general, dos miembros se acercan al objetivo en un automóvil y transmiten la información a otros dos que van armados en una motoneta.
En septiembre, la policía había introducido los nombres de 24 miembros del Tren de Aragua en su base de datos de 496 pandillas identificadas en la ciudad. Para etiquetar a alguien como miembro de cualquier pandilla, dijo Kenny, los miembros a menudo “deben admitirse a sí mismos, decir ‘estoy en una pandilla’”.
“¿Pensamos que solo hay 24 miembros del TDA en Nueva York? Eso sería una tontería”, dijo refiriéndose al Tren de Aragua. “Obviamente hay más”.
También ha estallado la violencia con una banda rival formada por antiguos miembros que se hacen llamar Anti-Tren, según el documento policial. Y la policía ha visto conflictos entre el Tren de Aragua y otras bandas bien conocidas, como MS 13 y los Latin Kings, pero también alianzas con otras, incluidos los Trinitaros, dijo Kenny.
El Tren de Aragua también ha desarrollado un lucrativo nicho de mercado en el robo organizado en almacenes que otras bandas no tienen, y sus miembros a menudo roban teléfonos y relojes por valor de miles de dólares mientras conducen patinetes.
“Lo que nos va a resultar difícil es cuando empiecen a echar raíces de verdad y a consolidar su posición como organización criminal”, dijo Kenny.
Algunos de sus miembros supuestamente residen o pasan el rato en albergues del Bronx y en otro situado junto al astillero de Brooklyn, donde unos hombres en motoneta dispararon mortalmente a dos inmigrantes en julio, en un incidente que la policía está investigando como guerra de bandas.
También surgió un foco de actividad de bandas en Randall’s Island, donde la ciudad acoge a miles de migrantes en un gigantesco dormitorio de tiendas de campaña que ha sido escenario de varios tiroteos y apuñalamientos. Según un informante, los fines de semana los miembros de la pandilla se reúnen en el exterior del albergue, donde colocan “vigías” para estar al tanto de la policía.
Tal vez como señal del sigilo de la banda, o de que sus operaciones son aún incipientes, los inmigrantes que viven en los centros de acogida de la ciudad dijeron que no habían notado la influencia de la banda allí. Sin embargo, hablaban en voz baja cuando se les mencionaba al Tren de Aragua.
Dijeron que la banda salía a relucir en conversaciones informales y en videos subidos de tono en las redes sociales. Pero la mayoría dijo que no podía creer que la pandilla estuviera realmente en Nueva York, aunque expresaron vergüenza y desconcierto por el hecho de que se asociara a todos los inmigrantes venezolanos con el grupo.
Nelson, de 34 años, quien viajó a Estados Unidos con su esposa y su hijo y no quiso dar su apellido, dijo que a veces sentía que tenía mala reputación por ser venezolano, por culpa de grupos criminales. Añadió que quería trabajar, ganar dinero y vivir. Y que no todos los venezolanos eran iguales.
Muchos hicieron eco de un sentimiento muy repetido entre los migrantes:
“Por uno, pagan todos”.
Wesley Parnell y Hamed Aleaziz colaboraron con reportería.